Compasi?n
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`Compasi?n` es un t?rmino que se ha usado para describir una amplia gama de comportamientos y actitudes humanas, desde la misericordia hasta la piedad y la caridad.
En este libro Osho examina la naturaleza de la compasi?n desde una perspectiva radicalmente distinta. Nos se?ala que la `pasi?n` se encuentra en la ra?z de la palabra, y procede a examinar las hip?tesis sobre el verdadero significado de aquel t?rmino.
Muchos supuestos actos de compasi?n, dice ?l, est?n te?idos de un sutil sentimiento de autoimportancia o deseo de reconocimiento. Otros se sustentan no en el deseo de ayudar a los dem?s sino en el de obligarlos a cambiar. Utilizando historias de la vida de Jes?s, de Buda y del mundo del zen, Osho muestra c?mo surge de nuestro interior el camino hacia la aut?ntica compasi?n, empezando por una profunda aceptaci?n y amor por uno mismo. Solo entonces, dice Osho, puede florecer la compasi?n y convertirse en una fuerza sanadora, arraigada en la aceptaci?n incondicional del otro tal y como es.
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Lo segundo es que la compasión tampoco es el supuesto amor. Tiene la calidad esencial del amor, pero no es lo que tú conoces por amor. Tu amor no es más que lujuria disfrazada de amor. Tu amor no tiene nada que ver con el amor; es una especie de explotación del otro pero con un bonito nombre, un gran eslogan.
No haces más que repetir, «te quiero», pero ¿alguna vez has querido a alguien? Simplemente has utilizado a los demás, pero no los has querido. ¿Cómo es posible que utilizar a los demás sea amor? En realidad, utilizar a los demás es el acto más destructivo del mundo, porque utilizar al otro como un medio es un acto criminal.
Immanuel Kant, al describir su concepto de moral, dice que la utilización del otro es inmoral, es el mayor acto inmoral. Nunca utilices al otro como un medio, porque todo el mundo es un fin en sí mismo. Respeta al otro como un fin en sí mismo. Cuando respetas al otro como un fin en sí mismo, lo estás amando. Cuando empiezas a utilizar al otro -el marido que usa a la mujer o la mujer que usa al marido- es porque hay algún motivo. Y esto lo puedes comprobar en cualquier sitio.
La gente no se destruye por odio, la gente se destruye por lo que llaman amor. No pueden analizarlo porque lo llaman amor. Como lo llaman amor, creen que debe de ser bueno, pero no es así. La humanidad sufre por esa enfermedad que llaman amor. Si lo analizas en profundidad no encontrarás más que pura lujuria. La lujuria no es amor. La lujuria quiere poseer, pero el amor quiere dar. La lujuria insiste en «consigue todo lo que puedas dando lo menos posible. Da menos y consigue más. Si tienes que dar, hazlo para que piquen».
La lujuria es un buen negocio. Sí, tienes que dar algo para conseguir algo, pero la idea es conseguir más y dar menos. Esta es una mentalidad comerciante. Si puedes conseguir sin dar, ¡mejor! Si no puedes conseguir sin dar nada, entonces da un poquito; pero finge que estás dando mucho y arrebátale todo al otro.
La lujuria es aprovechamiento. El amor no es aprovechamiento. La compasión no es amor en el sentido habitual y, sin embargo, es amor en el verdadero sentido. La compasión solo da, no piensa en recibir nada a cambio, pero eso no significa que no reciba nada a cambio, no, no se te ocurra pensarlo ni por un instante. Cuando das sin pensar en recibir nada a cambio recibes mil veces más, pero eso es algo que no tiene nada que ver contigo. Cuando quieres recibir demasiado, solo te decepcionas y no recibes nada. Al final solo consigues desilusionarte.
Todas las aventuras amorosas acaban con una desilusión. ¿No te has dado cuenta de que las aventuras amorosas al final te sumen en un pozo de tristeza y depresión, y tienes la sensación de haber sido engañado? En la compasión no hay desilusión porque la compasión no empieza con una ilusión. La compasión nunca pide nada a cambio, no necesita nada. En primer lugar, porque la persona compasiva siente que «no es mi energía lo que estoy dando, sino la energía de la existencia misma. ¿Quién soy yo para pedir algo a cambio? Ni siquiera tiene sentido esperar recibir las gracias».
