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La Telara?a China

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La Telara?a China
Название: La Telara?a China
Автор: See Lisa
Дата добавления: 16 январь 2020
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La Telara?a China - читать бесплатно онлайн , автор See Lisa

Inspectora Liu, ?necesito recordarle que China tiene costumbres y rituales para tratar a sus hu?spedes? Use su shigu, su experiencia de la vida.

Todos los extranjeros, tanto si se trata de desconocidos o de demonios como este visitante, son potencialmente peligrosos. No demuestre ira ni irritaci?n. Sea humilde, prudente y cort?s.

El viceministro apoy? la mano sobre el hombro de la inspectora.

H?gale creer que existe un v?nculo entre usted y ?l. As? hemos tratado a los extranjeros durante siglos. As? tratar? usted a este extranjero mientras sea nuestro hu?sped.”`

En un lago helado de Pek?n aparece el cad?ver del hijo del embajador norteamericano. La dif?cil y ardua investigaci?n es asignada a la inspectora Liu Hulan. A miles de kil?metros, un ayudante de la fiscal?a de Los ?ngeles encuentra en un barco de inmigrantes ilegales el cad?ver de un Pr?ncipe Rojo, el hijo de uno de los hombres m?s influyentes de China…

Una impactante novela de intriga que recrea el conflicto que se produce entre dos pa?ses diametralmente opuestos cuando sus gobiernos se ven obligados a colaborar en pie de igualdad.

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Se acercó al gráfico que esbozaba el árbol genealógico del Ave Fénix. En la cúspide, donde debía estar la «cabeza de dragón», había un espacio vacío. Desde la cabeza del dragón bajaba una línea que se dividía en otras tres, que a su vez conducían a otras casillas que representaban los tres lugartenientes principales. De éstos, sólo se conocían los nombres de dos: Spencer Lee y Yingyee Lee. A partir de ahí, las líneas se dividían una y otra vez, y aproximadamente la mitad de las casillas estaban llenas. En la mitad superior de la pirámide no había fotografías. Las de la base era instantáneas hechas por la policía a los pocos miembros de las bandas que habían sido arrestados a lo largo de los años. El siguiente gráfico representaba los negocios legales e ilegales de las tríadas, que iban desde salones de té fábricas de doufú a casinos de juego flotantes y redes de prostitución.

– ¿Saben todo esto? -pregunto Peter. Cuando David contestó que sí, el joven agente preguntó-: -¿Y no los arrestan?

– ¿No nos dan autorización para pinchar a Spencer Lee ni a los otros -explico Jack Campbell con un gruñido-, a menos que podamos proporcionar al juez pruebas consistentes de que esos hombres están involucrados en actividades criminales, y no podemos conseguir esas pruebas a menos que podamos pinchar los teléfonos.

– ¿Salben que lo que hacen es ilegal, pero no pueden hacer nada al respecto? -dijo Peter mirando a Campbell con incredulidad.

– Así lo hacemos aquí -repuso Campbell encogiéndose de hombros.

Peter se inclino hacia Hulan y le pregunto algo en chino, a lo que ella respondió. Los demás la miraron esperando una explicación.

– Se pregunta por qué ustedes los americanos no dejan de mover los hombros de esa manera -dijo ella-, En China no nos encogemos de hombros. Le he explicado que hacían y lo que significa.

Campbell se encogió de hombros con gesto teatral. Peter asintió y rió. Le gustaba aquel hombre.

– Bien, ¿tiene alguien alguna sugerencia sobre lo que deberíamos hacer ahora? -preguntó David.

– En China, lo que haría sería lanzar una red de flor -dijo Hulan trás un momento de silencio, y miro a Peter buscando su aprobación antes de continuar-: Es un método de pesca que se remonta a varios siglos. La red de flor es una red redonda, tejida a mano con pesos en los bordes. El pescador la lanza al aire donde se abre como una flor, luego se posa sobre la superficie del agua y se hunde en las oscuras profundidades, atrapando todo lo que se encuentra dentro de su circunferencia. -Se volvió hacia David-. Haremos lo que usted dice. Seguiremos la pista del dinero, pero también investigaremos cualquier cosa que entre en contacto con nuestra red.

