Mazurca Para Dos Muertos
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Mazurca para dos muertos toma su t?tulo de un asesinato y una venganza, sucesos que no son sino dos puntos de referencia en el vasto hilo conductor de la obra, que se erige en un extenso retablo de unas vidas se?aladas por la sexualidad, la barbarie y la violencia f?sica, bajo la recurrencia c?clica de temas que, como la lluvia o el eje de carro, aluden a la continuidad inmutable del tiempo. El soporte principal de la novela es el fin?simo e infalible o?do de C. J. C., su sentido de la sonoridad (en lo armonioso tanto como en lo estridente y terrible) y de la rotunda m?sica verbal, que impone cada pasaje como una realidad irrefutable en virtud de su contundencia expresiva. La guerra civil, irrumpiendo en primer plano en el centro del libro, sit?a en una perspectiva hist?rica este recitativo de una maestr?a t?cnica y expresiva indeclinable, que llega al m?ximo refinamiento y a la magia tribal desde una est?tica que no elude enfrentarse a lo fatal o b?rbaro. Mazurca para dos muertos, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, es una de las obras maestras de su autor y ya actualmente un cl?sico mayor de la literatura de todos los tiempos en nuestra lengua.
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El P. Santisteban, S. J., no es muy distinguido para jesuita, parece un escolapio, y además no huele demasiado bien, vamos que hiede a chotuno o sea a macho cabrío.
– Lo que le pasa es que vive como un verdadero santo y descuida el aseo personal, él está ajeno a los respetos humanos.
– Claro, lo más probable.
– ¡Y tan probable, mi buena amiga, y tan probable!, porque, decidme, ¿de qué vale aromatizaros la carne mortal y los ropajes perecederos con mirra y almizcle, si perdéis el alma?
– ¡Anda, pues es verdad!
– ¡Y tanto que es verdad! Atendamos al gran negocio de la salvación del alma y demos de lado a las pompas y vanidades de este bajo mundo.
– Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero…
En 1935 no hubo ningún accidente en L.A.P.E., Líneas Aéreas Postales Españolas, habiendo recorrido en seis años de servicio un equivalente a 126 veces la vuelta al mundo. Mamerto Paixón inventó una máquina de volar a la que puso Anduriña de nombre, parecía un murciélago con pedales y piñón fijo pero le puso Anduriña.
– Le llamo así porque es el pájaro que mejor vuela, da gusto verlo planear, ¿se da usted cuenta, señorita Jesusa, de que si Dios quiere muy pronto andaré yo por los aires como una anduriña? Lo mejor será que me tire del campanario de San Xoan de Barrán para coger pulo.
– ¡No lo hagas, Mamertiño, que igual te deterioras!
– No, señorita, ya verá usted como no.
El domingo de pascuiña del año 1935, después de misa mayor, Mamerto se asomó al campanario de San Xoan, se calzó las alas de su máquina voladora y, ¡zas!, se lanzó al vacío, pero en vez de salir volando cayó a plomo sobre el santo suelo. Había venido mucha gente a verlo, habían venido hasta de Carballiño, de Chantada y de Lalín, de todas partes, y cuando Mamerto hubo de escarallarse se armó un revuelo considerable, todo el mundo corriendo de un lado para otro.
– ¡Calma, calma! -predicaba don Romualdo, el cura-. Está recién confesado y comulgado y se va al cielo derecho, ponedle una piedra de almohada y dejadlo expirar en paz y en gracia de Dios. ¡Preparado como en este momento no volverá a estarlo nunca!
– ¡Hombre, no! ¡Es mejor llevarlo a Orense, a ver si lo pueden salvar en el hospital!
– Haced lo que gustéis, yo declino toda responsabilidad en tan irreflexivas decisiones.
Don Romualdo era muy mirado en el hablar pero los feligreses lo oían como quien oye llover. A Mamerto Paixón lo envolvieron en una manta y lo llevaron a Orense en el taxi de Reboredo, que vino enseguida; llegó casi agonizante, pero hubo suerte en la operación y a los pocos días empezó a mejorar.
– ¿Quedó algo de la Anduriña?
– Poco, ¿por qué?
– Por nada, porque estoy deseando ponerme bueno para probar otra vez, yo creo que fue un fallo de la transmisión.
– Bueno, déjate de parvadas que ya libraste de buena, no se puede andar tentando a Dios todos los días.
Doña María Auxiliadora Mourence, viuda de Porras, la madre de la moza que no quiso casarse con Adolfito porque iba para muerto, era una dama gorda, muy gorda, con juanetes y de andar renqueante que tenía isócronamente acompasados sus reflejos, características y exhalaciones varias, el orden es el orden, a saber: dos pasos, cinco latidos del corazón, pluma resbalona, pausa, golpe de tos, pedorrera en cascada, tic de hocico, pausa, flato medio abortado, lamento suspirador, solo de hipo, pausa, y así hasta el día siguiente, el mes que viene, el año próximo y Dios mediante. La famosa escofina Losada destruye por encanto y sin dolor callos, ojos de gallo y uñas gordas.
