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Pantale?n Y Las Visitadoras

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Pantale?n Y Las Visitadoras
Название: Pantale?n Y Las Visitadoras
Автор: Llosa Mario Vargas
Дата добавления: 16 январь 2020
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Pantale?n Y Las Visitadoras - читать бесплатно онлайн , автор Llosa Mario Vargas

Pantale?n Pantoja, un capit?n del ej?rcito recientemente ascendido, recibe la misi?n de establecer un servicio de prostituci?n para las fuerzas armadas del Per? en el m?s absoluto secreto militar. Estricto cumplidor del deber que le ha sido asignado, Pantale?n se traslada a Iquitos, en plena selva, para llevar a cabo su cometido, pero se entrega a esta misi?n con tal obcecaci?n que termina por poner en peligro el engranaje que ?l mismo ha puesto en movimiento.

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– ¿Cierto que el pobre angelito sangraba todavía de sus manitos y de sus piecesitos, señora?-balbucea, abre mucho los ojos, la boca Pochita-. ¿Que todos los hermanos y hermanas se empapaban con la sangre que chorreaba del cuerpecito?

– Me va a dar un sincope jadea el padre Beltrán-.

¿Quién le ha metido en la mollera esa aberración?

¿Quién le ha dicho que la plenitud viril sólo se alcanza fornicando?

– Los más destacados sexólogos, biólogos y psicólogos, Padre-baja los ojos el capitán-Pantoja.

– ¡Le he dicho que me llame comandante, carajo!-ruge el padre Beltrán.

– Perdón, mi comandante-choca los talones, se confunde, abre un maletín, saca papeles el capitán Pantoja-. Me he permitido traerle estos informes. Son extractos de obras de Freud, de Havelock Ellis, de Wilhelm Steckel, de Selecciones y del doctor Alberto Seguín, nuestro compatriota. Si prefiere consultar los libros, los tenemos en la biblioteca del centro logístico.

– Porque además de mujeres, también distribuye pornografía por los cuarteles-golpea la mesa el padre Beltrán-. Lo sé muy bien, capitán Pantoja. En la guarnición de Borja, su ayudante el enano repartió estas inmundicias: Dos noches de placer y Vida, pasión y amores de María la Tarántula.

– A fin de acelerar la erección de los números y ganar tiempo, mi comandante-explica el capitán Pantoja-.

Lo hacemos de manera regular, ahora. El problema es que no tenemos suficiente material. Son ediciones fenicias, se deterioran al primer manoseo.

– Tenía sus ojitos cerrados, la cabecita caída sobre el corazón, como un Cristo chiquito junta las manos la señora Leonor-. De lejos parecía un monito, pero el cuerpo tan blanco me llamó la atención. Me fui acercando, llegué al pie de la cruz y entonces me di cuenta. Ay, Pochita, me estaré muriendo y todavía veré al pobre angelito.

– O sea que no fue una vez, ni iniciativa de ese enano satánico-aceza, suda, se ahoga el padre Beltrán-. Es el mismísimo Servicio de Visitadoras quien regala esos folletos a los soldados.

– Los prestamos, no hay presupuesto para regalarlos-aclara el capitán Pantoja-. Un convoy de tres a cuatro visitadoras tiene que despachar en una jornada a cincuenta, sesenta, ochenta clientes. Las novelitas han dado buen resultado y por eso las usamos. El número que va leyendo estos folletos mientras hace la cola, termina la prestación dos y tres minutos antes que el que no. Está explicado en los partes del Servicio, mi comandante.

– Lo habré oído todo antes de morirme, Dios mío-manotea en el perchero, coge su quepí, se lo pone y se cuadra el padre Beltrán-. Nunca imaginé que el Ejército de mi Patria iba a caer en semejante podredumbre.

Esta reunión es muy lastimosa para mí. Permítame retirarme, mi general.

– Siga nomás, comandante-le hace una venia el general Scavino-. Ya ve en qué estado lo pone a Beltrán el maldito Servicio de Visitadoras, Pantoja. Y con razón, claro. Le ruego que en el futuro nos ahorre los detalles escabrosos de su trabajo.

