El Conocimiento Silencioso
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" La brujer?a -dice don Juan, sabio maestro de Carlos Castaneda – es un estado de conciencia… Existe un poder escondido dentro de nuestro ser que se puede alcanzar… Una vez que lo alcanzamos, empezamos a ver, es decir, a percibir algo m?s. Y despu?s comenzamos a saber de una manera directa, sin tener que usar palabras… Es una percepci?n acrecentada, un conocimiento silencioso".
Este brillante destello de conocimiento ilumina los rec?nditos parajes de la mente humana. La brujer?a y la magia se revelan as? como met?foras de la necesidad del hombre de comprenderse a s? mismo.
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– Pero, ¿era un jaguar de verdad? -pregunté-.
– Yo apostaría la vida a que lo era -contestó-.
Don Juan observó que, para el hombre común y corriente, ese animal habría sido una rareza pavorosa. Le hubiera costado mucho explicar, en términos razonables, qué hacía ese jaguar en Chihuahua, tan lejos de la selva tropical. Pero el brujo, porque tiene un vínculo de conexión con el intento, puede ver que ese jaguar es un medio para engrandecer su percepción. Y no es una rareza para él sino una fuente de asombro.
Había mil preguntas que yo deseaba formular, pero yo mismo me di las respuestas antes de poder articular los interrogantes. Seguí el curso de mis propias preguntas y respuestas por un rato, hasta comprender que no importaba saber silenciosamente las respuestas; había que verbalizarlas para que tuvieran algún valor.
Expresé la primera pregunta que me vino a la mente. Pedí a don Juan que me explicara qué eran los requisitos del intento.
– Los brujos dicen -don Juan explicó- que los más increíbles logros de la percepción son puras idioteces si no están acompañados de ciertos estados de ánimo claves, que les dan valor y seriedad. El abandono, la frialdad y la audacia son esos estados de ánimo. Y solamente los brujos pueden intentarlos.
"La parte engañosa de todo esto -prosiguió- es que estoy diciendo que sólo los brujos conocen al espíritu, que el intento es dominio exclusivo de los brujos. Eso no es cierto en absoluto, pero es la situación en el reino de lo práctico. La condición real es que los brujos están más conscientes de su vínculo de conexión con el espíritu que el hombre común y corriente, y se esfuerzan por manejarlo. Eso es todo. Ya te he dicho que el vínculo de conexión con el intento es la característica universal compartida por todo lo que existe.
Dos o tres veces, me pareció que don Juan estaba a punto de agregar algo más. Vaciló, al parecer tratando de elegir sus palabras. Por fin dijo que el estar en dos lugares al mismo tiempo era la marca que los brujos usaban para señalar el momento en que el punto de encaje llegaba al sitio del conocimiento silencioso. La percepción dividida, si se alcanzaba por medios propios, recibía el nombre de "libre movimiento dei punto del encaje".
Me aseguró que todos los naguales hacían siempre cuanto estaba en su poder para favorecer el libre movimiento del punto de encaje en sus aprendices. Este empecinado esfuerzo recibía la críptica denominación de "extenderse al tercer punto".
– El aspecto más difícil del conocimiento del nagual -prosiguió don Juan- y ciertamente la parte más crucial de su tarea como maestro es la de extenderse al tercer punto. El nagual intenta el libre movimiento del punto de encaje del aprendiz, y el espíritu canaliza hacia el nagual los medios para lograrlo. Yo nunca había intentado nada por el estilo hasta que llegaste tú. Por lo tanto, nunca había apreciado plenamente el gigantesco esfuerzo que hizo mi benefactor al intentarlo para mí.
"Por difícil que le resulte al nagual intentar ese libre movimiento para sus discípulos -prosiguió don Juan-, eso no es nada comparado con la dificultad que tienen sus discípulos para comprender lo que el nagual está haciendo. ¡Mira lo que te pasa a ti! A mí me pasó lo mismo. Casi siempre terminaba convencido de que los trucos del espíritu eran, simplemente, los trucos del nagual Julián.
"Más adelante, comprendí que él debía al nagual Julián la vida y mi bienestar -continuó don Juan-. Ahora sé que le debo infinitamente más. Como no me es posible describir lo que realmente le debo, prefiero decir que él me engatusó hasta hacerme llenar los requisitos del intento y llevarme al tercer punto de referencia.
"El tercer punto de referencia es la libertad de la percepción; es el salto mortal del pensamiento a lo milagroso; es el acto de extendernos más allá de nuestros límites para tocar lo inconcebible.
