El Mensaje En La Botella
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…QUE CLASE DE HOMBRE ESCRIBIRA CARTAS DE AMOR A LA MUJER QUE EXTRA?A Y LAS ARROJARIA DENTRO DE UNA BOTELLA AL MAR?
… LA CLASE DE HOMBRE QUE TE GUSTARIA CONOCER…
El libro cuenta la historia de Theresa, una mujer reci?n divorciada, que un d?a paseando por la playa encuentra una botella con un mensaje dentro. El mensaje es una carta de amor de un hombre en la que cuenta c?mo extra?a a una mujer.
Theresa la leer? cientos de veces y siempre acabar? llorando.
Se la ense?a a su jefa, quien la animar? a publicarla en el peri?dico donde trabaja, con el fin de descubrir el autor y la historia detr?s de ese mensaje en una botella.
Es entonces cuando llegar?n a sus manos otras dos cartas similares, por lo que Theresa siente una enorme curiosidad por conocer al hombre que escribi? las misivas. Lo que nunca imaginar? es que gracias a esas cartas volver? a encontrar el amor, que ya hab?a cre?do perdido.
Escrito con una fineza absoluta, escrito sin las notas empalagosas de algunas novelas rom?nticas, Nicholas Sparks te meter? de lleno en esta maravillosa historia de amor, de encuentros y desencuentros y te har? reflexionar sobre el destino de las personas.
Este libro me quit? el aliento desde el principio.Me llev? muy poco tiempo leerlo, pagina tras pagina mi amor por la historia fue creciendo.Por supuesto que termin? llorando pero en el medio me sonre?, se me apret? el coraz?n y pase revista a mi vida, Nicholas Sparks lo ha logrado, ha escrito una estupenda historia sobre la vida. Debe ser le?da para entender lo que quiero decir. Querido lector definitivamente te pierdes algo muy bueno si no has le?do este fant?stico libro todav?a…
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– Otras personas que también las encontraron. Una de ellas leía mi columna
– ¿Publicaste mi carta? -lo dijo como si acabara de recibir un golpe en el abdomen.
– No sabía… -comenzó ella.
– ¿No sabías qué? -dijo él en voz alta, con el dolor reflejándose en su voz-. ¿Que esto no era algo que yo quisiera que todo el mundo viera?
– Estaba en la playa. Tenías que saber que alguien la encontraría -explicó ella rápidamente-. No puse sus nombres.
– Pero la publicaste en el diario -miró de nuevo las cartas y luego a Theresa, como si la viera por primera vez-. Me mentiste.
– No lo hice.
Él no la oía.
– Me mentiste -repitió como si hablara consigo mismo-. Y fuiste a buscarme. ¿Para qué? Para poder escribir otra columna. ¿De eso se trata todo esto?
– No. Estás equivocado.
– Entonces, ¿de qué se trató?
– Después de leer tus cartas yo… quise conocerte.
No comprendía lo que ella estaba diciendo. Vino a su mente la imagen de Catherine y sostuvo las cartas frente a sí.
– Eran mis cartas… mis sentimientos, mi manera de hacer frente a la pérdida de mi esposa. Mías, no tuyas.
– No quise lastimarte.
Los músculos de la mandíbula se le tensaron.
– Usaste mis sentimientos por Catherine y trataste de manipularlos para convertirlos en lo que tú querías. Creíste que porque amaba a Catherine también te amaría a ti, ¿no es cierto?
De pronto Theresa se sintió incapaz de hablar.
– Lo planeaste desde el principio, ¿verdad? Todo el asunto estaba arreglado.
Él pareció aturdido un momento y ella se le acercó.
– Sí, Garrett, admito que quería conocerte. Las cartas eran tan hermosas… pero no sabía lo que iba a ocurrir. No planeé nada después de eso -lo tomó de la mano-. Te amo, Garrett. Esto tienes que creerlo.
Cuando terminó de hablar, él se soltó y se alejó.
– ¿Qué clase de persona eres? Estás atrapada en alguna de extraña fantasía…
– ¡Cállate, Garrett! -le gritó furiosa mientras las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
Sostuvo en alto las cartas otra vez y con voz quebrada dijo:
– Crees que comprendes lo que tuvimos Catherine y yo, pero no es así. No importa cuántas cartas leas, no importa lo bien que me conozcas, nunca comprenderás. Lo que hubo entre ella y yo era real y verdadero. Fue real y ella también era real.
Luego, molesto, agregó algo que la lastimo mas que cualquier cosa de lo que había dicho hasta ese momento.
– Nuestra relación ni por mucho se acerca a lo que hubo entre Catherine y yo.
No esperó una respuesta. En vez de ello pasó a su lado y tomó su maleta. Con enorme furia arrojó todo en el interior y la cerró a toda prisa. Por un momento ella pensó en detenerlo, pero el comentario la había dejado aturdida.
Él cogió su maleta.
– Estas -dijo mostrándole las cartas- son mías, así que me las llevo-. Sin otra palabra que agregar se dio vuelta, atravesó la sala y se marchó.