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El Conocimiento Silencioso

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El Conocimiento Silencioso
Название: El Conocimiento Silencioso
Автор: Castaneda Carlos
Дата добавления: 16 январь 2020
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El Conocimiento Silencioso - читать бесплатно онлайн , автор Castaneda Carlos

" La brujer?a -dice don Juan, sabio maestro de Carlos Castaneda – es un estado de conciencia… Existe un poder escondido dentro de nuestro ser que se puede alcanzar… Una vez que lo alcanzamos, empezamos a ver, es decir, a percibir algo m?s. Y despu?s comenzamos a saber de una manera directa, sin tener que usar palabras… Es una percepci?n acrecentada, un conocimiento silencioso".

Este brillante destello de conocimiento ilumina los rec?nditos parajes de la mente humana. La brujer?a y la magia se revelan as? como met?foras de la necesidad del hombre de comprenderse a s? mismo.

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Lo que el nagual Julián explicó a don Juan fue que los cuatro hombres eran lo mejor de lo mejor en cuestiones del acecho. Sus nombres eran un invento del nagual Elías, su maestro, quien, como ejercicio de desatino controlado, había tomado los números uno, dos, tres y cuatro, los había añadido al nombre de Tulio, obteniendo así los nombres Tuliúno, Tuliódo, Tulítre, y Tulícuatro.

El nagual Julián los presentó a don Juan por turnos. Los cuatro estaban de pie, en hilera. Don Juan los fue saludando con un movimiento de cabeza y cada uno de ellos lo saludó a su vez de la misma manera. El nagual dijo que los cuatro eran acechadores de tan extraordinario talento, como don Juan acababa de corroborar, que los elogios no tenían significado. Los Tulios eran uno de los grandes triunfos del nagual Elías; eran la quintaesencia de lo que no se puede notar. Eran acechadores tan magníficos que, para todos los fines prácticos, sólo existía uno de ellos. Aunque la gente los veía y trataba con ellos diariamente, sólo los miembros de la casa sabían que eran cuatro.

Don Juan comprendió con perfecta claridad cuanto el nagual Julián le estaba diciendo acerca de los Tulios. Era una claridad tan especial que lo indujo a comprender que había alcanzado el sitio donde no hay compasión. Y comprendió también que ese sitio era una posición del punto de encaje, una posición en la que la imagen de sí dejaba de funcionar. Pero don Juan también sabía que su claridad mental y su sabiduría eran en extremo transitorias. Era inevitable que su punto de encaje volviera al sitio de partida.

Cuando el nagual le preguntó a don Juan si quería hacer alguna pregunta, él comprendió que sería preferible prestar toda la atención posible a las explicaciones del nagual, en vez de especular sobre su propia claridad mental.

Quiso saber cómo creaban los Tulios la impresión de ser una sola persona. Su curiosidad era muy grande, pues al observarlos juntos se había dado cuenta de que no eran tan parecidos. Usaban las mismas ropas; eran más o menos de la misma estatura, edad y constitución física, pero allí acababa la similitud. Sin embargo, aun mientras los observaba, hubiera podido jurar que eran un solo Tulio.

El nagual Julián explicó que la vista humana esta adiestrada para enfocarse solamente en los rasgos más salientes de una cosa, y que esos rasgos salientes son conocidos de antemano. Por lo tanto, el arte de los acechadores es crear una impresión, presentando rasgos que ellos eligen, rasgos que ellos saben que los ojos del espectador están destinados a notar. Al reforzar ingeniosamente ciertas impresiones, los acechadores logran crear en el espectador una impugnable convicción acerca de lo que perciben.

El nagual Julián le contó a don Juan que al llegar don Juan a la casa, vestido con sus ropas de mujer, las mujeres de su grupo quedaron encantadas y se rieron abiertamente. Pero el hombre que las acompañaba, que en ese momento era Tulítre, procedió inmediatamente a proporcionar a don Juan la primera impresión de Tulio. Se volvió a medias para ocultar la cara; se encogió de hombros desdeñosamente, como si todo eso lo aburriera, y se alejó, claro está, para descostillarse de risa en privado, mientras las mujeres ayudaban a consolidar esa primera impresión mostrándose angustiadas, casi ofendidas, por aquella conducta antisocial.