EL MANEJO DEL INTENTO
XIII. LOS DOS PUENTES DE UNA SOLA MANO
Pasamos la noche allí en las montañas. El haberme acordado de mi percepción dividida me había puesto en un estado de gran euforia que don Juan empleó, como siempre; para hundirme en más experiencias sensoriales, las cuales, como era de costumbre, se volvieron inmediatamente nebulosas.
Al día siguiente, mientras don Juan y yo estábamos sentados a la mesa, en su cocina, temprano por la mañana, empezamos a hablar otra vez de mi percepción dividida.
– Para la mente es muy excitante descubrir la posibilidad de estar en dos lugares a la vez -dijo-. Puesto que nuestra mente es nuestra racionalidad, y nuestra racionalidad es nuestra imagen de sí, cualquier cosa que esté más allá de nuestra imagen de sí o bien nos atrae o nos horroriza, según qué tipo de personas seamos.
Me miró con fijeza; luego sonrió, como si acabara de descubrir algo nuevo en mí.
– O nos atrae y nos horroriza en igual medida -agregó-, lo cual parece ser el caso de nosotros dos.
Le dije que conmigo la cuestión no era que la experiencia me atrajera o me horrorizara, sino que me sentía atemorizado ante las inmensas posibilidades de la percepción dividida.
– No puedo decir que no crea haber estado en dos lugares a la vez -dije-. No puedo negar mi experiencia; sin embargo, me asusta tanto que mi mente se niega a aceptarlo como un hecho.
– Tú y yo somos el tipo de personas que se obsesionan con cosas como ésas y luego las olvidan por completo -comentó, riendo-. Tú y yo somos muy parecidos.
Fui yo quien rió esta vez. Sabía que se estaba divirtiendo a mi costa con eso de que éramos muy parecidos, pero proyectaba tanta sinceridad que yo quería creerle.
Le dije que, entre sus discípulos, yo era el único que había aprendido a no tomar demasiado en serio sus afirmaciones de que él era igual a nosotros. Comenté que lo había visto en acción, oyéndole decir a cada uno de sus aprendices, en él tono más sincero: "Tú y yo somos muy tontos. ¡Somos tan parecidos!" Y me había horrorizado, una y otra vez, al darme cuenta de que ellos le creían.
– Usted no es igual a ninguno de nosotros, don Juan -dije-. Usted es un espejo que no refleja nuestras imágenes. Usted ya está fuera de nuestro alcance.
– Lo que estás presenciando es el resultado de una lucha que toma toda una vida -dijo-. Lo que ves es un brujo que finalmente ha aprendido a seguir los designios del espíritu. Y eso es todo.
"Te he hablado, de muchas maneras, de las diferentes etapas por las que pasa un guerrero a lo largo del sendero del conocimiento -prosiguió-. En términos de su vínculo con el intento, el guerrero pasa por cuatro etapas. La primera, cuando tiene un vinculo herrumbrado en el que no puede confiar. La segunda, cuando logra limpiarlo. La tercera, cuando aprende a manejarlo. Y la cuarta, cuando aprende a aceptar los designios de lo abstracto.
Don Juan sostuvo que su logro no lo hacía intrínsecamente diferente a sus aprendices. Sólo lo hacía disponer de más recursos; por lo tanto, no mentía al decirnos que el se nos parecía.
– Comprendo exactamente por lo que estas pasando -continuó-. Cuando me río de ti, en realidad me río del recuerdo de cuando yo estaba en tu lugar. Yo también me aferraba al mundo de la vida cotidiana. Me aferraba hasta con las uñas. Todo me decía que debía dejarme ir, pero yo no podía. Al igual que tú, confiaba implícitamente en mi mente, aunque ya no tenía razón para hacer eso. Ya no era un hombre común y corriente.
"Mi problema de entonces es ahora el tuyo. El impulso del mundo cotidiano me arrastraba y yo me aferraba desesperadamente a mis endebles estructuras racionales.
– Yo no me aferro a ninguna estructura; ellas se aferran a mí -dije.
Eso lo hizo reír. Y sin más preliminares, don Juan empezó entonces a contarme una historia de brujería. Comenzó, relatando lo que le había sucedido tras su llegada a Durango, aún vestido con ropas de mujer, después del viaje de todo un mes por el centro de México. Dijo que el viejo Belisario lo llevó directamente a una hacienda, para esconderlo del hombre monstruoso que lo perseguía.