Martes Con Mi Viejo Profesor
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Martes con mi viejo profesor refleja todos los valores humanos a la perfecci?n, encerrando en ?l una lecci?n de vida para todos, ya que nos narra el testimonio de las repetidas visitas durante cada martes, entre Mitch Albom y su viejo profesor, Morrie Schwartz, al cual le han diagnosticado una terrible enfermedad terminal, la ELA. A trav?s de estos encuentros llenos de conexi?n y complicidad ambos, alumno y maestro, intercambian ideas y reflexionan sobre la muerte, la familia, el perd?n o el amor entre otros temas de la vida cotidiana, encerrando as? una ense?anza subliminar fruto de un extraordinario testamento espiritual que nos ayudar? a encontrarnos a nosotros mismos a la vez que nos instar? a reflexionar sobre nuestra vida de la mano de un hombre que depende por completo de los dem?s, pero que luchar? hasta el final con el mayor optimismo. Esta fabulosa obra est? llena de sencillez, pero a la vez, cargada de emoci?n y vitalidad, es uno de esos relatos que hacen que te plantees la vida, de los que dejan huella, y de los que dificilmente se olvidan.
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A pesar de todo lo que le estaba pasando, tenía la voz fuerte y atractiva, y su mente vibraba con un millón de pensamientos. Estaba decidido a demostrar que la palabra «moribundo» no era sinónimo de «inútil».
Pasó el día de Año Nuevo. Aunque Morrie no se lo dijo a nadie, sabía que aquél sería el último año de su vida. Por entonces iba en silla de ruedas y luchaba contra el tiempo para decir todas las cosas que quería decir a todas las personas a las que amaba. Cuando un compañero suyo de la Universidad de Brandeis murió repentinamente de un ataque al corazón, Morrie asistió a sus funerales. Volvió a su casa deprimido.
– ¡Qué desperdicio! -decía-. Tantas personas diciendo cosas maravillosas, e Irv no pudo oír nada.
Morrie tuvo una idea mejor. Hizo algunas llamadas. Fijó una fecha. Y una fría tarde de domingo se reunió con él en su casa un pequeño grupo de amigos y de familiares para celebrar unos «funerales en vida». Todos tomaron la palabra y rindieron homenaje a mi viejo profesor. Algunos lloraron. Otros rieron. Una mujer leyó una poesía:
Morrie lloraba y reía con ellos. Y Morrie dijo aquel día todas esas cosas que se sienten y que nunca llegamos a decir a los que amamos. Sus «funerales en vida» tuvieron un éxito resonante.
Sólo que Morrie no había muerto todavía.
De hecho, estaba a punto de iniciarse la parte más singular de su vida.