Desde ese momento en adelante, cualquiera que fuese el Tulio que estaba con don Juan reforzaba esa impresión y la perfeccionaba aún más, hasta que la vista de don Juan no podía ya captar otra cosa sino aquello que se le proporcionara.

Tuliúno habló; dijo que con actos muy cuidadosos y consistentes, habían tardado cerca de tres meses en cegar a don Juan a todo, salvo a lo que se le inducía a esperar. Después de esos tres meses su ceguera era tan pronunciada que los Tulios dejaron de andarse con cuidado. Hasta actuaban normalmente dentro de la casa, incluso dejaron de usar ropas idénticas, sin que don Juan notara la diferencia.

Cuando los otros aprendices llegaron a la casa, los Tulios tuvieron que comenzar todo de nuevo. La situación se puso difícil para ellos, porque había muchos aprendices y todos eran muy inteligentes.

Tuliúno habló luego de la apariencia de Tulio. Dijo que según el nagual Elías, la apariencia es la esencia del desatino controlado; por lo tanto, los acechadores crean la apariencia intentándola, en vez de lograrlo con la ayuda de disfraces. Los disfraces crean apariencias artificiales que la vista nota consciente o inconscientemente. En ese sentido, intentar apariencias es exclusivamente un ejercicio para el manejo del intento.

Después habló Tulítre. Dijo que las apariencias se solicitan al espíritu o se las llama a la fuerza, pero nunca se las inventa racionalmente. La apariencia de Tulio fue llamada con fuerza. El nagual Elías los metió a los cuatro juntos, en un pequeño cobertizo donde apenas podían caber. Allí les habló el espíritu. Les dijo que primero debían intentar su homogeneidad. Después de cuatro semanas de aislamiento total, la homogeneidad vino a ellos.

El nagual Elías les dijo que el intento los había fundido unos con otros, y que así habían adquirido la certeza de que la individualidad de cada uno pasaría desapercibida. La segunda etapa fue llamar con toda la fuerza posible a la apariencia que iba a ser percibida por el espectador. Se empeñaron entonces en llamar al intento para que les diera la apariencia de Tulio que don Juan había visto. Tuvieron que trabajar mucho para perfeccionarlo. Bajo la dirección de su maestro, se concentraron en todos los detalles que lo haría perfecto.

Los cuatro Tulios dieron a don Juan una demostración de los rasgos más chistosos y salientes de Tulio; los cuales eran: muy marcados gestos de arrogancia y desdén; abruptos giros de cabeza hacia la derecha, para demostrar enojo; movimientos del torso, para ocultar parte de la cara con el hombro izquierdo; pasar furiosamente una mano sobre los ojos, como para apartar el pelo de la frente; el paso y los movimientos de un hombre impaciente y ágil, demasiado nervioso para estarse en un solo sitio y que no puede decidir hacia dónde ir.

Don Juan dijo que esos detalles de conducta y muchos otros más habían hecho de Tulio un personaje inolvidable. Era tan inolvidable que, para proyectar a Tulio sobre don Juan y los otros aprendices, como sobre una pantalla de cine, bastaba con que uno de los cuatros insinuara un rasgo de Tulio; los aprendices suministraban automáticamente el resto.

Don Juan dijo que, debido a la tremenda consistencia de los datos suministrados por los cuatro hombres, Tulio era la esencia de una persona repugnante, tanto para él como para los otros aprendices. Pero al mismo tiempo, si hubieran buscado muy en el fondo de si mismos habrían admitido que Tulio era obsesionante. Era rápido, misterioso, daba la impresión, a sabiendas o no, de ser una sombra.

Don Juan preguntó a Tuliúno cómo habían llamado al intento. Tuliúno le explicó que los acechadores llaman al intento en voz alta. Habitualmente lo llaman desde una habitación pequeña, oscura y aislada. Se pone una vela en una mesa negra, con la llama a pocos centímetros de los ojos; después se pronuncia lentamente la palabra intento, modulándola con claridad tantas veces como uno lo considera necesario. El tono de voz sube y baja sin intervención de la voluntad.

Tuliúno hizo hincapié en que la parte indispensable en el acto de llamar al intento es una total concentración en lo que se intenta. En el caso de ellos, su concentración se enfocó en su homogeneidad y en la apariencia de Tulio. Tras ser fusionados por el intento, aún tardaron un par de años en edificar la plena certeza de que tanto su homogeneidad como la apariencia de Tulio serían realidades inapelables para los espectadores.

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