Archipielago Gulag

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Archipielago Gulag, Солженицын Александр Исаевич-- . Жанр: Историческая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Archipielago Gulag
Название: Archipielago Gulag
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 440
Читать онлайн

Archipielago Gulag читать книгу онлайн

Archipielago Gulag - читать бесплатно онлайн , автор Солженицын Александр Исаевич

Cuando en el a?o 1974 se public? Archipi?lago Gulag, los espa?oles del PCE eran los protagonistas de la Transici?n, defend?an los derechos humanos, la reconciliaci?n, las elecciones libres, la amnist?a y la democracia. En toda Europa, los comunistas hab?an sido la principal fuerza antifascista y adoraban a la URSS por ser el primer Estado obrero del planeta que hab?a derrotado a Hitler. Eran indulgentes con la dictadura del proletariado y achacaban las purgas, el hambre y la polic?a secreta al aislamiento, el cerco, a la guerra fr?a y a la propaganda imperialista. Pero despu?s de que se public? Archipi?lago Gulag, aunque no se leyera por decoro y disciplina, los comunistas de todo el mundo, y especialmente los de Espa?a, descubrieron que por debajo del anticomunismo doliente y l?rico de Alexandr Solzhenitsyn, estaba el infierno de la verdad. Pocas veces un libro ha causado tanto dolor. Los perseguidos, torturados, encarcelados de este lado se ve?an a s? mismos en la reconstrucci?n de almas, se encontraban entre los desaparecidos y se identificaban con los 227 testigos...

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

Finalmente, llegan a destino. Sala de baños antes de ingresar en el campo. Deben desnudarse en una caseta, atravesar el patio en cueros, a la carrera, y lavarse en otro barracón. Pero ahora ya se puede aguantar lo que sea: ¿O no han terminado ya los peores tormentos? ¡Lo importante es que ya hemos llegado! Anochece. De pronto se sabe que no hay sitio en el campo, que no están preparados para hacerse cargo de los nuevos. Así que después del baño, vuelta a formar, otra vez recuento, de nuevo rodeados de perros y a cubrir los mismos seis kilómetros arrastrando sus bártulos, sólo que ahora en la oscuridad, pateando la nieve de regreso hasta el tren. Pero durante esas horas las puertas de los vagones han estado abiertas y se ha helado su interior. En los vagones no queda ni rastro del mísero calor de antes y, además, como han llegado al final del trayecto, ya se ha quemado todo el carbón y no hay de dónde sacar más. Pasan, pues, la noche ateridos. Por la mañana les dan de comer gobio seco (el que quiera beber que mastique nieve) y los conducen de nuevo por el mismo camino.

¡Pero, de todos modos, éste fue un caso afortunado!Porque el campo existía, y si no los admitían hoy los admitirían mañana. Dado que los trenes rojos se caracterizaban por la posibilidad de tener un lugar desierto como punto de destino, no era raro que la llegada de los trasladados equivaliera a la inauguración de un nuevo campo. Así pues, bajo la aurora boreal, un tren puede simplemente detenerse en plena taiga y alguien clavar una tablilla en un abeto: «OLP n°l» (Puesto de Campo Avanzado). Y allí se pasarían una semana a base de voblaseca y gachas de harina y nieve.

Pero si el campo al que llegas lleva ya funcionando aunque sólo sea un par de semanas, aquello significa cierto confort, pues ya están en condiciones de dar comida caliente. Y aunque no haya escudillas, al menos ponen el primero y segundo plato juntos en una palangana de baño para cada seis. Los seis hombres formarán un círculo (tampoco hay mesas ni sillas), dos sostendrán la palangana por el asa con la mano izquierda, y con la derecha comerán cuando llegue su turno. ¿Que me estoy repitiendo, dice usted? ¿No era eso en Vogvózdino? Sí, pero también en Perebory en 1937 y es Loschilin quien ahora lo cuenta. No me repito yo, se repite el Gulag.

...Y más adelante pondrán a los novatos a disposición de unos jefes de cuadrilla escogidos entre los veteranos del campo, y en un abrir y cerrar de ojos éstos les habrán enseñado a buscarse la vida,a escurrir el bulto y engañar a los demás. Y desde la primera mañana irán al trabajo, pues el reloj de la Época marcha siempre adelante y no puede esperar. ¡Ni que fuera esto el presidio zarista de Akatúi, con sus tres días de descanso para los recién llegados! [291] 62

