Una chica anos veinte
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Me gustar?a dar las gracias a quienes con tanta gentileza me han ayudado a documentarme para este libro: Olivia y Juli?n Pinkney, Robert Beck y Tim Moreton.
Mi inmenso agradecimiento, como siempre, a Linda Evans, Laura Sherlock y todo el maravilloso equipo de Transworld. Y, naturalmente, a Araminta Whitley, Harry Man, Nicki Kennedy, Sam Edenborough, Valerie Hoskins y Rebecca Watson, as? como a mis chicos y al clan familiar al completo.
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- He pensado que estaría bien -responde él con mirada vidriosa-. Aprecio mucho el encargo que me ha hecho, es lo mínimo que podía hacer.
- ¿Cómo? -Lo miro sin entender.
- Aprecio mucho su encargo -repite como un robot-. Es lo mínimo que podía hacer.
Ay, Dios. Sadie.
- Bueno.. . muchas gracias -le digo con apuro-. Se lo agradezco. ¡Y lo recomendaré a todos mis amigos!
El hombre se retira y yo me entretengo desempaquetando las cajas, consciente de que mamá y papá me miran sin dar crédito a lo que ven.
- ¿Te las ha traído él mismo desde Hackney? -exclama papá.
- Eso parece -digo, como si eso fuera normalísimo. Por suerte, suena el teléfono y me apresuro a responder.
- Consultoría Mágica.
- Con Lara Lington, por favor. -Es una mujer, pero no reconozco su voz.
- Yo misma -digo, sentándome en una de las sillas giratorias nuevas. Espero que no haya oído el crujido del plástico-. ¿En qué puedo ayudarla?
- Me llamo Pauline Reed. Soy la directora de recursos humanos de Wheeler Foods. Nos interesaría que se pasara por aquí para conocernos. He oído grandes cosas sobre usted.
- Muy amable. -Sonrío muy ufana-. ¿Quién le ha hablado de mí, si no es indiscreción? ¿Janet Grady?
Se hace un silencio.
- No recuerdo bien -dice al cabo-. Pero tiene usted una fama excelente en la selección de ejecutivos y me gustaría conocerla. Algo me dice que podría ser muy útil para nuestra empresa.
Sadie.
- De acuerdo. -Procuro concentrarme-. Déjeme ver mi agenda.. . -La abro y anota la cita.
Cuando cuelgo, mamá y papá me observan ansiosos.
- ¿Buenas noticias, cariño?
- Pse.. . la jefa de recursos humanos de Wheeler Foods -digo, como si nada-. Quiere que nos veamos.
- Wheeler Foods.. . ¿no son los de las galletas de avena? -dice mamá, asombrada.
- Sí. -Se me escapa una sonrisa-. Parece que mi ángel de la guardia está cuidando de mí.. .
- ¡Tachán! -Es la voz alegre de Kate, que entra con un gran ramo de flores-. ¡Mira lo que acaban de traer! ¡Hola, señor y señora Lington! -añade, educada-. ¿Les gusta el nuevo despacho? ¿A que está muy bien?
Cojo las flores y saco la tarjeta del sobrecito.
- «Para el personal de Consultaría Mágica -leo en voz alta-. Confiamos en llegar a conocerlos como clientes y como amigos. Atentamente, Brian Chalmers. Jefe de recursos humanos de Dwyer Dunbar.» Y nos deja su número directo.
- ¡Increíble! -Kate abre unos ojos como platos-. ¿Lo conoces?
- No.
- Pero conocerás a alguien de Dwyer Dunbar.. .
- Pues no.
Mamá y papá han vuelto a quedarse sin habla. Será mejor que los saque de aquí antes de que sigan ocurriendo locuras.
- Vamos a almorzar a la pizzería -le digo a Kate-. ¿Vienes?
- En un minuto. -Sonríe-. Antes tengo que terminar unas cosas.
Me llevo a mis padres, bajamos las escaleras y salimos a la calle. En la acera, justo delante del portal, hay un viejo párroco con alzacuello y sotana que parece un poco perdido. Me acerco.
- Hola. ¿Sabe dónde está? ¿Necesita orientarse?
- Bueno.. . sí, no soy de esta zona. Busco el número cincuenta y nueve.
- Es este edificio, mire -digo, señalando nuestro portal, en cuyo cristal hay estampado un 59.
- ¡Vaya, es aquí! -Su expresión se ilumina y se acerca. Pero no entra; sólo alza la mano y empieza a hacer la señal de la cruz-. Señor, te ruego que bendigas a todos los que trabajan en este edificio -dice con voz temblorosa-. Bendice todos sus esfuerzos y todas sus empresas, muy en particular a la Consultoría.. .
No puede ser.
- ¡Vamos! -Cojo del brazo a mamá y papá-. Venga, hora de comernos una pizza.
