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Compasi?n

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Compasi?n
Название: Compasi?n
Автор: Osho
Дата добавления: 16 январь 2020
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Compasi?n читать книгу онлайн

Compasi?n - читать бесплатно онлайн , автор Osho

`Compasi?n` es un t?rmino que se ha usado para describir una amplia gama de comportamientos y actitudes humanas, desde la misericordia hasta la piedad y la caridad.

En este libro Osho examina la naturaleza de la compasi?n desde una perspectiva radicalmente distinta. Nos se?ala que la `pasi?n` se encuentra en la ra?z de la palabra, y procede a examinar las hip?tesis sobre el verdadero significado de aquel t?rmino.

Muchos supuestos actos de compasi?n, dice ?l, est?n te?idos de un sutil sentimiento de autoimportancia o deseo de reconocimiento. Otros se sustentan no en el deseo de ayudar a los dem?s sino en el de obligarlos a cambiar. Utilizando historias de la vida de Jes?s, de Buda y del mundo del zen, Osho muestra c?mo surge de nuestro interior el camino hacia la aut?ntica compasi?n, empezando por una profunda aceptaci?n y amor por uno mismo. Solo entonces, dice Osho, puede florecer la compasi?n y convertirse en una fuerza sanadora, arraigada en la aceptaci?n incondicional del otro tal y como es.

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Y otro maestro, hablando sobre este sutra -se llamaba Oha-sama-, comentó: «No es necesario buscar la verdad en primer lugar, porque está presente en todas partes, incluso en el error. Por eso, quien rechaza el error está rechazando la verdad».

¡Estas personas son asombrosas! Quien rechaza el error rechaza la verdad. ¿Puedes ver la belleza que hay en ello? ¿Ves el punto de vista tan radical y revolucionario? Shichiri no rechazó al hombre porque fuese un ladrón ni por su error, porque detrás de ese error hay una existencia divina, un dios. Si rechazas el error también rechazas al dios. Al rechazar el error estás rechazando la verdad que hay oculta dentro de él.

Él acepta el error para aceptar la verdad. Cuando la verdad aflora, cuando se acepta y se extiende, el error desaparece espontáneamente. No tienes que luchar con la oscuridad; ese es el significado, simplemente enciende una vela. No tienes que luchar con la oscuridad, basta con que enciendas una vela. El maestro encendió una vela en el interior de ese hombre.

Hay otra historia exactamente igual sobre otro maestro pero todavía un poco más zen:

A medianoche, mientras el maestro Taigan estaba escribiendo una carta, un ladrón entró en su habitación con una espada desenvainada. Mirando al ladrón, el maestro dijo: «¿Qué quieres, el dinero o la vida?».

Esta historia es más zen porque al ladrón no le da la oportunidad de decir nada. Shichiri al menos le dio una última oportu-. nidad; el ladrón pudo preguntarle a Shichiri:«… entró un ladrón armado con una afilada espada y le exigió el dinero o la vida». Taigan ha mejorado la historia. Tal vez, Taigan apareció un poco más tarde y conocía la historia de Shichiri. No brinda muchas oportunidades al ladrón sino que sencillamente le dice: «¿Qué quieres, el dinero o la vida? Las dos cosas son irrelevantes, llévate lo que necesites, tú eliges».

«He venido a por el dinero», respondió el ladrón un poco asustado.

Ese hombre -nunca se había encontrado con un dragón como este- dijo: «¿Qué quieres, el dinero o mi vida?». Estaba dispuesto a darlo todo: «Puedes escoger». Sin reproche ni nada por el estilo. Aunque hubiese escogido su vida, Taigan se la habría dado. Todo lo que nos puede ser quitado es mejor darlo. Tarde o temprano, hasta la vida misma desaparecerá, ¿para qué preocuparse por ello? La muerte llegará; deja que el ladrón disfrute un momento.

«He venido a por el dinero», respondió el ladrón un poco asustado.

El maestro sacó su bolsa y se la entregó diciendo: «¡Tómalo!». Después siguió escribiendo su carta como si no pasara nada.

El ladrón empezó a sentirse incómodo con tantas facilidades y se marchó de la habitación muy sorprendido. «¡Eh! ¡Espera un momento!», dijo el maestro.

El ladrón dio un paso atrás estremeciéndose. «¿Por qué no cierras la puerta?», le dijo el maestro.

Días más tarde, el ladrón fue capturado por la policía y dijo: «Llevo años robando pero nunca he tenido tanto miedo como cuando ese maestro budista me llamó y dijo: "¡Eh! ¡Espera un momento!"; todavía estoy temblando de miedo».

«Ese hombre es muy peligroso y no podré olvidarlo jamás. El día que salga de la prisión iré a buscarle. Nunca había conocido a alguien como él, ¡de esa calidad! Yo tenía en la mano una espada desenvainada, pero eso no es nada. Él sí que es una espada desenvainada.»

