El Lago Sin Nombre
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Cuando los tanques entran en la plaza de Tiananmen, la vida de Diane Wei Liang cambia para siempre. Estudiante de la Universidad de Pek?n, ella y su amigo Dong Yi participan en una demostraci?n pac?fica que provoca la respuesta sangrienta y dura del gobierno chino. La condena pol?tica en todo el mundo no cambia el hecho de que esta terrible masacre ocurri? ante los ojos de millones de personas.
Los dram?ticos acontecimientos del 4 de junio de 1989 pusieron fin a los sue?os de una vida mejor, de democracia, libertad… y de amor de muchos j?venes, chinos. Entre ellos, Diane y Dong Yi, que deben huir de Pekin y no vuelven a verse.
Siete a?os m?s tarde, Diane regresa a su pa?s natal para tratar de encontrarlo. Entonces recuerda su infancia y juventud, sus a?os universitarios y aquellos tr?gicos sucesos.
El lago sin nombre es el relato de Diane que fue testigo de aquel traum?tico periodo. Nos presenta un viaje personal a su propio pasado, una historia de amor, as? como un testimonio pol?tico que nos lleva desde la Revoluci?n Cultural hasta un momento determinante en la historia reciente de China.
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– ¿Te acuerdas de cuando había peces en el lago? -dije.
– He venido a despedirme. Esta noche me marcho de Pekín. -Levanté la mirada. Él la bajó-. Pronto empezarán a detener gente. Hay muchos que han pasado a la clandestinidad. Puede que aún haya más que tengan que hacerlo.
– ¿Adónde irás?
– Primero quiero volver a Taiyuan. Quiero ver a mi familia y que sepan que estoy bien. Las líneas telefónicas estaban cortadas en el Spoon Garden, de modo que no pude ponerme en contacto con Lan.
– Sí, ya lo sé, la centralita principal ayer cerró la mayor parte de las líneas. Pero ¿estarás a salvo en Taiyuan? El primer lugar donde irán a buscarte será tu ciudad natal.
– Quizá después tenga que marcharme a otro sitio, pero todavía no sé dónde.
Las farolas se encendieron con un parpadeo cuando empezó a oscurecer.
– ¿Cómo vas a salir de Pekín? -pregunté.
No creía que pudiera ir a la estación y sacar un billete sin más. Por otro lado, podría ser que los trenes aún no funcionaran.
– Me ayudarán unos amigos.
– ¿Cuándo volverás?
– No lo sé. Pronto, espero. -Me tomó por los hombros y me miró intensamente a los ojos-. Pero volveré antes de que te vayas a Estados Unidos. Te lo prometo. Vendré a verte. ¿Me esperarás?
– Sí, claro. No te preocupes por eso. Márchate en seguida. Te esperaré, te lo prometo.
Tuvo que irse. Al parecer, su viaje ya estaba arreglado.
Aquella noche no había luna, y sentí como si algo se me cayera por entre las yemas de los dedos, perdido para siempre.