Las siguientes dos horas se dedicaron a decidir la línea de acción. Peter sugirió que entrevistaran a todos los sospechosos de complicidad con el Ave Fénix. Hulan quería ir a Chinatown, a restaurantes, herboristerías, tiendas de ultramarinos y fábricas.

– Hablemos con la gente corriente- dijo-. Es una comunidad pequeña. Quizá alguien haría oído algo. Creo que con un compatriota sí que hablarían.

David prefería un enfoque más directo. Quería visitar el puñaado de bancos en los que se habían efectuado las transacciones financieras e investigar otros negocios realizados bajo los auspicios de China Land and Economics Corporation.

– No puede ser casualidad que Guang Mingyun sea el dueño del Chinese Overseas Bank, que su hijo lavara dinero en ese banco, a falta de otra expresión, y que a éste lo hallaran muerto en un barco utilizado por el Ave Fénix para transportar inmigrantes ilegales.

También tendrían que entrevistar a los parientes y asociados de Guang Mingyun, sobre todo los que habían estado en corntacto con Henglai.

– No quiero olvidar a Billy Watson -anadio Hulan a la abultada lista- Vayamos a la universidad y veamos qué descubrimos.

Gracias a su información como contable y a la ayuda de Peter Sun, Noel Gardner introdujo en uno de los ordenadores los datos de las libretas bancarias halladas en el apartamento de Guang Henglai y en el de Cao Hua, y luego comparar las transacciones financieras con los sellos de entrada y salida de sus respectivos pasaportes. Algunas veces los dos hombres habían viajado el mismo día, pero generalmente lo hacían por separado. En cualquier caso, los ingresos y reintegros se habían hecho justo antes o justo después de un viaje. Además, Noel y Peter determinaron que ciertos depósitos habían saltado de un banco a otro, seguramente para ocultar su pista.

Después de una larga sesión de trabajo, Gardner Sun consiguieron determinar una pauta. Guang y Cao se desplazaban a Los Angeles el primer y el tercer martes de cada mes. Cao Hua había continuado con este itinerario incluso después de la muerte de Henglai. Faltaban dos días para el primer martes de febrero. ¿Ocuparía alguien el lugar de Cao? ¿con qué propósito? Campbell llamó a un viejo amigo que trabajaba en la aduana del aeropuerto de Los Angeles y dispuso las cosas para que pudieran estar presentes cuando llegara el primer vuelo de China.

Por primera vez desde que subiera al helicóptero que lo llevó al Peonía, David sintió que la investigación avanzaba de un modo racional. Peter se mostraba sorprendentemente receptivo a las ideas de Campbell y de Gardner. De hecho, aquellos tres hombres de culturas muy diferentes habían hallado puntos en común. Mientras reían y bromeaban sobre la superioridad relativa de armas y técnicas, David lamentó que Campbell y Gardner no hubieran podido acompañarle a China; tal vez con ellos se hubiera roto antes el hielo.

Sin embargo, después pensó que quizá ahora le servía para disfrutar de ventaja, puesto que se hallaba en su propio país, rodeado por los gráficos que él mismo había hecho y el personal de apoyo con el que trabajaba. Sabía cómo funcionaban las cosas en Los Angeles y, a partir de aquel momento, podría actuar en lugar de limitarse a reaccionar, podría vigilar en lugar de ser vigilado. Aplicaría la presión que le proporcionaba su cargo, ejerciendo todo el poder que le daba la fiscalía sobre los que le mintieran. En palabras de Hulan, arrojaría una red de flor y atraparía a cualquier persona o cosa que se hallara a su alcance.

A las dos de la tarde, embotados por la excitación y la fatiga, volvieron a meterse todos en la furgoneta y recorrieron las escasas manzanas que los separaban del hotel Biltmore. David acompañó a los agentes chinos hasta la recepción. Mientras Hulan rellenaba los impresos, Peter contemplaba boquiabierto el elegante vestíbulo, los grandes ramos de flores recién cortadas, las mullidas alfombras que resplandecían bajo sus pies, la sinuosa escalinata y los techos con sus adornos estarcidos. David recordó a todos que debían estar preparados al cabo de dos horas. No tenían tiempo más que para una cabezada y una ducha antes de reunirse de nuevo para la primera de las excursiones de Jack.

