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La Feria

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La Feria
Название: La Feria
Автор: Arreola Juan Jos?
Дата добавления: 16 январь 2020
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La Feria - читать бесплатно онлайн , автор Arreola Juan Jos?

Una de las grandes obras de Arreola. Sale a la luz p?blica en 1963. Con matices plenarios desdibuja la ret?rica significaci?n de Zapotl?n.

La feria es una novela que no se ajusta a los modelos formales e imperantes en los tiempos de su aparici?n (1963), si bien ya se hablaba de que la modernidad hab?a llegado a la novel?stica mexicana gracias a obras como Al filo del agua, de Agust?n Y??ez, y Pedro P?ramo, de Juan Rulfo.

Juan Jos? Arreola se desentiende del orden l?gico de la novela tradicional (inicio-cl?max-desenlace) y en vez de eso ofrece una serie de cuadros y vi?etas con aparente falta de composici?n para contar una historia, asimismo, imprecisa seg?n los c?nones. ?Qu? cuenta Arreola en La feria? Muchas cosas y ninguna en especial, o mejor, da cuenta de hechos y situaciones, de personajes y voces que, al aglutinarse, dan cuerpo a la vida de una poblaci?n, Zapotl?n el Grande.

En La feria se ve la constante preocupaci?n que ha templado a las sociedades latinoamericanas, la disyuntiva tradici?n-modernidad, como una constante que ha inquietado a los gobiernos y a los grupos de ?lites en la lucha por el poder para presentar un proyecto de naci?n.

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Después de todo, no podemos decir que los Juegos Florales hayan sido un fracaso, dada la calidad de las obras premiadas. Al margen del regocijo populachero y de las pompas litúrgicas, nosotros mantuvimos vivo el culto a la belleza, durante este holocausto melancólico a las musas…

Porque yo os digo en verdad que dondequiera que se reúnan dos o tres espíritus en nombre de la Santa Poesía, allí reverdecerá el Jardín de Academo, y se abrirán otra vez las rosas provenzales de Clemencia Isaura…

***

La alegría y el terror de los chicos son los Viejos de la danza. Mientras el conjunto baila, muy recio y en serio, los Viejos se meten con el público, sobre todo con los niños y las mujeres. Tal vez son útiles para que entre la danza y los mirones haya espacio suficiente. Llevan puestas unas máscaras de tecomate con clientes de puerco y barbas de chivo. El traje es de lo más variado, y hay algunos de levita y sombrero de copa. Se ponen encima cuanto se les ocurre, y en la mano llevan siempre armas agresivas: machetes y bastones de palo, ballestas de otate, hachones de ocote y chicotes de cuero crudío. Con ellas amenazan a los espectadores, pero a veces se les pasa la mano.

***

– Lo más hermoso fue el final de la ceremonia, cuando todos los prelados, por orden jerárquico, se levantaban de sus lujosos asientos y depositaban humildemente sus mitras recamadas de piedras preciosas y sus báculos de oro a los pies de Señor San José… Como unos son ya muy viejos, caminaban con dificultad bajo las pesadas vestiduras, se quitaban la mitra con torpeza, y cuando hacían la genuflexión, uno creía que ya no iban a poder levantarse. A mí fue lo que más me gustó de toda la ceremonia.

***

– La vela de cera de doscientos pesos fue uno de los mejores éxitos de la feria, para que es más que la verdad, y llamó mucho la atención de los visitantes. No daba mucha luz que digamos, pero parecía un obelisco de alabastro con una estrellita que parpadeaba en la punta. El mismo Legado Apostólico dijo que nunca había visto nada igual. Alguien dijo entonces que se vería muy bonita en la Basílica de San Pedro. ¿Y por qué no? No es mala idea. Podríamos regalarla a Roma como agradecimiento por la Coronación… Que arda allí la cera que labraron las abejas de Zapotlán, como una oración dicha por todos nosotros…

***

– Los rumores de que el señor Cura se puso enfermo y tuvo que salir violentamente a Guadalajara, se confirmaron en la Coronación, pues no fue él sino el Auxiliar ahora nombrado, quien leyó el Breve de su Santidad. Es un hombre joven y estaba bastante nervioso. Como primero dio lectura al texto en latín, nos quedamos en ayunas pero oíamos que le temblaba la voz. Ya en español se equivocó varias veces y repetía las palabras. Claro, todo aquello fue muy solemne, y él estaba frente a altísimas personalidades, pero yo creo, y Dios me perdone si lo digo, que el recuerdo de nuestro señor Cura ausente no lo tenía muy tranquilo…

***

– Yo estoy indignado. Esa fiesta tan lujosa es un verdadero insulto a la población. No se hizo más que para los ricos, que a la hora de la hora y como siempre, se colgaron los galones. Iban vestidos como príncipes, de frac y con sombrero montado. Yo los estuve viendo entrar. El más ridículo de todos fue don Abigail, con su traje de Gran Caballero de Colón. Parecía que todo le quedaba apretado. Lástima que no fuera sábado de Gloria, porque daban ganas de tronarlo así, vestido de mamarracho.

