Trilogi­a de la huida

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Trilogi­a de la huida
Название: Trilogi­a de la huida
Автор: Chac?n Dulce
Дата добавления: 16 январь 2020
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Trilogi­a de la huida - читать бесплатно онлайн , автор Chac?n Dulce

La Trilog?a de la huida re?ne las tres primeras novelas de Dulce Chac?n: Alg?n amor que no mate, Blanca vuela ma?ana y H?blame, musa, de aquel var?n. "Los tres libros de esta Trilog?a de la huida tienen ese origen com?n, la melancol?a que deja en las personas la lucha que parte de la evidencia de un fracaso: la pareja fracas?, pero hay que reconstruir el amor. Dulce no abordaba ese asunto con un prop?sito previo, ella no hac?a teor?a de lo que iba a escribir, y no escrib?a nada como una teor?a; abordaba las novelas con la misma frescura, y con la misma libertad, con la que abordaba los poemas, como exabruptos de su sentimiento, y en el fondo de sus sentimientos, en el origen de su melancol?a, estaba la evidencia, y la rabia, ante ese fracaso."

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No puedes dormir. Y pasas las noches sentado ante la reproducción del Modigliani que Matilde enmarcó para ti, recordando a Ulises, a Estanislao, a Estela, a Pedro y Aisha, a Yunes y Farida. Analizando el hecho que ves con claridad: la influencia que ejerció cada uno de ellos en Matilde, porque sabes que tu mujer comenzó a marcharse al tiempo que ellos comenzaron a llegar. Desmenuzando la historia, intentas reconstruirla con los detalles que puedes manejar. Soportando el sabor amargo de los datos que no conoces.

Sabes que Estanislao Valle comenzó a ausentarse del despacho cuando Matilde dejó de ir a la playa. Todas las mañanas abandonaba el trabajo durante cinco o diez minutos. Se ausentaba con una pequeña excusa, pequeña, para un período pequeño de tiempo, sin molestarse mucho en buscar: necesidades fisiológicas, tomar un poco de aire, algún objeto olvidado en su habitación. Pero no sabes que eran torpes intentos de encontrarse a solas con tu mujer, ni que Ulises lo sospechó enseguida y esperaba inquieto su regreso.

Matilde se dio cuenta de las intenciones de Estanislao la primera vez que lo vio entrar en la cocina. Ella untaba mantequilla con los dedos en el fondo de una flanera. Negrita se enredaba en sus pies. Aisha dejó de rallar limones y fue a coger a su gata para que Matilde no se asustara.

—¿Nicisitas algo el senior?

—Sí, por favor, un vaso de agua.

—Agua Aisha coloqué hielo tamién en el carrito de bibidas como siempre esta maniana, senior, o ¿olvidé?

Estanislao no respondió, se quedó absorto en las manos de Matilde, sus dedos resbalando en círculos, cremosos, acariciando el interior del molde. Matilde advirtió en su mirada su secreta lascivia. Se limpió en el delantal la mantequilla adherida a sus manos, sin lavárselas siquiera:

—Vamos, Estanislao. Le daré agua fresca.

Aisha se acercó a él, desconfiando de su posible despiste:

—¿Aisha olvidé agua, senior?

Él se marchó sin contestar mientras Matilde le servía un vaso.

Cuando Estanislao regresó al despacho, propuso trabajar en la escena donde Leopold Bloom prepara el desayuno para Molly. Planteó que podríais darle un ambiente sensual. Tú aceptaste su propuesta y comenzaste a escribir, sin saber que Estanislao te lo pidió pensando en Matilde.

Secuencia 2

Interior/día.

Leopold-Molly-Gata negra.

Leopold unta de manteca el fondo de una sartén para freír unos riñones. Los come con deleite. La gata ronronea, lustrosa y brillante, negra, pasea alrededor de la pata de la mesa haciendo sonar su cascabel. El sonido se funde a un tintineo de arandelas metálicas, de la cama de Molly, que espera su desayuno, semidesnuda. Tendida espera las tostadas que su marido unta de mantequilla en la cocina, una, dos, tres, despacio, la mantequilla se desprende del cuchillo y se adhiere cremosa al pan. Leopold deja el cuchillo, unta con los dedos la mantequilla que Molly se llevará a la boca, y se pasa la lengua por los labios.

Durante la comida, Estela quiso saber en qué secuencia habíais trabajado por la mañana. Preguntó a Estanislao. Y tú le contaste la escena delante de Matilde. Ella oyó de tus labios la sensualidad que pretendíais plantear, y se escandalizó al escucharte describir cómo Leopold Bloom untaba con los dedos la mantequilla. Se ruborizó, al escuchar a Estela:

—Genial, no es necesario dar más claves, Bertolucci ya usó la mantequilla como una referencia sexual.

En ese momento Aisha se disponía a servir el flan de limón que Matilde había preparado. Tú no supiste por qué Matilde se levantó mirando a Estanislao. Por qué le arrebató a Aisha el postre de las manos.

—Lo siento, Aisha. Perdónenme, acabo de recordar que no le puse azúcar, no podemos comerlo.

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