Fue Jack quien llevó a David a su casa de Beachwood Canyon. Este se sentía lúcido y muy despierto. Se puso ropa deportiva y salió a correr alrededor del lago Hollywood Reservoir. Luego se duchó, vistió pantalones de tela caqui, una camisa limpia y un suéter de cachemira, y cogió el coche para reunirse en el Biltmore con los demás.

Una vez dentro de la furgoneta de Jack, éste puso rumbo hacia el oeste, hacia la playa. Peter jugueteaba con su cámara fotográfica y charlaba animadamente con Noel. David y Hulan estaban juntos en el último asiento. También ella se había cambiado de ropa. Llevaba una falda de seda de color melocotón cortada al bies y una blusa bordada de seda color crema. Como antes le ocurriera en el avión, su cercanía embriagó los sentidos de David.

En Venice, Jack enfiló por una calle lateral y se detuvo frente al 72 de la calle Market, a una manzana del océano. Jack entregó las llaves de la furgoneta al encargado del aparcamiento.

– Vamos a dar un paseo antes de que se ponga el sol -le dijo-. Volveremos para la cena.

Al ver a Peter, David se dio cuenta de que realmente parecía extranjero, con su traje de poliéster a cuadros y su chaleco tejido a mano, y le preocupó que pudiera perderse, pero Jack ya había pensado en ello.

– Investigador Sun, esto es muy importante. No se aparte de nosotros. ¿De acuerdo? Si se pierde, recuerde dónde hemos dejado el coche. Vuelva aquí. ¿Comprende?

– Dong, dong -respondió Peter, asintiendo con entusiasmo y pasando al mandarín.

– No se aleje -repitió Campbell-. Es muy importante.

– Dong, dong.

– Lo ha entendido, señor Campbell -dijo Hulan.

– Bien, pues vamos allá.

Llegaron a la playa y torcieron hacia el norte. El aire tenía un

tacto balsámico después del frío invernal de China. Habían ido a

la playa en la hora perfecta. Las multitudes del fin de semana

habían vuelto ya a casa, pero el paseo gozaba aún de la animación

de raperos, vagabundos, patinadoras en tanga y adolescentes haciendo acrobacias con sus bicicletas. Los puestos al aire libre ofrecían camisetas, gafas de sol, zapatos, maletas y vestidos llamativos.

Mientras paseaban (los agentes del FBI delante con Peter),

Hulan cogió a David de la mano. El la miró y se preguntó una vez

más cómo había podido transformarse de aquella manera en unas pocas horas. Hulan seguía siendo hermosa y las mismas guedejas de cabellos le rodeaban la cara, pero tenía un aire relajado, muy diferente de la reservada Hulan de Pekín.

Cuando llegaron al viejo Venice Pavilion, el paisaje se ensanchó y aumentó la cantidad de transeúntes. David los alejó de la muchedumbre para que pudieran contemplar la puesta de sol. Cuando volvían hacia el restaurante, Peter se metió en un quiosco donde vendían zapatos y salió con dos pares.

– Piel auténtica -dijo con incredulidad-. ¡Más baratos que en Pekín!

Luego se compró unas gafas de sol y Hulan un vestido suelto con estampado de flores. Después de aquello, se detuvieron en todos los puestos para examinar el precio y la variedad de las camisetas. Hulan se compró un juego de tres por diez dólares, y Peter los sorprendió a todos regateando con una mujer que hablaba sobre todo en español hasta conseguir tres camisetas por ocho dólares.

Llegaron al restaurante a la hora prevista.

– Tenemos un departamento de protocolo -explicó Jack- que se ha encargado de estudiar sus costumbres. -Peter se puso serio, pero cambió al instante cuando oyó a Jack dirigirse al camarero-. Tráiganos una botella de whisky escocés, un cubo con hielo y vasos para brindar. De lo demás me encargaré yo.

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