El Curioso Incidente Del Perro A Medianoche
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"El curioso incidente del perro a medianoche" es una novela que no se parece a ninguna otra. Elogiada con entusiasmo por autores consagrados como Oliver Sacks e Ian McEwan, ha merecido la aprobaci?n masiva de los lectores en todos los pa?ses donde se ha publicado, adem?s de galardones como el Premio Whitbread y el Premio de la Commonwealth al Mejor Primer Libro. Su protagonista, Christopher Boone, es uno de los m?s originales que han surgido en el panorama de la narrativa internacional en los ?ltimos a?os, y est? destinado a convertirse en un h?roe literario universal de la talla de Oliver Twist y Holden Caulfield.
A sus quince a?os, Christopher conoce las capitales de todos los pa?ses del mundo, puede explicar la teor?a de la relatividad y recitar los n?meros primos hasta el 7.507, pero le cuesta relacionarse con otros seres humanos. Le gustan las listas, los esquemas y la verdad, pero odia el amarillo, el marr?n y el contacto f?sico. Si bien nunca ha ido solo m?s all? de la tienda de la esquina, la noche que el perro de una vecina aparece atravesado por un horc?n, Christopher decide iniciar la b?squeda del culpable. Emulando a su admirado Sherlock Holmes el modelo de detective obsesionado con el an?lisis de los hechos-, sus pesquisas lo llevar?n a cuestionar el sentido com?n de los adultos que lo rodean y a desvelar algunos secretos familiares que pondr?n patas arriba su ordenado y seguro mundo.
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Había montones de gente en el tren, y eso no me gustó, porque no me gustan los montones de gente que no conozco y aún lo odio más si estoy apretujado en una habitación con montones de gente que no conozco, y un tren es como una habitación y no puedes salir de él cuando está en marcha. Y me hizo pensar en la vez que tuve que volver del colegio en el coche, porque el autocar se había estropeado y Madre vino y me recogió y la señora Peters le preguntó a Madre si podía llevar a Jack y Polly a casa, porque sus madres no podían venir a recogerlos, y Madre dijo que sí. Pero yo empecé a gritar en el coche porque había demasiadas personas en él y Jack y Polly no iban a mi clase y Jack da cabezazos contra las cosas y hace un ruido como el de un animal, y traté de salir del coche, pero aún estaba en movimiento y me caí a la calle y tuvieron que ponerme puntos en la cabeza, y tuvieron que afeitarme el pelo y tardó 3 meses en volver a crecerme como estaba antes.
Así que me quedé muy quieto en el vagón del tren.
Y entonces oí que alguien decía:
– Christopher.
Y pensé que sería alguien que yo conocía, como un profesor del colegio o una de las personas que viven en nuestra calle, pero no lo era. Era otra vez el policía. Y me dijo:
– Te he pillado justo a tiempo. -Y respiraba muy agitadamente y se sujetaba las rodillas.
Y yo no dije nada.
Y él dijo:
– Tenemos a tu padre en la comisaría.
Y pensé que iba a decir que habían arrestado a Padre por matar a Wellington, pero no lo hizo. Dijo:
– Te está buscando.
Y yo dije:
– Ya lo sé.
Y él dijo:
– Bueno, ¿y por qué te vas a Londres?
– Porque me voy a vivir con Madre -dije yo.
Y él dijo:
– Bueno, pienso que tu padre quizá tenga algo que decir al respecto.
Y entonces pensé que iba a llevarme de vuelta con Padre y eso me daba miedo porque él era un policía y se supone que los policías son buenos, así que empecé a correr, pero él me agarró y yo grité. Y entonces me soltó. Y dijo:
– Bueno, a ver, no nos pongamos nerviosos. -Y entonces dijo-: Voy a llevarte conmigo a la comisaría y tú y yo y tu padre podremos sentarnos y charlar un poco sobre quién va adonde.
Y yo dije:
– Yo me voy a vivir con Madre, en Londres.
– No, ahora mismo no -dijo él.