Solo estas palabras: «¡Eh! ¡Espera un momento!», y el ladrón dijo: «Todavía estoy temblando de miedo».

Cuando te encuentras con un maestro, es el maestro quien te mata. ¿Cómo puedes matar a un maestro? Aunque hayas desenvainado tu espada no podrás matar a un maestro; el maestro te matará a ti. Y mata de una forma tan sutil que nunca te darás cuenta de que te ha matado. Solo te darás cuenta cuando vuelvas a nacer. De repente, un día ya no eres el mismo. De repente, un día, tu viejo yo ha desaparecido. De repente, un día, todo es nuevo, los pájaros cantan y te salen hojas nuevas. El río estancado fluye de nuevo y va hacia el mar. Y otra historia:

Un maestro zen había estado en la cárcel varias veces.

… ¡Ahora un paso más! Estas personas zen realmente son excéntricas, locas, pero hacen cosas maravillosas. «Un maestro zen había estado en la cárcel varias veces.» Bueno, una cosa es perdonarle a un ladrón, creer que no es malo, pero otra muy diferente es que él mismo vaya a la cárcel. Y no solamente una vez, sino muchas, por robar a sus vecinos cosas insignificantes. Los vecinos lo sabían y estaban un poco perplejos: ¿por qué nos roba este hombre y, para colmo, cosas insignificantes? Pero en cuanto salía de la cárcel volvía a robar y acababa de nuevo entre rejas. Hasta los jueces estaban desconcertados. Pero su deber era mandarle a la cárcel puesto que él confesaba su delito. Nunca decía: «Yo no he robado».

Finalmente, los vecinos se reunieron y le dijeron: «Señor, no siga robando.

»Se está haciendo viejo y nosotros podemos proporcionarle todo lo que necesite, sea lo que sea. ¡Deje de hacerlo! Estamos muy preocupados y muy tristes. ¿Por qué sigue haciendo esas cosas?»

El anciano se rió y dijo:

– Robo para poder estar con los presos y así llevarles el mensaje interior.

»¿Quién les va a ayudar? Aquí fuera, para vosotros los presos de fuera, hay muchos maestros. Pero dentro de la cárcel no hay ninguno. ¿Decidme, quién les va a ayudar? Esa es la forma de entrar y ayudar a esta gente. Por eso, cuando se acaba mi condena y me expulsan, tengo que robar de nuevo para volver a ir a la cárcel. Y pienso seguir haciéndolo. Además, en la cárcel he encontrado almas hermosas, almas inocentes, a veces, mucho más inocentes…

Una vez nombraron a uno de mis amigos gobernador de un estado de la India y él me permitió visitar todas las cárceles de ese estado. Las estuve visitando durantes años y me quedé sorprendido al ver que las personas que están en la cárcel son mucho más inocentes que los políticos, los ricos y los mal llamados santos. Conozco a casi todos los santos de la India y son más astutos. He descubierto que las almas de los criminales son mucho más inocentes… Comprendo perfectamente el comportamiento del viejo maestro zen que robaba y se dejaba atrapar para poder llevarles el mensaje. «Robo para poder estar con los presos y así llevarles el mensaje interior.»

El zen no tiene un sistema de valores. El zen solo aporta una cosa al mundo y es entendimiento, conciencia. A través de la conciencia llega la inocencia. La inocencia es inocente con respecto a lo bueno y a lo malo. La inocencia simplemente es inocencia, no sabe de distinciones.

La última historia es sobre Ryokan. Él era un gran amante de los niños. Como se puede esperar de un personaje como él, también él era como un niño. Era el niño del que habla Jesús, tan sumamente inocente que nadie creería que puede haber alguien así. No tenía astucia ni malicia. Era tan inocente que la gente solía pensar que estaba un poco loco.

A Ryokan le gustaba jugar con los niños. Jugaba al escondite, jugaba al tamari y también al balonmano. Una tarde le tocaba esconderse a él, y se ocultó bajo un montón de paja que había en el campo. Estaba oscureciendo y los niños, como no le podían encontrar, se fueron a casa.

A la mañana siguiente, un campesino llegó temprano para mover el montón de paja y empezar con su trabajo. Al encontrarse ahí a Ryokan exclamó: «¡Oh, Ryokan-sama! ¿Qué estás haciendo ahí?».

El maestro contestó: «¡Cállate! No hables tan alto que me van a encontrar los niños».

¡Se había pasado toda la noche debajo de la paja esperando a que los niños lo encontraran! El zen es así de inocente y esa inocencia es divina. Esa inocencia no hace distinciones entre el bien y el mal, no hace distinciones entre este mundo y el otro, ni hace distinciones entre esto y aquello. Esa inocencia es ser como se es.

Y ese ser las cosas como son constituye la esencia misma de la religiosidad.

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