Shanna
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Momentos después, oyeron que alguien se aclaraba la garganta en la puerta. Esta vez volvieron sin temor y se encontraron con la sonrisa de Nathanial Beauchamp.
– Parece que siempre estoy interrumpiendo -dijo Nathanial, y rió suavemente.
Shanna se volvió sin dejar los brazos de Ruark.
– Esta vez no pediré su discreción, señor. Cuénteselo a quiero quiera.
Ruark hizo señas a su hermano para que entrara.
– ¿Qué estás pensando? -preguntó.
Nathanial los miró afectuosamente.
– Temía que Shanna pudiera considerarme un mentiroso por no haberte reclamado como a un hermano, y yo quiero aclarar eso, ahora que el secreto ha sido revelado.
Impulsivamente, Shanna plantó un beso en la mejilla de su cuñado.
– Lo perdono. Sin duda, Ruark, le hizo jurar que guardaría silencio.
– Sí, así fue -respondió Nathanial-. Cuando llegamos a Los Camellos, Ruark me buscó. Le di dinero para que pagara su deuda pero él se negó a partir y a revelar la verdad. Pensé que alguna bruja lo había hechizado. -El capitán rió-. Entonces la conocí, y comprendí por lo menos una parte de su actitud.
– ¿Pero cómo fue que usted llegó a Los Camellos? -preguntó Shanna-. Seguramente no fue una coincidencia.
– Cuando llegué a Londres, hice averiguaciones sobre el paradero de mi hermano.
Me enteré de que lo habían acusado de asesinato y ahorcado por es delito. Los archivos de Newgate decían que su cuerpo había sido entregado al servidor de la señora Beauchamp. En los muelles me informaron que esa misma dama y su comitiva habían zarpado hacia una isla llamada Los Camellos. Se despertó mi curiosidad, de modo que hice una escala en mi viaje de regreso. También tengo que decide otra cosa que puede darle un poco de tranquilidad. Contraté abogados en Londres, quienes me prometieron una muy seria investigación sobre la muerte de esa muchacha, aunque todavía no he recibido ninguna noticia alentadora.
– Pero seguramente llegará -dijo Shanna-. ¡Tiene que llegar! Ruark no mató a la muchacha. Y nosotros no queremos pasar el resto de nuestras vidas ocultos del mundo. Llegarán más hijos después de este. Ellos necesitarán un apellido.
Ruark se acercó a su esposa y la rodeó con los brazos.
– Sí -dijo-, vendrán más Beauchamps, para que sean conocidos por todo el mundo.
– ¿Le ha hablado a su padre del niño? -preguntó Nathanial a Shanna.
– Sí, anoche- respondió ella.
Nathanial asintió satisfecho.
– Eso, también, ha dejado de ser un secreto.
– Perdóname, amor mío -dijo Ruark-. Yo traje la noticia a mi familia antes de traerte a ti. Me adelanté para saludados antes de que ustedes llegaran.
– Y creo que Gabrielle es una chiquilla perversa por haberte provocado como lo hizo -dijo Shanna, riendo alegremente.
– Todos se mostraron renuentes a seguir el juego, pero la presencia de Gaylord los convenció de su importancia. Nuestra madre habría hablado si no hubiera sido por él -explicó Ruark-. Ella no tolera que se engañe a nadie.
– Fue terrible de tu parte -dijo Shanna, mirando a Ruark-. Sabes, tuve ganas de marcharme, de tan furiosa que me sentí.
– Yo te habría seguido -le aseguró Ruark con un relámpago de dientes blancos-. Tú tienes mi corazón y mi hijo contigo. No los hubiera dejado escapar.
– Sí -rió Nathanial-. Y eso puede creerlo, Shanna. El estaba decidido a ganarse su amor, y yo diría que lo ha conseguido.
– Oh, sí -respondió Shanna, radiante.
– Entonces los dejaré solos. -En el vano, Nathanial se volvió con una sonrisa y señaló la puerta estropeada-. Aunque supongo que ahora, con tan poca privacidad, no hay motivos.