En el primer circulo
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En una oscura tarde del invierno de 1949, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS llama a la embajada norteamericana para revelarles un peligroso y aparentemente descabellado proyecto at?mico que afecta al coraz?n mismo de Estados Unidos. Pero la voz del funcionario quedaba grabada por los servicios secretos del Ministerio de Seguridad, cuyos largos tent?culos alcanzan tambi?n la Prisi?n Especial n? 1, donde cumplen condena los cient?ficos rusos m?s brillantes, v?ctimas de las siniestras purgas estalinistas, y donde son obligados a investigar para sus propios verdugos. A esa prisi?n «de lujo», que es en realidad el primer c?rculo del Infierno dantesco, donde la lucha por la supervivencia alterna con la delaci?n y las trampas ideol?gicas, le llega la misi?n de acelerar el perfeccionamiento de nuevas t?cnicas de espionaje con el fin de identificar lo antes posible la misteriosa voz del traidor...
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Salió a relucir una deficiencia tras otra. Dejando de lado los datos incompletos en interrogatorios, las inadecuadas certificaciones y recomendaciones en las fichas personales, la ausencia de características detalladas de cada miembro y candidato para miembro, aparecía una tendencia general viciosa con respecto a todos los procedimientos, una tendencia a llevarlos a cabo de hecho, pero a descuidar documentarlos, de tal manera, que los procedimientos se hacían, por así decirlo, ilusorios.
—Pero, ¿quién va a creer en ello? ¿Quién va a creer que esas medidas fueron en verdad llevadas a cabo? — preguntaba Stepanov, con la palma de la mano presionando su cabeza calva, y con un cigarrillo encendido entre los dedos.
Y pacientemente le explicaba a Klykachev que todo había sido hecho sólo en el papel (porque sólo el testimonio verbal lo confirmaba, y no en r ealidady de hecho, porque no estaba registrado en el papel).
Por ejemplo, ¿de qué servía a los atletas del instituto —sin incluirlos prisioneros, obviamente— jugar al volleyball en todos los períodos del almuerzo (hasta quitando un poco de tiempo al trabajo a causa de ello?). Quizás fuera cierto. Tal vez, en verdad, jugaron. Por su puesto que no había objeto en que Stepanov o Klykachev o ningún otro verificara esto saliendo al patio para ver si la pelota saltaba de un lado al otro. Pero, ¿por qué estos jugadores de volleyball, después de haber jugado tantos partidos y adquirido tanta experiencia, por qué no habían trasmitido esta experiencia y producido un diario especial atlético para el pizarrón del boletín: "El volleyball Rojo" o "El Honor del Miembro del Equipo Dínamo"? Y si después Klykachev hubiera quitado con cuidado ese periódico del tablero y lo hubiera guardado en el archivo de documentos del Partido, entonces ninguna inspección hubiera dudado que la tarea "Juego de Volleyball", fue realizada y que el Partido lo había supervisado. Pero, ¿quién creería ahora la palabra de Klykachev?
Así era con todo. — ¡Las palabras no pueden ser archivadas en la ficha! — y con esa profunda declaración Stepanov asumió sus funciones.
Así como un sacerdote jamás creería que nadie puede mentir en el confesionario, Stepanov jamás imaginaba que la documentación escrita pudiera mentir.
Klykachev, con su cabeza estrecha y su cuello largo, no trató de discutir con Stepanov; con franca gratitud en los ojos estuvo de acuerdo con él y aprendió de él y Stepanov pronto se suavizó con respecto a Klykachev, mostrando con ello que no era una persona mal intencionada. Escuchó con atención el recelo que tenía Klykachev con respecto al ingeniero Coronel Yakonov, que no sólo tenía un prontuario dudoso sino que era un antiguo enemigo del pueblo y ahora dirigía un instituto tan importante y secreto como Mavrino. Stepanov mismo se hizo en extremo vigilante. Hizo de Klykachev su mano derecha, le dijo que visitara más a menudo el Comité del Partido, y lo instruyó con bondad dándole el tesoro de su propia experiencia.
Así Klykachev llegó a conocer al nuevo organizador del Partido antes y con más intimidad que cualquier otro. Klykachev lo había bautizado "El Pastor" y los "Jóvenes" tomaron este nombre ponzoñoso. Y precisamente a causa de la relación de Klykachev con "El Pastor", las cosas anduvieron bastante bien para los "Jóvenes". Pronto comprendieron que era muy ventajoso para ellos tener un organizador del Partido que no estaba abiertamente en su campo, un hombre objetivo y legalista, que se mantendría al margen.
