El Segundo Anillo De Poder

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El Segundo Anillo De Poder
Название: El Segundo Anillo De Poder
Автор: Castaneda Carlos
Дата добавления: 16 январь 2020
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El Segundo Anillo De Poder - читать бесплатно онлайн , автор Castaneda Carlos

La vida transcurre en diversas dimensiones. Este libro las explora a todas, introduci?ndose en un mundo extra?o y alucinante de la mano de Carlos, aprendiz de hechicero. Lucha o iniciaci?n m?gica, rito o realidad, poco importa que los hechos sucedan verdaderamente o no sean m?s que s?mbolos de un conflicto interior desencadenado por las tendencias contradictorias del ser y narrado con una imaginaci?n desbordante que crea sin cesar mundos paralelos y situaciones insospechadas. El segundo anillo del poder es una de las obras m?s celebradas de Carlos Castaneda."Si los libros de Castaneda son una obra de ficci?n literaria, lo son de una manera muy extra?a: su tema es la derrota de la antropolog?a y la victoria de la magia."

Octavio Paz.

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– Doña Soledad me dijo que Eligio no había saltado al abismo -acoté.

– Saltó con Benigno -dijo Néstor-. Pregúntaselo; te lo contará con su voz favorita.

Me volví hacia Benigno y le pregunté.

– ¡No tengas duda de que saltamos juntos! -replicó con voz de trompeta-. Pero nunca hablo de ello.

– ¿Qué te dijo de Eligio doña Soledad? -preguntó Néstor.

Les conté que doña Soledad me había dicho que Eligio había sido envuelto por un viento y abandonado el mundo cuando trabajaba en campo abierto.

– Está completamente confundida -dijo Néstor-. Eligio fue llevado por los aliados. Pero él no quería a ninguno de ellos, de modo que le dejaron ir. Eso no tiene nada que ver con el salto. La Gorda nos dijo que tuviste un encuentro con los aliados anoche; no sé qué hiciste, pero si hubieras querido atraparlos o seducirlos para que se quedasen contigo, habrías debido girar con ellos. A veces ellos llegan por propia decisión hasta el brujo y le envuelven y le hacen girar. Eligio era el mejor guerrero que había, así que los aliados fueron a él por su cuenta. Si alguno de nosotros quisiera a los aliados, tendríamos que rogarles durante años; aun así, dudo que accedieran a ayudarnos.

»Eligio tuvo que saltar como todo el mundo. Yo presencié su salto. Lo hizo en compañía de Benigno. Buena parte de lo que nos sucede como brujos depende de lo que haga nuestro compañero. Benigno está un poco trastornado porque su compañero no regresó. ¿No es así, Benigno?

– ¡No lo dudes! -respondió Benigno con su voz predilecta.

En ese momento sucumbí ante una gran curiosidad que había hecho presa de mí desde la primera vez que había oído hablar a Benigno.

Le pregunté cómo hacía su voz tonante. Se volvió para mirarme. Se sentó tieso y se señaló la boca como si deseara que fijara mis ojos en ella.

– ¡No lo sé! -tronó- ¡Me limito a abrir la boca y esta voz sale de ella!

Contrajo los músculos de la frente, curvó los labios y produjo un profundo sonido. Vi entonces que tenía poderosos músculos en las sienes, responsables del singular contorno de su cabeza. No era su peinado lo que había cambiado, sino el conjunto de la porción frontal superior de su cráneo.

– Genaro le legó sus sonidos -me aclaró Néstor-. Espera a que se tire un pedo.

Intuí que Benigno se estaba preparando para demostrar sus habilidades.

– Espera, espera, Benigno -dije- no es necesario.

– ¡Oh, mierda! -exclamó Benigno decepcionado-. Reservaba el mejor para ti.

Pablito y Néstor rompieron a reír con tal fuerza que hasta Benigno se unió a ellos.

– Cuéntame qué más le sucedió a Eligio -pedí a Néstor cuando se hubieron calmado.

– Cuando Eligio y Benigno saltaron -replicó Néstor-, el Nagual me hizo ir a toda prisa hasta el borde del abismo para ver el signo con que la tierra indica que se han arrojado guerreros al vacío. Si se aprecia algo semejante a una nube, a una ligera ráfaga, es porque el tiempo del guerrero sobre la tierra aún no ha tocado a su fin. El día en que Eligio y Benigno saltaron sentí una corriente de aire procedente del lado del cual lo había hecho Benigno y comprendí que su tiempo no había expirado. Pero en el lado de Eligio no hubo sino silencio.

– ¿Qué crees que le ocurrió a Eligio? ¿Murió?

Los tres me miraron. Estuvieron inmóviles un momento. Néstor se rascó las sienes con ambas manos. Benigno sofocó una risilla y sacudió la cabeza. Intenté explicarme, pero Néstor me detuvo con un gesto.

