Diario de la Guerra de Espana
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Esta es la traducci?n castellana de la edici?n definitiva. Koltsov, corresponsal extraordinario de Pravda en Espa?a, fue testigo ocular de los acontecimientos que narra. Estrechamente ligado a la pol?tica contempor?nea del partido comunista ruso y periodista fuera de lo com?n, uni? a una gran valent?a personal dotes pol?ticas y militares excepcionales, una innegable profundidad de an?lisis y una lengua exacta y po?tica. Su papel en Espa?a fue mucho m?s importante que el que se puede esperar de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades le situaron en m?s de una ocasi?n en el plano m?s elevado de la acci?n pol?tica. Su maravillosa fuerza descriptiva es patente en los pasajes m?s duros del Diario: la muerte de Lukacs, la conversaci?n con el aviador moribundo, el tanquista herido, el asalto frustrado al Alc?zar... Pero nada supera, sin duda, la maestr?a de los retratos de Koltsov. Su pluma arranca los rasgos esenciales de los nombres m?s significativos del campo republicano: Largo Caballero, Durruti, Alvarez del Vayo, Rojo, Malraux, Garc?a Oliver, Kleber, La Pasionaria, Casares Quiroga, L?ster, Checa, Aguirre, Jos? D?az, junto a gentes de importancia menos se?alada, con frecuencia an?nimas: oficiales, soldados, mujeres, ni?os... Es ?ste, en definitiva, un documento literario y pol?tico de un periodo crucial —1936-1937—, que ayuda no s?lo a revivirlo sino a comprenderlo.
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—¡Esto es terriblemente interesante! Pero si es así, ¿por qué los imperialistas franceses no ayudan a la España republicana? Algunos de ellos, a mi parecer, hasta están inclinados a ceder España a Franco y a los alemanes.
—¡Esto es un juego, un juego! ¡Un juego diplomático! Además, no lo olviden, los franceses tienen mucho miedo a Hitler. Por esto son tan neutrales...
Rodríguez calla torpemente. Se da cuenta de que no ha ido por donde debía. Continuar desarrollando esta conversación, tan rica de contenido, es superior a sus fuerzas. Por lo visto, se trata de una figura para cubrir las apariencias. No es él quien mueve los asuntos del POUM en Madrid. El infatigable argentino continúa interrogándole:
—Esto que acaba usted de comunicar, ¿es la opinión de Trotski?
—Sí... Pero en general, he de decirles que no en todo estamos de acuerdo con él. En vano se nos tiene por trotskistas incondicionales. Nosotros tenemos en cuenta su opinión en los problemas internacionales, pero exigimos que él tenga en cuenta la nuestra en las cuestiones españolas. Por esto hemos tenido que mandar de vuelta la misión militar que él envió. Hablando sinceramente —pero esto, por favor, no lo publiquen— sin el POUM Trotski no tendría ninguna cuarta internacional. El hecho es que fuera de nosotros no cuenta con nadie.
—¿Y cuántos miembros del POUM hay ahora en Madrid?
—En otoño llegábamos al millar y medio. Ahora, naturalmente, somos menos. No olvide que se está procediendo a la evacuación.
Rodríguez se compromete a preparar para la próxima visita de los sudamericanos una colección completa de las publicaciones del POUM. Sigue mostrándose amable, pero su rostro se ensombrece evidentemente cuando Miguel, después de consultar su libro de notas y de citar los nombres de Florencio López, Mariano Salas y Fernando Salvadores, pregunta si esos personajes siguen formando parte de la dirección del POUM.
—Sí, forman parte. Mejor dicho, formaban parte. ¿Por qué?
—Por nada. Para precisar.
Esta última pregunta recarga pesadamente la atmósfera. Rodríguez se despide con expresión hostil, desconcertado.
Al salir a la calle, Miguel y Quesada examinan allí mismo periódicos madrileños del 17 de diciembre de 1935, obtenidos de antemano. Así es, en efecto. Es un hecho. Florencio López, Mariano Salas y Fernando Salvadores fueron los principales autores del robo con fractura de millón y medio de pesetas destinadas al pago de salarios para los obreros de las empresas comunales madrileñas. En los periódicos se insertan las declaraciones que hicieron al ser detenidos y fotografías tomadas junto a una mesa, ante un gran montón de billetes de banco.
El POUM requisó numerosas viviendas ricas y hotelitos abandonados, con preferencia los que tenían buenas cavas, eligió los mejores automóviles, tomó bajo su control político teatros, establecimientos de diversión, empresas gastronómicas y papelerías. En torno a la organización, se ha agrupado un buen número de individuos expulsados de diferentes partidos por corrupción, estafa y robo.
