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Una chica anos veinte

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Una chica anos veinte
Название: Una chica anos veinte
Автор: Kinsella Sophie
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 271
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Una chica anos veinte - читать бесплатно онлайн , автор Kinsella Sophie

Me gustar?a dar las gracias a quienes con tanta gentileza me han ayudado a documentarme para este libro: Olivia y Juli?n Pinkney, Robert Beck y Tim Moreton.

Mi inmenso agradecimiento, como siempre, a Linda Evans, Laura Sherlock y todo el maravilloso equipo de Transworld. Y, naturalmente, a Araminta Whitley, Harry Man, Nicki Kennedy, Sam Edenborough, Valerie Hoskins y Rebecca Watson, as? como a mis chicos y al clan familiar al completo.

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- He pensado que estaría bien -responde él con mirada vidriosa-. Aprecio mucho el encargo que me ha hecho, es lo mínimo que podía hacer.

- ¿Cómo? -Lo miro sin entender.

- Aprecio mucho su encargo -repite como un robot-. Es lo mínimo que podía hacer.

Ay, Dios. Sadie.

- Bueno.. . muchas gracias -le digo con apuro-. Se lo agradezco. ¡Y lo recomendaré a todos mis amigos!

El hombre se retira y yo me entretengo desempaquetando las cajas, consciente de que mamá y papá me miran sin dar crédito a lo que ven.

- ¿Te las ha traído él mismo desde Hackney? -exclama papá.

- Eso parece -digo, como si eso fuera normalísimo. Por suerte, suena el teléfono y me apresuro a responder.

- Consultoría Mágica.

- Con Lara Lington, por favor. -Es una mujer, pero no reconozco su voz.

- Yo misma -digo, sentándome en una de las sillas giratorias nuevas. Espero que no haya oído el crujido del plástico-. ¿En qué puedo ayudarla?

- Me llamo Pauline Reed. Soy la directora de recursos humanos de Wheeler Foods. Nos interesaría que se pasara por aquí para conocernos. He oído grandes cosas sobre usted.

- Muy amable. -Sonrío muy ufana-. ¿Quién le ha hablado de mí, si no es indiscreción? ¿Janet Grady?

Se hace un silencio.

- No recuerdo bien -dice al cabo-. Pero tiene usted una fama excelente en la selección de ejecutivos y me gustaría conocerla. Algo me dice que podría ser muy útil para nuestra empresa.

Sadie.

- De acuerdo. -Procuro concentrarme-. Déjeme ver mi agenda.. . -La abro y anota la cita.

Cuando cuelgo, mamá y papá me observan ansiosos.

- ¿Buenas noticias, cariño?

- Pse.. . la jefa de recursos humanos de Wheeler Foods -digo, como si nada-. Quiere que nos veamos.

- Wheeler Foods.. . ¿no son los de las galletas de avena? -dice mamá, asombrada.

- Sí. -Se me escapa una sonrisa-. Parece que mi ángel de la guardia está cuidando de mí.. .

- ¡Tachán! -Es la voz alegre de Kate, que entra con un gran ramo de flores-. ¡Mira lo que acaban de traer! ¡Hola, señor y señora Lington! -añade, educada-. ¿Les gusta el nuevo despacho? ¿A que está muy bien?

Cojo las flores y saco la tarjeta del sobrecito.

- «Para el personal de Consultaría Mágica -leo en voz alta-. Confiamos en llegar a conocerlos como clientes y como amigos. Atentamente, Brian Chalmers. Jefe de recursos humanos de Dwyer Dunbar.» Y nos deja su número directo.

- ¡Increíble! -Kate abre unos ojos como platos-. ¿Lo conoces?

- No.

- Pero conocerás a alguien de Dwyer Dunbar.. .

- Pues no.

Mamá y papá han vuelto a quedarse sin habla. Será mejor que los saque de aquí antes de que sigan ocurriendo locuras.

- Vamos a almorzar a la pizzería -le digo a Kate-. ¿Vienes?

- En un minuto. -Sonríe-. Antes tengo que terminar unas cosas.

Me llevo a mis padres, bajamos las escaleras y salimos a la calle. En la acera, justo delante del portal, hay un viejo párroco con alzacuello y sotana que parece un poco perdido. Me acerco.

- Hola. ¿Sabe dónde está? ¿Necesita orientarse?

- Bueno.. . sí, no soy de esta zona. Busco el número cincuenta y nueve.

- Es este edificio, mire -digo, señalando nuestro portal, en cuyo cristal hay estampado un 59.

- ¡Vaya, es aquí! -Su expresión se ilumina y se acerca. Pero no entra; sólo alza la mano y empieza a hacer la señal de la cruz-. Señor, te ruego que bendigas a todos los que trabajan en este edificio -dice con voz temblorosa-. Bendice todos sus esfuerzos y todas sus empresas, muy en particular a la Consultoría.. .

No puede ser.