***

– ¿Saben qué es en realidad lo que viene a ver todo ese gentío a la feria de Zapotlán? Pues eso que están viendo ustedes ahorita, el Desfile de los Canos Alegóricos, el Rosario, como le decimos aquí, las Andas, como les dicen en otras partes… Vean a Judith, frente a la tienda de Holofernes, sosteniendo por los cabellos la cabeza greñuda, mientras que en la diestra brilla el espadón ensangrentado… Vean a la hija de Faraón que recoge la cesta con Moisés pequeñito a las orillas del Nilo, a Abraham que alza el cuchillo sobre la cabeza de Isaac, atado como un cordero junto a la leña del sacrificio. El taller de Nazareth no debe faltar, porque es uno de los cuadros que más le gustan a la gente, con la Sagrada Familia en la intimidad: José trabaja en.su banco de carpintero, la Virgen hila o cose, mientras el Niño Jesús juega a unir dos trozos de madera para la cruz predestinada… En fin, véanlos todos, si tienen paciencia, son veintitantos… Fíjense en todas esas muchachas tan guapas que desde las nueve de la mañana están amarradas en postes de madera para que no se caigan y que muchas veces se desmayan de fatiga y calor pero que vuelven en sí y a su papel en cuanto les dan una labradita con alcohol alcanforado… Más dignos de admiración son los niños que a base de refrescos y golosinas se aguantan parados hasta las tres de la tarde.

¿Ya los vieron todos? Pues ahora viene el principal, que es el último del desfile, el Trono de Señor San fosé, la única anda que todavía se lleva en hombros y no sobre ruedas, como todas las demás…

Como ustedes pueden ver, la anda es muy grande y va sobre una plataforma de vigas y tablones que pesa una barbaridad. Generalmente es un monte de nubes, un pedestal de cirros y de nimbos donde flotan docenas de señoritas, de niños y niñas vestidos de ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos y dominaciones… Y en lo alto, Señor San José y la Virgen, bajo un dosel augusto, sostenido por doradas columnas salomónicas… A los lados del anda van dos mozos con pértigas, levantando en cada esquina los cables de luz para que el trono pueda pasar en toda su grandeza…

Ahora asómense para abajo. ¿Qué es lo que ven? Sí, son ellos, los miembros de la Comunidad Indígena que han alcanzado el honor de cargar con el santo y con su gloria. Son cien o doscientos aplastados bajo el peso de tantas galas, cien o doscientos agachados que pujan por debajo, atenuando con la cobija sobre el hombro los filos de la madera, y que circulan en la sombra sus botellas de tequila para darse ánimos y fuerzas. En cada esquina el anda se detiene, y muchos se echan en el suelo, a descansar sobre las piedras…

¡Adelante con la superestructura, pueblo de Zapotlán! ¡Animo, cansados cireneos, que el anda se bambolea peligrosamente como una barcaza en el mar agitado de la borrachera y el descontento!

***

…y en la penúltima de las ramadas estaba un indio vestido como ángel, representando a San Miguel, con una espada en la mano, como que hería a Lucifer, el cual era otro indio vestido a manera y figura de dragón, que estaba dando bramidos debajo de los pies del ángel…

***

– Aquí estamos todos, adorando a Dios y dados al diablo…

– Yo no soy Dios, yo soy un hombre tomo lodos ustedes, un artesano, un carpintero de obra blanca… No se los digo por asustarlos, pero no carguen sobre el suelo todo el peso de su cuerpo. Este pueblo está fincado sobre un valle de aluvión y sus tierras fértiles son puramente superficiales: ocultan una colosal falla geológica y ustedes están parados sobre una cáscara de huevo… Hagan otra vez la feria del año que viene, pero sean un poco más angelicales, y no gasten toda la pólvora en infiernitos…

***

…el comisario que se encargare de la Función no ha de hacer otras demostraciones públicas que graven a los pobres, porque en el caso de dictárselas su devoción, sólo ha de extenderlas a Novenario o a más gasto de cera, que es lo que principalmente dice culto, y no a las exterioridades de fuegos, que sirven más a la vanidad y pompa, ni a las comedias y toros, que antes destruyen la devoción y ceban los vicios…

***

– ¿Qué tal estuvo la feria?

– Como las naguas de tía Valentina: angostas de abajo y anchas de la pretina.

– Yo me divertí como Dios manda…

– A mi me robaron la cobija.

– Y las tierras ¿se las van a devolver a los indios?

– El año de la hebra y el mes del cordón…

– Primero me cuelgan del palo más alto.

– Para eso hay arriba y abajo.

– Dios Nuestro Señor dispuso que nosotros fuéramos arriba y que los indios cargaran con las andas…

– Al fin y al cabo que ellos también se divierten mucho por debajo…

– Ahora les hemos parado todos los pleitos y juicios…

– ¿Y el Día del Juicio Final?

– Ya tenemos todos nuestros papeles arreglados, con la debida anticipación…

***

Quiero que me deis satisfacción a mí y al mundo del modo de tratar estos mis vasallos… Y tengo de mandaros hacer gran cargo de las más leves omisiones en esto, por ser contra Dios y contra mí, y en total ruina y destrucción destos reinos, a cuyos naturales estimo y quiero que sean tratados como lo merecen vasallos que tanto sirven a la monarquía y la han engrandecido y lustrado. Yo el Rey.

***

– Pasen a tomar atole, todos los que van pasando…

***

– Y tú ya vete a dormir, contador impuntual y fraudulento. Pero como tu castillo de mentiras sostiene una sola verdad, yo te consiento, absuelvo y perdono. Y como creíste te sea hecho.

***

Nadie podía haber previsto lo que sucedió esta noche, última de la feria, a las doce en punto. Todo el pueblo estaba reunido en la plaza, rodeando el inmenso castillo pirotécnico, orgullo de todos nosotros y símbolo de la fiesta, erigido a un costado de la Parroquia por más de cincuenta obreros bajo las órdenes de don Atilano el cohetero. Nunca habíamos visto algo más bello y majestuoso.

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