Por debajo del Miño, o sea al sur y a medio andar desde Orense a Castrelo, entre el valle de la Rábeda y el Ribeiro, quedan los castros de Trelle, donde viven los moros muertos; Trelle es lugar del municipio de Toen, parroquia de Santa María dos Anxos. En Galicia aún viven muchos moros, lo que pasa es que no se ven porque están muertos y encantados y andan por debajo de tierra. En los castros de Trelle habita la morisma más rica de toda la comarca, está gobernada por el mago Abd Alá el-Azziz ben Meruán, el Portugués, valí de Monforte, que es tuerto, pelirrojo y leproso pero que tiene la facultad de convertir en oro todo lo que quiere: una piedra, un escarabajo, una amapola, una esclava, lo que sea; los castros de Trelle están llenos de piedras, de escarabajos, de amapolas y de esclavas de oro. Basilio Ribadelo, arriero de Sobrado do Bispo, carretaba el vino de los moros por la noche, para que no lo viesen los cristianos, y recibía en pago unas lajas de pizarra que por el camino se le iban volviendo de oro; los moros hicieron jurar a Basilio que no diría nada a nadie bajo la condición de que, si no respetaba su palabra, las lajas retornarían a su miserable condición. Casilda Gorgulfe, su mujer, estaba asustada con tanta riqueza.
– Eso viene del contrabando -le dijo al marido-, no me lo niegues; te han de pillar los carabineros y te han de aspar a tundas, ya verás.
– No, mujer -le respondió Basilio-, ese dinero lo gano honradamente, lo que pasa es que no te puedo decir cómo.
Casilda insistió e insistió y suplicó y amenazó y rogó y Basilio, agobiado por los denuestos y las zalamerías, acabó confesándole la verdad.
– Pero no digas nada a nadie porque, si los moros se enteran, ya no volverán a pagarme ni un solo ochavo.
Casilda, contra la prudencia, se fue de la lengua, los moros acabaron sabiéndolo y a Basilio, en justo castigo, ya no volvieron a abrirle las puertas de los castros jamás. Basilio le arreó mil palos a la mujer, pero la fortuna se le escapó para siempre y acabó muriendo, al andar de los años y cuando Dios quiso, en la arriería y la pobreza.
– ¿Me das un coñac?
– Sí, claro.
La bata de la señorita Ramona es muy elegante, abriga poco y es muy elegante.
– Me gustaría estar completamente desnuda pero tengo frío.
– No, mujer.
La señorita Ramona piensa que la vida es breve y la vejez, no más que una costumbre.
– Y muy incómoda, Raimundiño, no lo dudes. Una mujer es vieja a los veinticinco años, un hombre dura más, un hombre puede durar hasta los treinta y a veces hasta los treinta y cinco. ¿Me das un beso? Hoy estoy como triste, no sé lo que me pasa… Si piensas que soy una golfa te equivocas, Raimundiño, el perro me da tanto gusto como tú, por lo menos, pero a ti te quiero más, ¡pobre Wilde! Los hombres sois muy caprichosos, tú eres más caprichoso que nadie pero me compensa darte todos los caprichos que pueda, las mujeres estamos más solas que los hombres, por eso hay más tortilleras que maricas, si supiese que no iba a pasar frío me metía en la cama en porreta y no me levantaba en un mes.
Raimundo el de los Casandulfes se calló.
– ¿Quieres ponerme más coñac?
– Sí, claro.
– ¿Me invitas a cenar espárragos de lata?
– Te agradezco mucho que me lo pidas, Raimundiño.
Todo el mundo dice que doña Rita Freire, la dueña de la fábrica de galletas El Bizcocho Inglés, tiene encoñado a su segundo marido pero no es verdad, a don Rosendo Vilar Santeiro no lo encoña nadie, él va a lo suyo, encoñamiento incluido, lo que sí es más cierto es que doña Rita está encaprichada, debería decirse encarallada, con don Rosendo, sus buenos cuartos le cuesta el que la monte dos veces al día, doña Rita es una leona que no se cansa de bregar en la cama, a veces ni llega a la cama, cualquier sitio es bueno.
Luisiño Bocelo, el criado capón de don Benigno, murió en la guerra pero de muerte natural, primero quedó ciego y después le dio la pulmonía y murió. A Luisiño Bocelo le llamaban Parrulo pero de buenas, no de malas.
– ¡Parrulo!
– Mande, don Benigno.
– Ponte a la pata coja y aguanta hasta que no puedas más.
– Sí, señor.
Ádega se sabe bien sabida la crónica del monte.
– Con el parvo de Bidueiros se les fue la mano y el pobriño murió como un criminal, con la horca no se pueden gastar bromas porque tampoco tiene marcha atrás, al parvo de Bidueiros lo ahorcaron sin mala intención pero lo ahorcaron, a él tanto le da lo de la intención, su padre, el cura de San Miguel de Buciños, se portó bien con el muerto, le dijo tres misas y lo enterró en sagrado.