Se proveyeron también de tropas propias. En Barcelona y en Lérida era muy frecuente encontrar automóviles con jóvenes amenazadoramente hoscos y señoritas cubiertas de pies a cabeza con correajes, revólveres y distintivos.
Los poumistas fueron ampliando su economía. En las páginas de su periódico comenzaron a aparecer rebuscadas resoluciones firmadas de manera sospechosa por «Los campesinos marxistas del distrito de Barbastro».
En general se podía vivir.
Pero luego las cosas tomaron mal cariz. Tres jefes que encabezaban a tres columnas poumistas convirtieron en regla de conducta partir del frente con sus unidades en el momento mismo en que era necesario pelear. Un destacamento de ochocientos hombres del POUM abandonó antes del mismísimo combate una posición clave en el frente de Aragón.
El pequeño destacamento que lleva el nombre de Táhlmann se vio obligado a ocupar precipitadamente el lugar abandonado por los desertores, y al rechazar el ataque del enemigo, perdió la mitad de sus efectivos.
En otro sector del mismo frente una ofensiva de los republicanos recién empezada fracasó también por abandono de las unidades del POUM.
En el frente del centro, en el sector de Sigüenza, los poumistas, inesperadamente y a despecho de las protestas de los milicianos, se llevaron de allí a sus unidades. En su lugar se colocó un batallón de ferroviarios, los cuales, parapetados en la catedral, cubrieron heroicamente la retirada en dicho sector.
En su hojita El compañero rojo(editada no se sabe dónde), el POUM asegura que los trotskistas combaten por la república en las filas de la Brigada Internacional. Los jefes de las Brigadas Internacionales XI y XII, Hans y Lukács, niegan categóricamente que en sus unidades haya compañeros de esta clase.
Tales hechos han infundido en los círculos militares una natural desconfianza respecto a todo cuanto sucede bajo signo trotskista. Las unidades poumistas se han disgregado. A sus jefes los han echado del frente. Ello ha coincidido por cierto, con la llegada a Barcelona, en plan conspirativo, de tres sujetos que se denominaban a sí mismos «misión militar» de Trotski en ayuda del POUM. Después de haber pasado una semana en Barcelona, la «misión» se ha retirado silenciosamente de España.
Todo esto aún no sería nada. Todo esto aún podría pasar. En el revuelto entretejido de los acontecimientos, en la tempestuosa situación política española, los poumistas aún podrían mantenerse y nutrirse durante largo tiempo. Quien los ha metido en un mal paso y los ha perdido ha sido su propio jefe al imponerles unas obligaciones que son en verdad inauditas y que no pueden cumplirse de ningún modo. En el país en que el Frente Popular encabeza la lucha armada por la libertad y la independencia, en el país en que el nombre de la Unión Soviética está rodeado literalmente de la veneración y cariño generales, Trotski ha dado a sus partidarios dos directrices: primera, manifestarse contra el Frente Popular, y segunda, manifestarse contra la Unión Soviética.
Desde ese momento, el POUM se ha organizado, al estilo trotskista, en dos filas. En la primera fila, el propio Nin (ex secretario de Trotski, ahora secretario del POUM) y unos cuantos individuos más, intervienen en las reuniones con ataques y provocaciones contra el Frente Popular, con calumnias contra el gobierno de la República, oponiéndose a la transformación de la milicia popular en una fuerza armada regular. En un mitin convocado por los trotskistas en Lérida, Nin, que entonces aún formaba parte del gobierno de Cataluña, se lanzó contra los decretos de dicho gobierno por los que él mismo había votado. Esto acabó mal. Por exigencia de todos los partidos y organizaciones de Cataluña, Nin, por su doble juego, fue excluido de la composición del nuevo gobierno catalán.
El periódico del POUM, La Batalla,ha encontrado un objeto único de su odio y de sus diarios ataques. No se trata del general Franco ni del general Mola ni del fascismo italiano o alemán, sino de la Unión Soviética. Acerca de la Unión Soviética, en La Batallase publican las mentiras más feroces y venenosas. Cada día comunica dicho periódico que en Moscú ha estallado una sublevación, que el Komintern se ha liquidado y que Dimitrov ha sido detenido y desterrado a Siberia, que la prensa soviética se manifiesta contra el Frente Popular, que en Leningrado se pasa hambre... No existe un solo periódico de los facciosos que no haya publicado extractos de La Batalla.