– Cuánto siento lo de tu suegra, Pochita-destapa la olla, prueba con la punta de la cuchara, sonríe, apaga la cocina Alicia-. Habrá sido terrible para ella ver eso ¿Sigue siendo hermana? ¿No la han molestado? Parece que la policía está metiendo presa a toda la gente del Arca, en busca de los culpables.

– ¿Para qué ha pedido esta audiencia? Ya sabe que no quiero verlo por aquí-consulta su reloj el general Scavino-. Cuanto más claro y más breve sea, mejor.

– Estamos totalmente desbordados-se angustia el capitán Pantoja-. Hacemos esfuerzos sobrehumanos para ponernos a la altura de nuestras responsabilidades.

Pero es Imposible. Por radio, por teléfono, por carta nos abruman con solicitudes que no estamos en condiciones de satisfacer.

– Qué mierda pasa, en tres semanas no ha llegado un solo convoy de visitadoras a Borja-se enfurece, sacude el auricular, grita el coronel Peter Casahuanqui-. Tiene usted a mis hombres melancólicos, capitán Pantoja, me voy a quejar a la superioridad.

– Pedí un convoy y me mandaron una muestra-mordisquea la uña del dedo meñique, escupe, se indigna el coronel Máximo Dávila-. ¿Se le ocurre que dos visitadoras pueden atender a ciento treinta números y a dieciocho clases?

– Y qué quieres que haga si no hay más chicas disponibles-mueve las manos, ensaliva el aparato de radio Chuchupe-. ¿Que ponga putas como las gallinas ponen huevos? Además, te mandamos sólo dos pero una era Pechuga, que vale diez. Y por último ¿desde cuándo me usteas tú, Cocodrilo?

– Voy a quejarme a la Comandancia de la V Región por sus discriminaciones y preferencias, punto seguido-dicta el coronel Augusto Valdés-. La guarnición del río Santiago recibe un convoy cada semana y yo uno cada mes, punto. Si cree que los artilleros son menos hombres que los infantes, coma, estoy dispuesto a demostrarle lo contrario, coma, capitán Pantoja.

– No, a mi suegra no la han molestado, pero Panta tuvo que ir a la Comisaría a explicar que la señora Leonor no tenía nada que ver con el crimen-Pochita prueba también la sopa y exclama te salió regia, Alicia-. Y un policía vino a la casa, a hacerle preguntas sobre lo que había visto. Qué va a seguir siendo hermana, no quiere oír hablar del Arca y al Hermano Francisco lo crucificaría por el mal rato que pasó.

– Todo eso lo sé de sobra y me entristece-asiente el general Scavino-. Pero no me sorprende, cuando se juega con fuego uno se quema. La gente se ha enviciado Y. naturalmente, quiere más y más. El error estuvo en comenzar. Ahora no se podrá parar la avalancha, cada día seguirán aumentando las solicitudes.

– Y cada día voy a poder servirlas menos, mi general -se aflige el capitán Pantoja-. Mis colaboradoras están exhaustas y no puedo exigirles más, corro el riesgo de perderlas. Es imprescindible que el Servicio crezca.

Le pido autorización para ampliar la unidad a quince visitadoras.

– En lo que a mí concierne, denegado-respinga, agrava el rostro, se frota la calva el general Scavino-.

Por desgracia, la última palabra la tienen los estrategas de Lima. Trasmitiré su pedido, pero con recomendación negativa. Diez meretrices a sueldo del Ejército son más que suficientes.

– Le he preparado estos informes, evaluaciones y organigramas sobre la ampliación-despliega cartulinas, señala, subraya, se afana el capitán Pantoja-. Es un estudio muy cuidadoso, me ha costado muchas noches de desvelo. Observe, mi general: con un aumento presupuestario del 22%, dinamizaríamos el volumen operacional en un 60%: de 500 a 800 prestaciones semanales.

– Concedido, Scavino-decide el Tigre Collazos-.

