La Reina Oculta
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La edad media: ?poca de pasiones, traiciones, amenazas, amores y grandes odios. Ese es el marco en el que se desarrolla la nueva novela de Jorge Molist. La novela empieza cuando un ladr?n an?nimo roba la carga de la s?ptima mula, un documento que seg?n se comenta podr?a acabar hundiendo a la propia Iglesia. A tenor del robo el abad Arnaldo y el propio Papa deciden iniciar una cruzada por el sur de Francia -la ciudad medieval de Carcassone ser? una de las ciudades asediadas-. por otra parte, el abad Arnaldo encargar? a un joven vividor parisino que recupere la carga de la s?ptima mula y la devuelva a manos de la Iglesia.
Mientras la cruzada se cuece en Roma y Par?s, en el sur de Francia una joven dama se enamora de un caballero espa?ol. No sabe que en pocos d?as su ciudad ser? asediada, ni que la Iglesia ha puesto precio a su cabeza. Los caminos de esta pareja y del joven parisino se cruzar?n en una historia llena de aventuras, amores y muertes.
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– No lo veo factible -dijo Guillermo-. No podrán hacer nada.
– Tienen aliados poderosos.
– ¿Quiénes?
Hugo bajó la voz como si temiera que alguien nos escuchara.
– El propio arzobispo.
Guillermo y yo nos miramos sorprendidos.
– ¿Que el arzobispo se aliaría con los judíos contra la cruzada? -exclamó Guillermo-. Eso no tiene sentido.
– El arzobispo y el Papa se llevan muy mal -aclaró Hugo-. Es más, se odian. Berenguer sabe que el Papa lo destituirá tan pronto como pueda y que, cuando la cruzada ponga sus ojos en Narbona, su futuro será poco mejor que el de los judíos. No asistió a la penitencia del conde Raimundo en Saint Gilles y la única razón por la que se sometió a la cruzada fue porque no estaba preparado y prefería que ésta, entonces envalentonada por la victoria de Béziers y en su plenitud de fuerzas, se dirigiera a Carcasona.
– ¿Qué tiene que ver todo eso con los legajos? -inquirí.
– Mucho -Hugo me miraba con esos ojos que yo amaba-. Parece que serían la base legal para el nuevo reino judío de Septimania.
No supe reaccionar frente a esa revelación. Era increíble y contemplé sus rasgos, en los que se dibujaba la sonrisa que me enamoró. Me había dejado boquiabierta.
– No puede ser -dijo Guillermo anticipando mi pensamiento.
– Sí lo es -afirmó Hugo-. Y esta noche, alguien, por mi amistad y algunas monedas, me dará los detalles.
