-->

Terrorista

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Terrorista, Апдайк Джон-- . Жанр: Современная проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Terrorista
Название: Terrorista
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 245
Читать онлайн

Terrorista читать книгу онлайн

Terrorista - читать бесплатно онлайн , автор Апдайк Джон

Ahmad ha nacido en New Prospect, una ciudad industrial venida a menos del ?rea de Nueva York. Es hijo de una norteamericana de origen irland?s y de un estudiante egipcio que desapareci? de sus vidas cuando ten?a tres a?os. A los once, con el benepl?cito de su madre, se convirti? al Islam y, siguiendo las ense?anzas de su rigorista imam, el Sheij Rashid, lo fue asumiendo como identidad y escudo frente a la sociedad decadente, materialista y hedonista que le rodeaba.

Ahora, a los dieciocho, acuciado por los agobios y angustias sexuales y morales propios de un adolescente despierto, Ahmad se debate entre su conciencia religiosa, los consejos de Jack Levy el desencantado asesor escolar que ha sabido reconocer sus cualidades humanas e inteligencia, y las insinuaciones cada vez m?s expl?citas de implicaci?n en actos terroristas de Rashid. Hasta que se encuentra al volante de una furgoneta cargada de explosivos camino de volar por los aires uno de los t?neles de acceso a la Gran Manzana.

Con una obra literaria impecable a sus espaldas, Updike asume el riesgo de abordar un tema tan delicado como la sociedad estadounidense inmediatamente posterior al 11 de Septiembre. Y lo hace desde el filo m?s escarpado del abismo: con su habitual mezcla de crueldad y empat?a hacia sus personajes, se mete en la piel del «otro», de un adolescente ?rabe-americano que parece destinado a convertirse en un «m?rtir» inmisericorde, a cometer un acto espeluznante con la beat?fica confianza del que se cree merecedor de un para?so de hur?es y miel.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 19 20 21 22 23 24 25 26 27 ... 59 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Ahmad ha notado cómo el hombre se acercaba, y luego el contacto osado, ponzoñoso, en el hombro. Ahora también percibe, demasiado cerca de su cabeza, el estómago del tipo, cuyo calor se desprende acompañado de un olor, de varios olores: un extracto compuesto de sudor y alcohol, judaísmo e impiedad, un perfume impuro agitado con la consulta a su madre, esa madre de la que se avergüenza y a la que trata de esconder, de guardar sólo para sí. Las dos voces adultas se han entrelazado de manera coqueta, repugnante, dos animales infieles y envejecidos simpatizando en el cuarto contiguo. El señor Levy, tras bañarse en la cháchara de ella, en su deseo insaciable de agobiar al mundo con la visión sentimental que tiene de sí misma, se siente ahora autorizado a desempeñar con su hijo un papel paternal, amistoso. La lástima y el atrevimiento han espoleado esta cercanía indecorosa, olorosa. Pero el Corán exige que sus fieles sean corteses; y este judío, pese a haberse autoinvitado, es un huésped en la tienda de Ahmad.

Perezosamente, el intruso contesta:

– No sé, amigo. El oleaje de cargas líquidas no es algo con lo que trate a menudo. Déjame que elija la «a», el volantazo en sentido contrario.

En una voz baja que esconde el tímido oleaje de su satisfacción por el triunfo, Ahmad dice:

– No, la respuesta es «d». Lo he buscado en la clave de soluciones que viene con los folletos.

La barriga junto a su oreja deja oír un rumor de inquietud, y la invisible cara de encima musita:

– Vaya. No hay que preocuparse por maniobrar. Algo así es lo que me ha dicho tu madre. Relajarse. Perseguir la dicha.

– Al cabo de un rato -explica Ahmad- el camión perderá velocidad por sí solo.

– La voluntad de Alá -dice el señor Levy, intentando ser gracioso, o amable: intentando meterse en el interior de Ahmad, que está cerrado, repleto de Aquel que todo lo abarca.

La relación espacial del Central High y sus antiguos y amplios terrenos con las zonas de propiedad privada de la ciudad se ha ido complicando con los años, lejos ya los tiempos en que las instalaciones deportivas de la parte posterior del instituto se prolongaban, sin vallas, hasta una calle de casas victorianas lo bastante variadas y espaciadas como para ser residenciales. Esta zona, al noroeste del espectacular ayuntamiento, era un dominio de la clase media que se ganaba la vida con las fábricas de tejidos a lo largo del río, a poca distancia de los alojamientos de la clase trabajadora en la por entonces bulliciosa parte baja del centro. Pero las casas casi residenciales se convirtieron, al decir de Jack Levy, en viviendas. Contratistas que querían recortar costes las dividieron en apartamentos, parcelaron sus amplios jardines o las echaron abajo para dejar paso a manzanas compactas de hileras de casas de alquiler bajo. Los terrenos herbosos propiedad del instituto se vieron afectados por la presión demográfica y los zarpazos del vandalismo, e incluso el campo de fútbol americano -que en primavera hacía las veces de pista de atletismo- y los campos de béisbol -cuya parte exterior se convertía, durante la temporada de fútbol, en el terreno de juego de los equipos universitarios de penúltimo año- fueron trasladados, en lo que pareció a varios gobiernos municipales una reubicación sagaz y lucrativa, a unas parcelas a sólo quince minutos en autobús, adquiridas a la Whelan amp; Sons, una vieja granja de productos lácteos cuya leche había aportado calcio a los huesos de generaciones de jóvenes de New Prospect. Los espacios abiertos del interior de la ciudad se transformaron en barrios bajos superpoblados.

