En el primer circulo
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En una oscura tarde del invierno de 1949, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS llama a la embajada norteamericana para revelarles un peligroso y aparentemente descabellado proyecto at?mico que afecta al coraz?n mismo de Estados Unidos. Pero la voz del funcionario quedaba grabada por los servicios secretos del Ministerio de Seguridad, cuyos largos tent?culos alcanzan tambi?n la Prisi?n Especial n? 1, donde cumplen condena los cient?ficos rusos m?s brillantes, v?ctimas de las siniestras purgas estalinistas, y donde son obligados a investigar para sus propios verdugos. A esa prisi?n «de lujo», que es en realidad el primer c?rculo del Infierno dantesco, donde la lucha por la supervivencia alterna con la delaci?n y las trampas ideol?gicas, le llega la misi?n de acelerar el perfeccionamiento de nuevas t?cnicas de espionaje con el fin de identificar lo antes posible la misteriosa voz del traidor...
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—¿Qué? ¿No conoce a Pavel Dmitrievich Korin? — preguntó sorprendido Kondrashev-Ivanov, como si hasta el último de los escolares hubiera oído hablar de él—. ¡Oh! Según dicen... aun cuando yo nunca la vi... tiene una sorprendente pintura llamada "La Rusia que desaparece". Algunos dicen que tiene seis metros de largo... otros, doce. Y esa pintura...
Se estaba poniendo gris.
El guardia caminó por el patio, gritando que la hora de ejercicio había terminado.
Volviendo por el corredor subterráneo, los zeks, refrescados, se encontraron con un Rubin triste, barbudo, pálido y exhausto, que iba saliendo de prisa. No sólo había dormido durante la hora de cortar leña —que en todo caso, no podía ni pensar en hacer después de su disputa con Sologdin— sino que había perdido la caminata de la mañana. Después de su sueño breve y drogado, su cuerpo se sentía pesado y torpe. También estaba experimentando falta de oxígeno, cosa desconocida por todos los que pueden respirar el aire puro cada vez que lo desean. Trataba de abrirse paso hasta el patio para tener una bocanada de aire y un puñado de nieve con que frotarse.
Pero el guardia que estaba en la parte superior de la escalera no lo dejó salir.
Rubín se quedó frente al agujero de cemento, en el fondo de la escalera, donde se había colado un poco de nieve y respiró aire puro. Hizo tres movimientos circulares lentos con los brazos, respirando profundamente, luego recogió un poco de nieve y se frotó la cara con ella y volvió a entrar en la prisión.
Con energía y hambre, Spiridon también entró, después de haber limpiado el camino de automóviles desde los portones hasta la guardia.
En la jefatura de la prisión, dos tenientes —el de los cuadrados bigotes que había cumplido su guardia, y el oficial que se hacía cargo de ella, Zhavkun—, estaban estudiando las órdenes dejadas por el mayor Myslyn.
El teniente Zhavkun era un individuo rudo, de cara ancha e impenetrable. Durante la guerra había servido con el rango de sargento principal, como "verdugo agregado a un tribunal militar divisional", y se había desempeñado en esa actividad durante toda su permanencia en el servicio. Estaba muy satisfecho con su cargo en la prisión especial, y no siendo la lectura su fuerte, siempre leía dos veces las órdenes de Myshin para no equivocarse.
A las nueve menos diez recorrieron las habitaciones para realizar un control y leer en alta voz un anuncio, tal como se les había ordenado:
En el curso de los próximos tres días, todos los prisioneros tienen que entregar al mayor Myshin una lista de sus parientes cercanos, en la siguiente forma: apellido, nombre de pila, patronímico, parentesco, lugar de trabajo y domicilio.
"Se consideran pacientes cercanos los siguientes: madre, padre, esposa en matrimonio registrado. Todos los demás —hermanos, hermanas, tíos, sobrinos, primos, nietos y abuelos— no se consideran parientes cercanos.
Desde el 1° de enero, se permitirá solamente la correspondencia y visitas de los parientes cercanos, mencionados por el prisionero.