Esto es lo que le ocurrió a Jesús cuando se le acercó un hombre que se curó cuando lo tocó. El hombre le dio las gracias a Jesús, naturalmente, estaba extraordinariamente agradecido. Padecía desde hacía muchos años una enfermedad que no tenía cura y los médicos le habían dicho «No se puede hacer nada, tienes que aceptarlo». ¡Y luego se curó! Pero Jesús le dijo: «No señor, no me lo agradezcas a mí, agradéceselo a Dios. ¡Es algo que ha ocurrido entre tú y Dios! Yo no tengo nada que ver. Es tu fe la que te ha curado y gracias a ella has podido disfrutar de la energía de Dios. Yo, como mucho, soy un puente, un puente a través del cual la energía de Dios y tu fe se han dado la mano. No tienes que preocuparte por mí ni debes estarme agradecido. Da gracias a lo divino, da gracias a tu propia fe. Entre tú y lo divino ha sucedido algo. Yo no tengo ninguna parte en esto».
Esto es la compasión. La compasión no tiene la sensación de estar dando pero sigue dando, no tiene la sensación de «yo soy quien da». Pero después, la existencia responde de mil maneras. Si doy un poco de amor empieza a fluir el amor por todas partes. El hombre compasivo no está intentando arrebatar nada, no es codicioso. No espera nada a cambio, continúa dando. Y no para de recibir, pero eso no está en su mente.
En segundo lugar, la compasión no es lo que llamamos amor, sino el verdadero amor.
Y en tercer lugar: la compasión es inteligencia pero no intelecto. Cuando la inteligencia se libera de todas las formas, de todas las formas lógicas, cuando la inteligencia se libera del raciocinio, cuando se libera de la supuesta racionalidad -porque la racionalidad es una reclusión-, cuando la inteligencia es libertad, entonces es compasión. Un hombre compasivo es terriblemente inteligente, pero no es un intelectual. Puede ver hasta el trasfon-do, tiene una visión absoluta, tiene verdaderos ojos para ver, no hay nada que se le pueda ocultar, pero no se trata de adivinar. No usa la lógica ni la deducción, es porque tiene una visión clara.
Recuérdalo: el hombre compasivo no es un hombre falto de inteligencia pero no es un intelectual. Tiene una extraordinaria inteligencia, es la personificación misma de la inteligencia. Es puro resplandor. Sabe pero no piensa. ¿De qué sirve pensar cuando sabes? Pensar solo es un sustituto. Cuando no sabes, piensas. Pensar es un proceso sustitutivo -y recuerda que es un mero sustituto-. Cuando puedes saber, cuando puedes ver, ¿para qué vas a molestarte en pensar?
El hombre compasivo sabe; el intelectual piensa. El intelectual es un pensador y el hombre compasivo es un no pensador, un no intelectual. Es inteligente, tiene una enorme inteligencia pero su inteligencia no funciona a través del patrón del intelecto. Su inteligencia funciona intuitivamente.
Y en cuarto lugar: la compasión no es un sentimiento, porque un sentimiento tiene dentro de sí muchas cosas que no son compasión en absoluto. El sentimiento tiene sentimentalismo y emotividad, pero estas cosas no existen en la compasión. El hombre compasivo siente, aunque sin emociones. Siente, pero no hay sentimentalismo. Hará lo que sea necesario hacer sin que esto le afecte. Debemos comprender esto a fondo. Cuando comprendes lo que es la compasión, comprendes lo que es un buda.
Si alguien sufre, un hombre de sentimientos empezará a llorar. Llorar no sirve de mucho. A alguien se le está quemando la casa, el hombre de sentimientos empezará a gritar y a llorar, y se dará golpes en el pecho. Eso no servirá de nada. ¡El hombre compasivo empezará a hacer algo! No llorará, porque no tiene sentido; las lágrimas no sirven para nada. Las lágrimas no pueden apagar el fuego, las lágrimas no van a convertirse en medicinas para los que sufren, ni pueden ayudar a un hombre que se está ahogando. Hay un hombre ahogándose en la orilla y tú estás llorando y gritando, llorando y gritando desesperadamente. Eres un hombre de sentimientos, seguro, pero no un hombre compasivo. El hombre compasivo pasa inmediatamente a la acción. Su acción es inmediata, no lo duda ni un instante. Su acción es instantánea; en cuanto surge algo en su visión, inmediatamente lo convierte en acción. No es que él mismo lo convierta sino que se convierte en acción. Su comprensión y su acción son dos aspectos del mismo fenómeno, no son dos cosas independientes. Una parte se llama entendimiento y la otra parte se llama acción.