La inversión vale la pena. Resulta más barato y más efectivo que el bromuro en los ranchos, que nunca dio resultado. Los partes hablan: desde que entró en funciones el SVGPFA han disminuido los incidentes en los pueblos y la tropa está más contenta. Déjalo que reclute esas cinco visitadoras.

– ¿Pero y la Aviación, Tigre?-se revuelve en la silla, se levanta, se sienta el general Scavino-. ¿No ves que tenemos a toda la Fuerza Aérea en contra? Nos ha hecho saber varias veces que desaprueba el Servicio de Visitadoras. También hay oficiales del Ejército y de la Marina que lo piensan: ese organismo no congenia con las Fuerzas Armadas.

– Mi pobre vieja se había encariñado con esos locos del Arca, señor Comisario-cabecea avergonzado el capitán Pantoja-. Iba de cuando en cuando a Moronacocha a verlos y a llevarles ropita para sus niños. Una cosa rara, ¿sabe?, ella nunca había sido dada a las cosas de la religión. Pero esta experiencia la ha curado, le aseguro.

– Dale esa plata, cucufato, y no reniegues tanto-se ríe el Tigre Collazos-. Pantoja lo está haciendo bien y hay que apoyarlo. Y dile que a las nuevas reclutas las elija ricotonas, no te olvides.

– Me da usted una inmensa alegría con la noticia, Bacacorzo-respira hondo el capitán Pantoja-. Ese esfuerzo va a sacar al Servicio de un gran apuro, estábamos al borde del colapso por exceso de trabajo.

– Ya ve, salió con su gusto, puede contratar a cinco más-le entrega un comunicado, le hace firmar un recibo el teniente Bacacorzo-. Qué le importa tener en contra a Scavino y a Beltrán si los jefazos de Lima, como Collazos y Victoria, lo respaldan.

– Naturalmente que no molestaremos a su señora mamá, no se preocupe, capitán-lo toma del brazo, lo acompaña hasta la puerta, le da la mano, le hace adiós el Comisario-. Le confieso que va a ser difícil encontrar a los crucificadores. Hemos detenido a 150 hermanas y a 76 hermanos y todos lo mismo. ¿Sabes quién clavo al niño? Sí. ¿Quién? Yo. Uno para todos y todos para uno, como en los tres mosqueteros, esa película de Cantinflas, ¿la vio?

– Además, me va a permitir dar un cambio cualitativo al Servicio-relee el comunicado, lo acaricia con la yema de los dedos, dilata la nariz el capitán Pantoja-. Hasta hoy elegía al personal por factores funcionales, era sólo cuestión de rendimiento. Ahora, por primera vez entrará en juego el factor estético artístico.

– Carambolas -aplaude el teniente Bacacorzo-.

¿Quiere decir que se ha encontrado una Venus de Milo aquí en Iquitos?

– Pero con los brazos completos y una carita de resucitar cadáveres-tose, pestañea, se toca la oreja el capitán Pantoja-. Discúlpeme, tengo que irme. Mi señora está donde el ginecólogo y quiero saber cómo la encuentra. Sólo faltan dos meses para que nazca el cadetito.

– ¿Y si en vez de cadetito le nace una visitadorcita, señor Pantoja?-echa a reír, calla, se asusta Chuchupe-. No se moleste, no me mire así. Ah, nunca se le pueden hacer bromas, es usted demasiado serio para sus años.

– ¿No has leído esa consigna, tú que debes dar aquí el ejemplo?-señala la pared el señor Pantoja.

– "Ni bromas ni juegos durante el servicio", mami -lee Chupito.

– ¿Por qué no está lista la unidad para la inspección?-mira a derecha e izquierda, chasquea la lengua el señor Pantoja-. ¿Terminó la revista médica? Qué esperan para hacer formar y pasar lista.

– ¡Formen fila, visitadoras! -hace bocina con las manos Chupito.

– ¡Vuela volando, mamacitas!-corea el Chino Porfino.

– Y ahora nómbrense y numérense-taconea entre las visitadoras Chupito-. Vamos, vamos, de una vez.

– ¡Uno, Rita!

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