Además, desde el 1° de enero, el tamaño de la carta mensual estará limitado a no más de una hoja de cuaderno.
Esto era tan cruel y tan implacable que la mente no podía comprenderlo. Por lo tanto, al principio no hubo ni desesperación ni rebeldía; sólo algunas exclamaciones irónicas siguieron a las palabras de Zhavkun:
—¡Feliz Año Nuevo!
—¡Le deseamos felicidad!
—¡Cu, Cu!
—¡Denuncie por escrito a sus propios parientes!
—¿Es que los sabuesos no los pueden descubrir ellos mismos?
—¿Por qué no nos dicen de qué tamaño tiene que ser la letra?
Zhavkun estaba contando los prisioneros y simultáneamente trataba de memorizar quién y qué gritaba, a fin de informárselo más tarde al mayor.
De cualquier manera, los prisioneros siempre estaban descontentos, recibieran un beneficio o un perjuicio.
Los zeks salieron abatidos a realizar su trabajo.
Aun aquellos que habían estado en prisión durante largo tiempo, estaban sorprendidos ante la crueldad de la nueva medida. La crueldad tenía doble filo. Por un lado, significaba que el débil hilo de comunicación con una esposa o un hijo o un padre sólo sería, mantenido a costa de una denuncia policial formulada por ellos. Después de todo, muchos de los que estaban afuera se las arreglaban para mantener oculto el hecho de que tenían parientes entre rejas, y sólo este secreto les aseguraba empleo y vivienda. Por otra parte, significaba que las esposas y los hijos no registrados eran separados de todo contacto también los hermanos, las hermanas y primos hermanos. Sin embargo, después de la guerra, después de los bombardeos, la evacuación y el hambre, muchos zeks no tenían otros parientes. Y como a la gente no le dan tiempo para prepararse para la reclusión, ni comulgar, ni confesarse, ni saldar sus cuentas con la vida, muchos fueron los que dejaron en la libertad amigas fieles que no poseían el sello negro de la Oficina de Registro de Matrimonios, ZAGS, en su pasaporte. De manera que ahora estas muchachas leales habrían de convertirse en extrañas.
Aun aquellos que generalmente se sentían impacientes por empezar trabajar, se sentían desconsolados. Cuando sonó la campana, los zeks salieron con lentitud, con los brazos caídos a sus costados, arremolinándose por los corredores, fumando y hablando; sentados en sus mesas de trabajo volvían a encender cigarrillos y continuaban hablando. Lo que más los preocupaba era: ¿cómo podía ser que la información referente a sus parientes, no estuviera ya recogida y correlacionada en la ficha respectiva del catálogo central? Los recién llegados y los candidos dudaban de esto, pero los zeks antiguos y endurecidos solamente movían la cabeza. Explicaban que las fichas archivadas de los parientes estaban desordenadas, que detrás de la puertas de cuero negro, a menudo, "no cazaban la laucha" no recogían la información de los innumerables interrogatorios; los oficiales de la prisión no consiguen actualizar sus informes con los datos que pueden obtener de los libros, en los cuales se registran las visitas y los paquetes; y la lista de parientes que Klimentiev y Myshin exigían, representaba un certero golpe mortal dirigido a los familiares de los presos.
Eso era lo que estaban diciendo los zeks, y nadie quería trabajar.
Pero la última semana del año comenzaba esa misma mañana, y de acuerdo a los proyectos de la administración del instituto, había que cumplir un heroico esfuerzo de arranque a fin de completar el plan anual para 1949, el plan de diciembre, desarrollar y aceptar el plan anual 1950; separadamente, el plan de enero, el de la primera década y el plan trimestral de enero a marzo. Todo lo que concernía al papelerío, tenía que llevarlo a cabo la administración misma. Todo lo que concernía al trabajo, tenía que ser ejecutado por los zeks. En consecuencia, hoy era particularmente esencial que los prisioneros demostraran entusiasmo.