Luego fueron cercados el edificio central del instituto y sus varias dependencias con un muro levantado por albañiles italianos que, a la postre, se coronó con centelleante alambre de espino. El proceso de amurallado fue poco sistemático, la respuesta apresurada a varias quejas, incidentes con desperfectos y estallidos de graffiti. Las fortificaciones llenas de pintadas y herrumbre crearon algunas zonas de intimidad imprevistas, como por ejemplo unos cuantos metros cuadrados de hormigón agrietado al lado del edificio semienterrado, de ladrillo amarillo, que alberga las calderas gigantes, originariamente de carbón, cuyo humo se cuela de manera pertinaz en todas las aulas. En una tapia también de ladrillo amarillo está fijado un tablero de baloncesto cuyo aro han doblado casi en vertical chicos que imitaban los mates, quedándose colgados tras machacar, de los profesionales de la NBA. A veinte pasos, en el edificio principal, hay unas puertas de doble hoja, de apertura con barra horizontal, que cuando hace calor se dejan de par en par; dan a unas escaleras de acero que conducen a los sótanos, donde se encuentran los vestuarios de los chicos y las chicas, uno en cada punta, y en medio, el comedor y los talleres de carpintería y mecánica para los alumnos de los módulos de formación profesional. Bajo los pies, en las grietas del hormigón, crecen digitarias, flores de gordolobo y dientes de león, y se ven hileras de diminutas partículas, brillantes como posos de café, que pertenecen a la tierra del subsuelo y que las hormigas han sacado a la superficie. Donde el hormigón ha sido repetidamente socavado y reducido a polvo, han arraigado hierbas más altas -verdolaga, sanícula, cuajaleche y un tipo de margarita-, que extienden sus delgados tallos a la luz del día, que es cada vez más largo.

En esta zona arenosa y sin vigilancia, con su aro de baloncesto inutilizado, donde poco se puede hacer salvo ir a escondidas para echar un pitillo, una rayita o un trago, o concertar un duelo entre chicos en pie de guerra, Tylenol sale al encuentro de Ahmad, que todavía va en pantalón corto. Una lanzadera del instituto lo ha traído al aparcamiento desde el entreno, en la antigua fábrica de lácteos, que está a un cuarto de hora. Hoy tiene diez minutos para ducharse, cambiarse y correr las siete manzanas de distancia hasta la mezquita para su lección coránica bisemanal; esperaba atajar yendo por las puertas dobles, que deberían estar abiertas. Tras las clases, a esta hora, el lugar suele estar vacío salvo por unos cuantos estudiantes de primer curso a quienes no importa tirar a canasta pese a su desbaratado ángulo. Pero hoy un grupo de negros y latinos, señalada la pertenencia a las bandas por el azul y el rojo de las gomas de sus calzoncillos desbordantes, voluminosos, están promiscuamente mezclados, como si el buen tiempo hubiera declarado una tregua.

– Eh, oye, árabe. -Tylenol se planta frente a él, flanqueado por otros que llevan camisetas de tirantes ceñidas y azules. Ahmad se siente vulnerable, casi desnudo con sus pantalones cortos de atletismo, calcetines de rayas, zapatillas ligeras como plumas y una camiseta sin mangas con manchas de sudor delante y detrás en forma de mariposa; tiene una percepción de sí bella, sus largos miembros al descubierto, como si su belleza fuera una afrenta para los brutos del mundo.

– Ahmad -le corrige, y se queda quieto; por sus poros destila el calor del esfuerzo, de los esprints y saltos que reventarían cualquier otro corazón. Se siente luminoso, y los ojillos hundidos de Tylenol se estremecen al mirarle.

– Dicen que fuiste a la iglesia a oír cantar a Joryleen. ¿Por qué?

– Me lo pidió.

– Y una mierda. Eres un árabe. Tú no vas a esos sitios.

– Pues fui. La gente fue amable. Una familia me dio la mano, me dedicaron amplias sonrisas.

– No sabían quién eres. Estabas ahí fingiendo.

Ahmad, en ligera tensión, mantiene el equilibrio separando los pies en sus ingrávidas zapatillas, preparado para el ataque en ciernes de Tylenol.

Pero su mirada de reproche dibuja una mueca de satisfacción.

– Os vieron pasear, después.

– Después de salir de la iglesia, sí. ¿Pasa algo?

Ahora, seguro, vendrá la acometida. Ahmad piensa cómo fintara a la izquierda con la cabeza y luego hundirá su mano derecha en el blando estómago de Tylenol, para acabar rematando rápidamente con la rodilla. Pero la mueca de su enemigo se convierte en una sonrisa de oreja a oreja.

1 ... 19 20 21 22 23 24 25 26 27 ... 59 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название