Y yo dije:
– ¿Han arrestado a Padre?
Y él dijo:
– ¿Arrestarlo? ¿Por qué?
Y yo dije:
– Mató a un perro. Con una horca de jardín. El perro se llamaba Wellington.
Y el policía dijo:
– ¿De verdad hizo eso?
– Sí, lo hizo -dije.
Y él dijo:
– Bueno, también podemos hablar sobre eso. -Y entonces dijo-: Vamos, jovencito, creo que ya has corrido suficientes aventuras por un día.
Y entonces tendió una mano para tocarme otra vez y yo empecé a gritar otra vez, y él dijo:
– Ahora escúchame, mocoso. O haces lo que te digo o voy a tener que hacerte…
Y entonces el tren dio una sacudida y empezó a moverse.
Y entonces el policía dijo:
– Me cago en la leche.
Y entonces miró al techo del tren y puso las manos juntas delante de su boca como hace la gente cuando le rezan a Dios en el cielo y respiró muy fuerte contra sus manos e hizo un ruido como un silbido, y entonces paró, porque el tren dio una sacudida otra vez y tuvo que cogerse de una de las agarraderas que colgaba del techo. Y entonces dijo:
– No te muevas.
Sacó el walkie-talkie y apretó un botón y dijo:
– ¿Rob…? Sí, soy yo, Nigel. Estoy atrapado en el maldito tren. Aja. Ni siquiera… Mira, para en Didcot Parkway. Haz que alguien venga a recogernos con un coche… Gracias. Dile a su viejo que lo tenemos, pero que vamos a tardar un ratito, ¿de acuerdo? Genial.
Y entonces desconectó el walkie-talkie y dijo:
– Vamos a sentarnos. -Y señaló dos asientos alargados cerca de allí que estaban uno frente al otro, y dijo-: Siéntate ahí. Y nada de hacer el payaso.
Y la gente que estaba sentada en los asientos se levantó y se fue porque él era policía y nos sentamos uno delante del otro. Y él dijo:
– Eres todo un elemento, chico. Jesús.
Y me pregunté si el policía me ayudaría a encontrar 451c Chapter Road, Londres NW2 5NG.
Y miré por la ventanilla y estábamos pasando fábricas y cementerios de coches llenos de coches viejos y había 4 caravanas en un campo lleno de barro, con 2 perros y ropa tendida.
Y fuera de la ventanilla era como un mapa, sólo que en 3 dimensiones y a tamaño natural porque era lo que el mapa representaba. Y había tantas cosas en él que me dolió la cabeza, así que cerré los ojos, pero entonces volví a abrirlos porque era como volar, pero más cerca del suelo, y yo creo que volar es bueno. Y entonces empezó el campo y había campos de cultivo y vacas y caballos y un puente y una granja y más casas y montones de carreteras pequeñas con coches en ellas. Y eso me hizo pensar que debía de haber millones de kilómetros de vía de tren en el mundo y que todas pasan por delante de casas y carreteras y ríos y campos, y eso me hizo pensar en cuánta gente debe de vivir en el mundo y que todos tienen casas y carreteras por las que viajar y coches y mascotas y ropa y todos comen y se van a la cama y tienen nombres y eso hizo que me doliera la cabeza, también, así que cerré otra vez los ojos y conté y gemí.
Y cuando abrí los ojos el policía estaba leyendo un periódico llamado The Sun, y en la primera plana ponía El escándalo de 3 millones de libras de la amiguita de Anderson y llevaba la foto de un hombre y debajo otra foto de una señora en sujetador.
Entonces practiqué un poco de mates en mi cabeza, resolviendo ecuaciones de segundo grado, utilizando la fórmula
Y entonces tuve ganas de hacer pipí, pero estaba en un tren. No sabía cuánto tardaríamos en llegar a Londres y sentí que me entraba el pánico, así que empecé a tamborilear rítmicamente en el cristal con los nudillos para no pensar que tenía ganas de hacer pipí, y miré el reloj y esperé 17 minutos, pero cuando tengo ganas de hacer pipí, tengo que ir muy deprisa, que es por lo que me gusta estar en casa o en el colegio, y siempre voy a hacer pipí antes de subir al autocar, y por eso se me escapó un poquito y me mojé los pantalones.
