El Baile
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A partir de la vida de los Kamp, una familia de origen jud?o en el Par?s de los a?os 20 la autora hace una cr?tica mordaz y demoledora sobre las falsas apariencias en las que goza instalarse ese sector de la sociedad hoy conocido como ‘nuevos ricos’. La protagonista es una adolescente de 14 a?os que sin apenas darse cuenta pas? de vivir m?seramente a instalarse en la m?s opulenta riqueza. Su padre, un antiguo botones del banco de Par?s, consigui? un genial golpe de suerte en la Bolsa y de repente se encontr? con una inmensa fortuna.
Rosine, madre de Antoinette, es el personaje m?s burdo de esta peque?a historia. Para dar el salto definitivo a la alta sociedad organiza un baile con doscientas invitados a los que s?lo conoce de referencias. A pesar de la insistencia de Antoinette, su madre no le permite asistir a la fiesta y ?sta gesta una venganza que arruinar? las pretensiones de su despreciable progenitora, una madre que nunca le mostr? el m?s m?nimo gesto de cari?o.
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– Tenga, querida, aquí están las invitaciones de su madre, que aún no he echado al correo… Vaya corriendo a ese pequeño estanco, allí, en aquella calle a la izquierda. ¿Ve la luz? Échelas en el buzón. Nosotros la esperamos aquí.
Depositó el paquete en manos de Antoinette y a continuación se alejó precipitadamente. En medio del puente, Antoinette la vio detenerse una vez más, esperar al muchacho con la cabeza gacha. Se apoyaron en el parapeto.
Antoinette no se había movido. A causa de la oscuridad sólo veía dos sombras borrosas, y alrededor el Sena negro y lleno de reflejos. Incluso cuando se besaron, adivinó más que vio la flexión, una especie de blanda caída de un rostro contra el otro, pero se retorció las manos como una mujer celosa. Con el movimiento que hizo, un sobre escapó y cayó al suelo. Tuvo miedo y se apresuró a recogerlo, y en el mismo instante se avergonzó de ese miedo. ¿Qué, siempre temblando como una niña? No era digna de ser una mujer. ¿Y esos dos que seguían besándose? No habían separado los labios… La embargó una especie de vértigo, una necesidad salvaje de desafío y de hacer daño. Con los dientes apretados, agarró los sobres y los estrujó, los rompió y los lanzó todos juntos al Sena. Con el corazón ensanchado, los contempló flotar contra el arco del puente. Luego, el viento acabó por llevárselos río abajo.
