Barra siniestra
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Krug se detuvo en el portal y contempl? la cara de ella, vuelta hacia arriba. El movimiento (pulsaci?n, radiaci?n) de sus facciones (diminutas ondas arrugadas) se deb?a a que estaba hablando, y ?l se dio cuenta de que este movimiento duraba ya desde hac?a un rato. Posiblemente, desde que estaban bajando las escaleras del hospital. Con sus marchitos ojos azules y su largo y arrugado labio superior, la mujer se parec?a a alguien que ?l conoc?a desde hac?a a?os pero a quien no pod?a recordar —curioso. Una v?a lateral de indiferente conciencia le permiti? reconocerla como la enfermera jefe. La continuaci?n de su voz se hizo real, como si una aguja hubiese encontrado el surco. Su surco en el disco de la mente de ?l. De su mente que hab?a empezado a girar al detenerse ?l en el portal y mirar hacia abajo, a la cara levantada de ella. El movimiento de sus facciones era ahora audible.
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«"Hierro y hielo (escribió el profesor): ésta es la amalgama física sugerida por la personalidad del extrañamente rígido y grave Fantasma. De esta unión nacerá Fortinbras ( Ironside). Según las normas inmemoriales de la escena, lo que es presagiado debe ser incorporado: la erupción debe producirse a toda costa. En Hamlet, la exposición promete oscuramente al auditorio una obra fundada en el intento del joven Fortinbras para recobrar las tierras perdidas por su padre en favor del rey Hamlet. Éste es el conflicto, ésta es la trama. Desviar subrepticiamente la tensión de este tema saludable, vigoroso y claramente nórdico, al humor camaleónico de un impotente danés, representaría, en la escena moderna, un insulto al determimsmo y al sentido común.
»"Fuesen cuales fueren las intenciones de Shakespeare o de Kyd, no hay duda de que la clave, la fuerza impelente de la acción, es la corrupción de la vida civil y militar en Dinamarca. Imagínate la moral de un Ejército donde un soldado, que no debería temer los truenos ni el silencio, ¡dice que tiene enfermo el corazón! Consciente o inconscientemente, el autor de Hamlet creó la tragedia de las masas y, de este modo, fundó la soberanía de la sociedad sobre el individuo. Esto no quiere decir que no haya un héroe tangible en la obra. Pero no es Hamlet. El verdadero héroe es sin duda Fortinbras, un brillante y joven caballero, hermoso y sensato hasta la médula. Con la aprobación de Dios, este magnífico joven nórdico asume el control de la mísera Dinamarca, que ha sido tan criminalmente gobernada por el degenerado rey Hamlet y el judeo-latino Claudius.
«"Como ocurre en todas las democracias decadentes, todo el mundo padece, en la Dinamarca de la obra, de una plétora de palabras. Si el Estado quiere salvarse, si la nación desea hacerse merecedora de un nuevo y firme gobierno, todo debe cambiar; el sentido común popular debe escupir el caviar de poesía y luz de luna, y devolver el poder a las palabras sencillas, verbum sine ornatu, inteligibles tanto para el hombre como para los animales, y acompañadas de una acción adecuada. El joven Fortinbras reivindica unos antiguos derechos hereditarios sobre el trono de Dinamarca. Alguna oscura acción de violencia o de injusticia, alguna jugarreta ruin por parte del degenerado feudalismo, alguna maniobra masónica urdida por los Shylock de las altas finanzas, despojaron a su familia de sus justos derechos, y la sombra de este crimen flota en el oscuro ambiente hasta que, en la escena final, la idea de justicia de masas estampa en toda la obra su sello de significación histórica.
»"Tres mil coronas y una semana de tiempo disponible no habrían bastado para conquistar Polonia (al menos en aquella época); pero resultaron sobradamente suficientes para otro fin. Claudius, atontado por el vino, se deja engañar completamente por el joven Fortinbras, el cual dice que cruzará los dominios de Claudius en su camino (singularmente desviado) hacia Polonia, con un ejército que, en realidad, ha reclutado para un fin muy diferente. No; los bestiales polacos no tienen por qué temblar: esta conquista no llegará a realizarse; nuestro héroe no ambiciona sus ciénagas y bosques. En vez de dirigirse al puerto, Fortinbras, soldado genial, permanecerá a la espera, y el 'marchad despacio' (que murmura a sus tropas después de enviar un capitán a saludar a Claudius) sólo puede significar una cosa: marchad despacio y ocultaos, mientras el enemigo (el rey danés) se imagina que habéis embarcado hacia Polonia.