- Lara -musita papá mientras prácticamente lo arrastro por la calle-. ¿Me he vuelto loco o ese párroco estaba.. . ?
- Yo tomaré una Cuatro Estaciones -digo, haciéndome la sorda-.¿Y vosotros?
Creo que mis padres se han dado por vencidos. Simplemente se dejan llevar. Pero en cuanto bebemos una copa de vino Valpolicella, sonreímos y cesan las preguntas embarazosas. Hemos pedido las pizzas y entretanto devoramos bollitos con ajo y perejil. Me siento de maravilla.
Incluso cuando aparece Tonya no me pongo tensa. Ha sido idea de mamá y papá decirle que viniera. Aunque a veces me saque de quicio, no deja de ser parte de la familia. Ahora empiezo a valorar lo que eso significa.
- ¡Oh, Dios mío! -exclama nada más llegar. Unas veinte cabezas se vuelven para mirarnos-. ¡Oh, Dios mío! ¿Podéis creerlo? ¡Todas esas historias sobre el tío Bill!
Obviamente, esperaba una reacción más aparatosa por nuestra parte.
- Hola, Tonya -digo-. ¿Qué tal los chicos? ¿Cómo está Clive?
- ¿Podéis creerlo? -insiste-. ¿Habéis leído los periódicos? O sea.. . no puede ser. Es todo basura. Ha de ser una maniobra.
- Creo que es verdad -la corrige papá suavemente-. Él mismo lo reconoce.
- Pero ¿no habéis visto las cosas que dicen?
- Sí. -Mamá se sirve más Valpolicella-. Lo hemos visto. ¿Vino, querida?
- Pero.. . -Tonya se desploma en una silla y nos mira desconcertada, incluso algo ofendida. Debía de creer que nos encontraría en pie de guerra en defensa del tío Bill. Y no alimentándonos alegremente.
- Ten. -Mamá le pasa una copa de vino-. Ahora te pedimos una pizza.
Mientras Tonya se quita la chaqueta y la cuelga del respaldo, percibo que su mente trabaja a toda velocidad. Está tratando de calibrar la situación. Si tiene que ser la única, no va a empeñarse en defender al tío Bill.
- Bueno, ¿y quién ha destapado todo? -pregunta al fin, tras beber un sorbo de vino-. ¿Un periodista de investigación?
- Ha sido Lara -responde papá con una sonrisita.
- ¿Lara? -De pronto parece más airada que antes-. ¿Qué quieres decir?
- Investigué sobre el cuadro y sobre la tía Sadie -explico-. Y sólo tuve que sumar dos y dos.
- Pero.. . -resopla de incredulidad- pero tu nombre no ha salido en los periódicos.
- He preferido permanecer en el anonimato -digo en tono críptico, como uno de esos superhéroes que se desvanecen en la oscuridad, sin buscar otra recompensa que hacer el bien.
A decir verdad, me habría encantado salir en los periódicos. Pero nadie se ha molestado en venir a entrevistarme, y eso que me alisé expresamente el pelo por si acaso. Todos los reportajes se limitan a decir que el descubrimiento lo realizó «un miembro de la familia».
Un miembro de la familia.. . Uff.
- Pero no lo entiendo. -Tonya me taladra con una hosca mirada-. ¿Por qué te dio por fisgonear?
- Un sexto sentido me decía que había gato encerrado en el caso de la tía Sadie. Pero nadie quería hacerme caso -añado con toda intención-. En el funeral, todo el mundo creyó que me había vuelto loca.
- Tú dijiste que la habían asesinado -objeta-. Y no era cierto.
- Aun así, mi instinto me decía que algo no cuadraba. Así que decidí seguir el hilo de mis sospechas. Y al final se vieron confirmadas. -Todos están pendientes de mis palabras, como si estuviera dando una clase magistral-. Entonces hablé con los expertos de la London Portrait Gallery y ellos verificaron mi descubrimiento.
- Ya lo creo que sí. -Mi padre me sonríe.
- ¿Y sabes qué? -añado orgullosa-. Van a tasar el cuadro.. . ¡y el tío Bill le dará a papá la mitad de su valor!
- ¡No! -Tonya se queda boquiabierta-. Increíble. ¿Cuánto podría reportar?
- Millones, por lo visto -murmura papá, incómodo-. Bill parece muy decidido.
- Es lo que te corresponde, papá -le repito por enésima vez-. ¡Él te lo robó! ¡Es un vulgar chorizo!
Tonya se ha quedado sin palabras. Coge un bollo y lo mordisquea.
- ¿Leísteis el editorial del Times?-dice al fin-. Era brutal.
- Más bien salvaje. -Papá hace una mueca-. Lo sentimos por Bill, a pesar de todo.. .
- ¡De eso nada! -salta mamá-. ¡Se lo tiene merecido!