Y entonces el policía me miró y dijo:
– Oh, Dios santo, te has… -Y entonces bajó el periódico y dijo-: Por el amor de Dios, ve al maldito lavabo, ¿quieres?
Y yo dije:
– Pero estoy en un tren.
Y él dijo:
– En los trenes hay lavabos, ¿sabes?
Y yo dije:
– ¿Dónde está el lavabo en el tren?
Y el policía señaló y dijo:
– Pasando por esas puertas, allí. Pero te estaré echando un ojo, ¿entendido?
Y yo dije:
– No -porque sabía lo que significaba «echando un ojo», y él no podría vigilarme cuando yo estuviera en el lavabo.
Y dijo:
– Maldita sea, ve al lavabo y ya está.
Así que me levanté de mi asiento y cerré los ojos de forma que mis párpados no dejaran más que dos ranuras para no ver a las demás personas en el tren, y caminé hasta la puerta, y cuando pasé a través de la puerta había otra puerta a la derecha y estaba medio abierta y decía LAVABO, así que entré.
Y dentro era horrible porque había caca en el asiento del váter y olía a caca, como el lavabo del colegio cuando Joseph ha ido a hacer caca solo, porque juega con ella.
Y yo no quería usar el váter por la caca, que era caca de gente que yo no conocía y era marrón, pero tenía que hacerlo, porque realmente tenía ganas de hacer pipí. Así que cerré los ojos e hice pipí y el tren se tambaleó y mucho fue a parar al asiento y al suelo, pero me sequé el pene con papel de váter y tiré de la cadena. Entonces traté de usar el lavamanos pero el grifo no funcionaba, así que me escupí en las manos y me las sequé con un pañuelo de papel y lo tiré al váter.
Entonces salí del lavabo y vi que enfrente del lavabo había dos estantes con maletas y una mochila y eso me hizo pensar en el armario del lavadero de casa y en que a veces me meto en él y eso hace que me sienta a salvo. Así que me subí al estante de en medio y moví una de las maletas como si fuera una puerta de manera que me quedé encerrado. Estaba oscuro y no había nadie allí conmigo y no se oía hablar a la gente, así que me sentí mucho más tranquilo.
Y entonces hice más ecuaciones de segundo grado como
0 = 437X 2 + 103X + 11
y
0 = 79X 2 + 43X + 2.089
e hice que algunos de los coeficientes fueran mayores, de manera que fueran difíciles de resolver.
Y entonces el tren empezó a reducir la velocidad y alguien vino y se quedó de pie cerca del estante y llamó a la puerta del lavabo, y era el policía y dijo:
– ¿Christopher…? ¿Christopher…? -Y entonces abrió la puerta del lavabo y dijo-: Maldita sea.
Y estaba realmente cerca o sea que le vi el walkie-talkie y la porra en el cinturón y alcancé a oler su loción para después del afeitado, pero él no me vio a mí, y yo no dije nada porque no quería que me llevara con Padre.
Y entonces se fue otra vez, corriendo.
El tren se paró, y me pregunté si sería Londres, pero no me moví porque no quería que el policía me encontrara.
Y entonces vino una señora con un jersey de lana, con abejas y flores, y cogió la mochila del estante de encima de mi cabeza y dijo:
– Me has dado un susto de muerte.
Pero yo no dije nada. Y entonces ella dijo:
– Creo que alguien te está buscando ahí fuera en el andén.
Pero yo seguí sin decir nada.
Y ella dijo:
– Bueno, es asunto tuyo. -Y se fue.
Y entonces pasaron tres personas más y una de ellas era un hombre negro con un largo vestido blanco y puso un gran paquete en el estante encima de mi cabeza pero no me vio.
Y entonces el tren empezó a moverse otra vez.