Stepanov era un hombre legalista. Ante cualquier sugerencia de que alguien merecía misericordia, de que no debía descargarse sobre él toda la severidad de la ley, que se debía mostrar piedad, arrugas de pena se marcaban en la frente de Stepanov (que era alta porque no tenía pelo en las sienes), e inclinaba los hombros como si soportara un nuevo peso. Pero, con llameante convicción, encontraría la fuerza para erguirse, y volverse abruptamente a un miembro tras otro, los pequeños reflejos blancos y cuadrados de las ventanas reproduciéndose en sus anteojos.
—¡Camaradas! ¡Camaradas! ¿Qué es lo que oigo? ¿Cómo pueden, decir esas cosas? Recuerden, ¡siempre hay que apoyar la ley! ¡Apoyen la ley con todas sus fuerzas! Esa es la única forma real de ayudar a esta persona por quien ustedes quieren violar la ley. Porque la ley se ha establecido sólo para servir a la sociedad y al hombre. Sin embargo, con mucha frecuencia no comprendemos eso y, en nuestra ceguera, queremos eludir la ley.
Por su parte, Stepanov estaba satisfecho con los "Jóvenes" y su ansiedad por las reuniones del Partido y la crítica del Partido. Veía en ellos al núcleo de la colectividad saludableque trataba de crear en cada lugar nuevo en que trabajaba. Si la colectividad no descubría antes los líderes infractores de la ley que había en su medio, si la colectividad guardaba silencio en las reuniones, Stepanov, con todo derecho, consideraba que la colectividad no era saludable. Si la colectividad como un solo hombre atacaba a uno de sus miembros, especialmente a uno que era necesario atacar, esa actividad de acuerdo con la idea compartida por gente colocada aún más arriba que Stepanov era saludable.
Stepanov tenía muchas ideas fijas que le era imposible abandonar Por ejemplo, no podía imaginar una reunión que no terminara con la adopción de una estruendosa resolución, castigando a miembros individuales, y movilizando toda la colectividad para nuevas victorias de la producción. En especial, le agradaban este tipo de cosas en las reuniones "abiertas" del Partido donde aparecían todas las personas que no pertenecían al Partido, y donde se podía despedazarlas. No tenían derecho a votar ni a defenderse. Algunas veces, antes de votar, se oían voces indignadas u ofendidas:
—¿Qué es esto? ¿Una reunión o un tribunal?
—¡Por favor, camaradas, por favor! — Stepanov utilizaba en tales casos su autoridad para interrumpir a cualquier orador, hasta al presidente de la reunión. Llevándose de prisa una píldora a la boca con mano temblorosa (después de su contusión de guerra le dolía mucho la cabeza por cualquier tensión nerviosa,-y siempre— lo ponía nervioso el que atacaran la verdad) se adelantaba hasta la mitad del salón y se colocaba exactamente debajo de las luces, por lo que grandes gotas de traspiración brillaban en su cabeza calva—. ¿Qué es estor ¿Están, después de todo, contra la crítica y la autocrítica? — Y martillando el aire con su puño, como si estuviera clavando ideas en las cabezas de los oyentes, explicaba:— ¡La autocrítica es la primera fuerza motivadora de nuestra sociedad, el primer poder detrás de su progreso! Es tiempo de que entiendan que cuando criticamos a los miembros de nuestra colectividad no es para someterlos a juicio, sino para mantener a cada trabajador, en todo momento, en constante tensión creadora. ¡Y no puede haber dos opiniones en cuanto a esto, camarada! Por supuesto, no queremos cualquier tipo de crítica, eso es verdad. Necesitamos una crítica sistemática, una crítica que no impugne a nuestros líderes experimentados. No debemos confundir libertad de crítica con una libertad anárquica de pequeños burgueses.
Entonces, se volvía a la garrafa de agua y tragaba otra píldora.
Siempre resultaba que toda la colectividad saludable votaba por la resolución en forma unánime, incluyendo aquellos miembros a quienes la resolución fustigaba y destruía con cargos de "una actitud de descuido criminal hacia el trabajo" o de "incumplimiento del plan, lindando en sabotaje"