Por eso digo que un hombre religioso, por su propia naturaleza, está implicado y comprometido con la vida. No llorará o gimoteará. Un hombre de sentimiento aparenta ser a veces un hombre de compasión. Pero no os dejéis confundir, el hombre de sentimientos no sirve para nada. Al contrario, complicará aún más las cosas. No ayudará sino que aumentará la confusión; en vez de ayudar dificultará.
El hombre compasivo es muy perspicaz, simplemente actúa, sin lágrimas, sin emociones. No es frío pero tampoco es caliente. Simplemente es cálido y fresco. Esta es la paradoja del hombre compasivo. Es cálido porque es amoroso, sin embargo se mantiene fresco. Pase lo que pase, nunca deja de estar fresco y actuar desde esta calma. Puede ayudar porque conserva la calma.
Para tener una visión en cuatro dimensiones de qué es la compasión debes comprender estas cuatro cosas. ¿Cómo surge la compasión? La compasión no se puede cultivar, si la cultivas se convierte en bondad. ¿Cómo se puede dar vida a esta compasión? No puedes profundizar en las escrituras, no puedes leer, lo que ha dicho Buda o lo que ha dicho Cristo no te puede ayudar porque eso introduce el intelecto pero no aporta inteligencia. No puedes seguir amando del modo que has amado hasta ahora. Si siempre vas en la misma dirección no alcanzarás la compasión. Tu amor no va en la dirección adecuada. Si sigues yendo por el mismo camino -si escuchas a Buda hablando del amor o a Cristo hablando del amor y piensas: «Bien. Tengo que seguir amando como he amado hasta ahora»- obtendrás más cantidad, pero la calidad seguirá siendo la misma. Seguirás yendo en la misma dirección.
Lo que está básicamente mal es la dirección. No has amado. Cuando esto cale a fondo en tu corazón, que «todavía no he amado»… Sí, es terrible sentir que «todavía no he amado», es muy duro. Podemos pensar que los demás no han amado -eso es lo que pensamos: «nadie me ha amado. Está bien, la gente es difícil»-, pero darte cuenta de que tú no has amado te destroza el ego.
Por eso los seres humanos no quieren darse cuenta del simple hecho de que todavía no han amado. Y como no quieren darse cuenta, no ven. Y como no ven, nunca podrán transformarse. Seguirán girando en el mismo surco; seguirán repitiendo las mismas cosas mecánicamente. Y volverán a desilusionarse una y otra vez.
¿Cómo originar la compasión? Si se hubiese tratado solo de tu amor podrías haber seguido en la misma dirección. Lo adecuado sería ir más rápido, correr más y ser más veloz. Pero no estás yendo en la dirección correcta, de manera que si vas más deprisa, en vez de acercarte, te estarás alejando a más velocidad. La velocidad no va a ayudarte porque, para empezar, estás yendo en la dirección equivocada, que es la dirección de la lujuria y el deseo. Entonces, ¿cómo originar la compasión? Insisto en que tampoco es sentir; puedes llorar amargamente, flagelarte, llorar mil y una lágrimas por los mil y un sufrimientos que hay a tu alrededor, puedes convertirte en un sentimental y que te afecte toda la gente de Vietnam, Pakistán o cualquier otro sitio, puedes dejar que todos los pobres te afecten.
León Tolstoi recuerda a su madre en sus memorias. Dice que era una buena mujer, muy buena; buena en el sentido que he descrito, pero no en el sentido de la compasión. Era muy buena, tan buena que solía llorar siempre en el teatro. Eran muy ricos y pertenecían a la nobleza. Había un sirviente que solía acompañar a la madre de León Tolstoi al teatro cargado de pañuelos, porque le hacían falta durante toda la obra. No paraba de llorar. Tolstoi dice: «Pero me sorprendía ver que en Rusia, incluso cuando era invierno y hacía mucho frío, con temperaturas bajo cero y nevando, ella entraba en el teatro mientras el conductor de la carroza se quedaba esperando de pie, fuera de la carroza, helándose de frío bajo la nieve, incluso llegando a ponerse enfermo, pero ella nunca se acordaba de este hombre que sufría esperándola en la gélida noche, aunque derramara lágrimas por algo que había visto en el teatro».