La Provincia Del Hombre
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No sirve de nada; uno puede cantarse coros a s? mismo, admirar a can?bales, estar doscientos a?os bajando por el tronco de un ?rbol al que antes hab?a trepado; uno puede encerrar al mes como a un loco, en inofensivas cruzadas ir de peregrinaci?n a Palestina con toda una quincaller?a en el cuerpo, escuchar a Buda, amansar a Mahoma, creer en Cristo, vigilar un capullo, pintar una flor, malograr la aparici?n de una fruta; uno puede tambi?n ir detr?s del sol, as? que ?ste se dobla; ense?ar a los perros a maullar, a los gatos a ladrar, devolverle todos los dientes a un centenario, cosechar bosques, regar calvas, castrar vacas, orde?ar bueyes; uno puede hacerlo todo con excesiva facilidad (termina uno tan r?pidamente con todo), aprender la lengua del hombre de Neanderthal, cortar los brazos de Shiva, quitar de las cabezas de Brahma los Vedas que est?n anticuados, vestir los Vedas desnudos; impedir que en los cielos de Dios canten los coros de ?ngeles, espolear a Lao-Tse; incitar a Confucio a que asesine a su padre, arrebatarle a S?crates la copa de cicuta; quitarle de la boca la inmortalidad; uno puede…, pero no sirve de nada, no hay nada que sirva para nada, no hay qu? hacer, no hay m?s pensamiento que ?ste: ?cu?ndo se dejar? de asesinar?
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Cobarde, realmente cobarde lo es únicamente el que tiene miedo a sus recuerdos.
Toda lengua está impregnada y animada de criaturas por las que se tiene el máximo desprecio. Se habla de sapos y bichos, de serpientes, gusanos y cerdos. ¿Qué pasaría si de repente perdiéramos todas las palabras y sus correspondientes objetos dignos de desprecio?
¡Si cada uno de los hombres supiera cuántos le están observando de arriba abajo!
En Inglaterra no le alaban a uno a la cara; para esto tiene la gente perros. Para todo lo que se hace con ellos está permitida la alabanza.
Allí la gente no va nunca sola, únicamente en grupos de cuatro a ocho personas; con los cabellos de uno entrelazados con los de otro y sin que se pueda deshacer esta maraña.
Las religiones se contagian unas a otras. Así que entramos en una, la otra empieza a cobrar vida en nosotros.
Hombres a dos y a tres . Algunos, los momentos más importantes de su vida los buscan en situaciones en las que están con otra persona; otros, en situaciones en las que están con dos personas. Existen también otras constelaciones preferidas por la gente – una muy conocida es la del aislado -, pero lo que más abunda son hombres a dos y hombres a tres. Estos últimos no pueden imaginarse el amor sin que, en última instancia, tengan la vista puesta en un hijo; los primeros son los que menos soportan la idea de un hijo cuando aman. A los hombres a tres les gusta reunir forasteros y se sienten como jueces en medio de ellos; los hombres a dos separan a los desconocidos y sólo quieren juntarse con cada uno de ellos por separado. Los terciarios piensan en los padres juntos y les desespera la idea de separarlos y de dedicarse ahora a uno ahora a otro. Los binarios tienen un padre o una madre, y a uno de ellos lo descuidan o lo minusvaloran por el otro.
Teniendo a la vista estas relaciones, podríamos encontrar fácilmente la estructura de una vida y llegar a predecir acontecimientos probables.