Poco a poco van floreciendo los bienes del Archipiélago, van tendiéndose nuevos ramales ferroviarios y los presos llegan ya en tren a muchos lugares hasta no hace mucho sólo accesibles por agua. No obstante, aún viven indígenas que cuentan cómo navegaron por el Izhma, igual que en la antigua Rusia, en galeras de cien hombres, y cómo ellos mismos remaron. Y cómo llegaban hasta el campo remontando el Pechora y el Usa en canoas. También enviaban zeks a Vorkutá en gabarras: hasta Adzvavom, el centro de transbordo de Vorkut-lag, en barcazas grandes y de allí se seguía diez días en lanchas de poco calado. La embarcación estaba infestada de piojos, hasta tal punto que la escolta permitía a los presos subir a cubierta de uno en uno para sacudirse los parásitos y echarlos al agua. Había también traslados fluviales que no eran directos, pues había que hacer transbordos, sirgar las barcas desde la orilla o cubrir etapas a pie-

También tenían allí sus propias prisiones de tránsito, a base de estacas y lonas o a veces con tiendas: Ust-Usá, Pomózdino, Shchelia-Yur. En estos ribazos [292]regían usos propios. Cada uno de ellos tenía sus normas de vigilancia y, naturalmente, órdenes particulares y mañas propias ideadas por cada cuerpo de guardia, así como penalidades peculiares para los zeks. Pero no es éste lugar para describir esos lugares exóticos, y por tanto preferimos no abordar el tema.

El Dvina septentrional, el Obi y el Yeniséi saben bien cuándo llegaron los primeros presos en gabarras: durante la liquidación de los kulaks. Por ríos que fluyen directamente hacia el norte, en barcazas panzudas de gran capacidad: era el único modo de verter en las tierras muertas del norte toda aquella masa gris de la Rusia viva. Echaban a los hombres al casco de la barcaza, cual si fuera un barreño, y allí se amontonaban unos sobre otros y se movían como cangrejos en una cesta. Y los centinelas estaban arriba, en las bordas, como parapetados en un altozano. A veces transportaban toda esa masa a cielo abierto, a veces la cubrían con una gran lona, ya fuera para no verla o para vigilarla mejor, aunque desde luego no para resguardarla de la lluvia. Un trayecto en semejantes barcazas ya no era un transporte, sino una muerte a plazo fijo.

Además, apenas les daban de comer, y una vez arrojados a la tundra ya no les daban alimento alguno. Los dejaban para que murieran a solas con la naturaleza.

A partir de 1940 los traslados en barcaza por el Dvina septentrional (y por el Vychegda) no sólo no disminuyeron, sino que cobraron muchísimo auge: por allí pasó la población liberadade Ucrania y Bielorrusia occidentales. En la sentina, los presos estaban de pieunos contra otros, y no sólo por espacio de veinticuatro horas. Orinaban en recipientes de vidrio que se pasaban de mano en mano hasta vaciarlos en los tragaluces; si se trataba de algo más serio, se lo hacían en los pantalones.

Durante décadas, el cabotaje en gabarras por el Yeniséi fue consolidándose hasta convertirse en práctica permanente. En los años treinta se construyeron en Krasnoyarsk unos tinglados a la orilla del río y, bajo estos cobertizos, en las frías primaveras siberianas, los presos temblaban todo un día y hasta dos esperando el embarque. [293] 63Las barcazas del Yeniséi destinadas al '•traslado de presos tienen como instalación fija una oscura sentina de tres plantas. Sólo la escotilla, donde está la escalerilla, deja pasar un poco de luz difusa. Para el cuerpo de guardia hay una caseta en cubierta. Los centinelas vigilan las salidas de la sentina y observan el agua, por si aparece alguien en la superficie. Los guardias no bajan jamás a la sentina, por más gemidos o gritos de socorro que oigan. Y nunca sacan a los presos a pasear por cubierta. En los traslados de 1937-1938 y de 1944-1945 (y es de suponer que también entre estas fechas) no se prestaba ayuda médica alguna a los de la bodega. En los «pisos», los presos yacían unos sobre otros en dos hileras: una hilera con la cabeza contra la borda y la otra con la cabeza en los pies de la primera hilera. En los pisos sólo se puede llegar hasta la cubeta pasando por encima de la gente. Y como no siempre permiten sacar los zambullos cuando es tiempo (¡imagínese subir a cubierta un barril lleno de inmundicias por una escalerilla empinada!), la porquería se desborda, el líquido se derrama por el suelo y gotea en los pisos inferiores. Y la gente sigue tendida en ese mismo suelo. La comida es balanda distribuida por los pisos en unos toneles, y allí, en la perpetua oscuridad (tal vez hoy tengan ya electricidad), unos presos ayudantes la reparten alumbrándose con lamparillas de petróleo. En un traslado así, a veces para llegar a Dudinka hacía falta un mes. (Ahora, naturalmente, el viaje puede hacerse en una semana.) No era extraño que debido a los bancos de arena y a otras dificultades de la navegación fluvial el viaje se alargara más de lo previsto, por lo cual los víveres embarcados no bastaban, y entonces no daban comida alguna durante varios días (y como es natural, después nadie les compensaba «lo perdido»).

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название