- ¡Vamos! -Cojo del brazo a mamá y papá-. Venga, hora de comernos una pizza.

- Lara -musita papá mientras prácticamente lo arrastro por la calle-. ¿Me he vuelto loco o ese párroco estaba.. . ?

- Yo tomaré una Cuatro Estaciones -digo, haciéndome la sorda-.¿Y vosotros?

Creo que mis padres se han dado por vencidos. Simplemente se dejan llevar. Pero en cuanto bebemos una copa de vino Valpolicella, sonreímos y cesan las preguntas embarazosas. Hemos pedido las pizzas y entretanto devoramos bollitos con ajo y perejil. Me siento de maravilla.

Incluso cuando aparece Tonya no me pongo tensa. Ha sido idea de mamá y papá decirle que viniera. Aunque a veces me saque de quicio, no deja de ser parte de la familia. Ahora empiezo a valorar lo que eso significa.

- ¡Oh, Dios mío! -exclama nada más llegar. Unas veinte cabezas se vuelven para mirarnos-. ¡Oh, Dios mío! ¿Podéis creerlo? ¡Todas esas historias sobre el tío Bill!

Obviamente, esperaba una reacción más aparatosa por nuestra parte.

- Hola, Tonya -digo-. ¿Qué tal los chicos? ¿Cómo está Clive?

- ¿Podéis creerlo? -insiste-. ¿Habéis leído los periódicos? O sea.. . no puede ser. Es todo basura. Ha de ser una maniobra.

- Creo que es verdad -la corrige papá suavemente-. Él mismo lo reconoce.

- Pero ¿no habéis visto las cosas que dicen?

- Sí. -Mamá se sirve más Valpolicella-. Lo hemos visto. ¿Vino, querida?

- Pero.. . -Tonya se desploma en una silla y nos mira desconcertada, incluso algo ofendida. Debía de creer que nos encontraría en pie de guerra en defensa del tío Bill. Y no alimentándonos alegremente.

- Ten. -Mamá le pasa una copa de vino-. Ahora te pedimos una pizza.

Mientras Tonya se quita la chaqueta y la cuelga del respaldo, percibo que su mente trabaja a toda velocidad. Está tratando de calibrar la situación. Si tiene que ser la única, no va a empeñarse en defender al tío Bill.

- Bueno, ¿y quién ha destapado todo? -pregunta al fin, tras beber un sorbo de vino-. ¿Un periodista de investigación?

- Ha sido Lara -responde papá con una sonrisita.

- ¿Lara? -De pronto parece más airada que antes-. ¿Qué quieres decir?

- Investigué sobre el cuadro y sobre la tía Sadie -explico-. Y sólo tuve que sumar dos y dos.

- Pero.. . -resopla de incredulidad- pero tu nombre no ha salido en los periódicos.

- He preferido permanecer en el anonimato -digo en tono críptico, como uno de esos superhéroes que se desvanecen en la oscuridad, sin buscar otra recompensa que hacer el bien.

A decir verdad, me habría encantado salir en los periódicos. Pero nadie se ha molestado en venir a entrevistarme, y eso que me alisé expresamente el pelo por si acaso. Todos los reportajes se limitan a decir que el descubrimiento lo realizó «un miembro de la familia».

Un miembro de la familia.. . Uff.

- Pero no lo entiendo. -Tonya me taladra con una hosca mirada-. ¿Por qué te dio por fisgonear?

- Un sexto sentido me decía que había gato encerrado en el caso de la tía Sadie. Pero nadie quería hacerme caso -añado con toda intención-. En el funeral, todo el mundo creyó que me había vuelto loca.

- Tú dijiste que la habían asesinado -objeta-. Y no era cierto.

- Aun así, mi instinto me decía que algo no cuadraba. Así que decidí seguir el hilo de mis sospechas. Y al final se vieron confirmadas. -Todos están pendientes de mis palabras, como si estuviera dando una clase magistral-. Entonces hablé con los expertos de la London Portrait Gallery y ellos verificaron mi descubrimiento.

- Ya lo creo que sí. -Mi padre me sonríe.

- ¿Y sabes qué? -añado orgullosa-. Van a tasar el cuadro.. . ¡y el tío Bill le dará a papá la mitad de su valor!

- ¡No! -Tonya se queda boquiabierta-. Increíble. ¿Cuánto podría reportar?

- Millones, por lo visto -murmura papá, incómodo-. Bill parece muy decidido.

- Es lo que te corresponde, papá -le repito por enésima vez-. ¡Él te lo robó! ¡Es un vulgar chorizo!

Tonya se ha quedado sin palabras. Coge un bollo y lo mordisquea.

- ¿Leísteis el editorial del Times?-dice al fin-. Era brutal.

- Más bien salvaje. -Papá hace una mueca-. Lo sentimos por Bill, a pesar de todo.. .

- ¡De eso nada! -salta mamá-. ¡Se lo tiene merecido!

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