»"Se comprenderá en seguida la verdadera trama de la obra si se advierte lo siguiente: el Fantasma de las murallas de Elsinore no es el fantasma del rey Hamlet. Es el del Antepasado de Fortinbras, asesinado por el rey Hamlet. El fantasma de la víctima haciéndose pasar por el fantasma de su asesino: ¡qué maravillosa y previsora estrategia, y cómo excita nuestra intensa admiración! El voluble y probablemente falso relato de la muerte del viejo Hamlet, pronunciado por este admirable impostor, sólo pretende crear innerliche Unruheen el Estado y debilitar la moral de los daneses. El veneno vertido en el oído del durmiente es símbolo de la sutil inyección de rumores letales, un símbolo que los villanos de los tiempos de Shakespeare dejarían difícilmente de advertir. De este modo, el viejo Fortinbras, disfrazado de fantasma de su enemigo, prepara la perdición del hijo de éste y el triunfo de su propio retoño. No; los 'juicios' no eran tan accidentales, ni las 'matanzas' tan casuales, como parecían a Horacio el Cronista, y hay una nota de profunda satisfacción (que el público no puede dejar de compartir) en la gutural exclamación del joven héroe —Ja, ja, estas piezas chillan en la ruina (queriendo decir: los zorros se han devorado los unos a los otros)— mientras observa el copioso montón de cuerpos muertos, que es cuanto queda del podrido reino de Dinamarca. Y podemos fácilmente imaginarnos que añade, en un estallido de tosca gratitud filial: ¡Sí, el viejo topo ha hecho un buen trabajo!
»"Pero, volvamos a Osric. El locuaz Hamlet ha estado hablando con el cráneo de un bufón; ahora, es el cráneo de la burlona muerte quien habla a Hamlet. Observa la notable yuxtaposición: el cráneo —la concha; 'Echa a correr con una concha en la cabeza.' Osric y Yorick casi riman, salvo que la yema (yolk) de uno se ha convertido en el hueso (os) del otro. Mezclando, como hace, el lenguaje del tendero con el del marino, este hombre corriente con apariencia de fantástico cortesano, está vendiendo la muerte, la misma muerte a la que acaba de escapar Hamlet en el mar. La alada pareja y las retóricas indirectas encubren un propósito profundo, una mentalidad audaz y astuta. ¿Quién es este maestro de ceremonias? Es el más brillante espía del joven Fortinbras." Bueno, esto constituye un buen ejemplo de lo que tengo que aguantar.»
Krug no puede dejar de sonreír ante las lamentaciones del pequeño Ember. Dice que, por alguna razón, todo esto le recuerda las manera de Paduk. Quiere decir los intrincados recovecos de la pura estupidez. Para recalcar la indiferencia del artista ante la vida, Ember dice que no sabe ni le importa saber (una manera de cerrar el asunto) quién es ese Paduk o Padock —bref, la personne en question. Por vía de explicación, Krug cuenta a Ember su visita a los Lagos y la manera en que terminó. Naturalmente, Ember se espanta. Se imagina vivamente a Krug y al niño vagando por las habitaciones de la abandonada casa de campo, cuyos dos relojes (uno en el comedor, el otro en la cocina) siguen probablemente marchando, solos, intactos, aferrados patéticamente a la noción humana del tiempo, después de marcharse el hombre. Se pregunta si Maximov tuvo tiempo de recibir la bien escrita carta que él le había dirigido, hablándole de la muerte de Olga y del desesperado estado de Krug. ¿Qué voy a decir? El sacerdote tomó al viejo legañoso y partidario de Viola por el viudo y, mientras rezaba, y mientras el hermoso cuerpo ardía detrás de una gruesa pared, siguió dirigiéndose a aquella persona (la cual le correspondía con inclinaciones de cabeza). Y no era siquiera un tío, ni siquiera el amante de la madre de ella.
Ember vuelve la cara a la pared y rompe a llorar. Para volver las cosas a su antiguo nivel menos emocional, Krug le habla de un curioso personaje con el que una vez viajó en los Estados Unidos, un hombre que estaba frenéticamente ansioso por hacer una película sobre Hamlet.
—Empezaremos —había dicho— con Monos fantasmas envueltos en sudarios vagando las estremecidas calles romanas. Y la embozada luna móvil...