– ¿Las preguntas que nos haces son serias? -quiso saber.

Benigno respondió por mí. Cuando no hacía el payaso, su voz era profunda y melodiosa. Dijo que el Nagual y Genaro nos habían reunido porque cada uno de nosotros poseía fragmentos de información de los cuales carecían los demás.

– Bien; si ese es él caso, te diremos cómo son las cosas -dijo Néstor sonriendo como si acabara de quitarse un gran peso de encima-. Eligio no murió. Nada de eso.

– ¿Dónde está? -pregunté.

Volvieron a mirarme. Tuve la impresión de que estaban haciendo verdaderos esfuerzos por no reír. Les dije que lo único que sabía acerca de Eligio era lo que me había contado doña Soledad. Me había dicho que Eligio había ido al otro mundo a reunirse con el Nagual y con Genaro. A mí eso me sonaba a que los tres estaban muertos.

– ¿Por qué hablas así, Maestro? -preguntó Néstor en un tono que revelaba profunda preocupación-. Ni siquiera Pablito habla así.

Pensé que Pablito iba a protestar. Estuvo a punto de ponerse de pie, pero pareció cambiar de opinión.

– Sí, es cierto -dijo-. Ni siquiera yo hablo así.

– Bueno, si Eligio no murió, ¿dónde está? -pregunté.

– Soledad ya te lo ha dicho -respondió Néstor suavemente-. Eligio fue a reunirse con el Nagual y con Genaro.

Consideré conveniente no hacer más preguntas. No quiero decir con ello que mis indagaciones fuesen agresivas, sino que ellos siempre las tomaban como tales. Además, sospechaba que no sabían mucho más que yo.

De pronto, Néstor se puso de pie y empezó a andar de un lado para otro delante de mí. Finalmente, me apartó de la mesa cogiéndome por las axilas. No quería que escribiera. Me preguntó si era cierto que me había desmayado como Pablito en el momento del salto y no recordaba nada. Le dije que había tenido buen número de sueños vívidos o visiones que no podía explicar y les había ido a ver en busca de una aclaración. Me pidieron que les contara todas las visiones que hubiese tenido.

Tras escuchar mi relato, Néstor comentó que eran de un tipo muy extraño y que sólo las dos primeras eran de gran importancia y de esta tierra. Las demás eran visiones de mundos ajenos. Explicó que la primera tenía un especial valor porque se trataba de un presagio propiamente dicho. Agregó que los brujos consideraban el primero de los sucesos de toda serie como el anteproyecto del mapa de lo que iba a producirse a continuación.

En aquella visión en particular me encontraba delante de un mundo estrafalario. Había una enorme roca ante mis ojos, una roca que había sido partida en dos. A través de un ancho boquete en ella, alcanzaba a ver una llanura fosforescente y sin límites, una especie de valle, bañado en una luz amarillo verdosa. En un lado del valle, a la derecha, parcialmente oculto a mi vista por la enorme roca, había una increíble estructura en forma de cúpula. Era oscura, de un gris semejante al de la carbonilla. Si mi tamaño hubiese sido el mismo que en el mundo de mi vida corriente, su altura habría llegado a quince mil metros y su ancho a muchos kilómetros. Tal enormidad me deslumbró. Sentí vértigo y caí a plomo en un estado de desintegración.

Volví a experimentar el mismo rechazo y fui a dar sobre una superficie sumamente desigual y, sin embargo, lisa. Era una superficie brillante, interminable, tal como la llanura que había visto antes. Se extendía hasta donde alcanzaba la vista. No tardé en darme cuenta de que podía mover la cabeza en cualquier dirección que deseara sobre un plano horizontal, pero no hacia mí mismo. No obstante, me era posible inspeccionar los alrededores rotando la cabeza de izquierda a derecha y viceversa. Pero cuando pretendía volverme para mirar detrás de mí, no conseguía desplazar mi volumen.

La llanura se extendía monótonamente, igual a mi derecha que a mi izquierda. No había a la vista más que un infinito resplandor blanquecino. Quería ver el suelo que pisaba, pero no podía bajar los ojos. Alcé la cabeza para mirar al cielo; vi otra superficie ilimitada y blanquecina, que parecía unida a aquélla sobre la cual me hallaba. Experimenté una súbita aprensión e intuí que algo estaba a punto de serme revelado. Pero el repentino y devastador asalto de la desintegración lo impidió. Cierta fuerza me arrastró hacia abajo. Fue como si aquella superficie me tragase.

Néstor sostuvo que el haber visto una cúpula era de tremenda importancia porque esa forma en particular había sido referida por el Nagual y por Genaro como imagen del lugar en que se suponía que todos nos íbamos a reunir algún día con ellos.

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