Nadie Es Inocente
Nadie Es Inocente читать книгу онлайн
Un sacerdote, que en su juventud estuvo relacionado con la organizaci?n terrorista ETA, desaparece en compa??a de una hermosa mujer tras apoderarse de una importante suma de dinero de su congregaci?n. Para evitar el esc?ndalo se encargar? del caso otro religioso que antes de ordenarse hab?a sido polic?a. El pasado de ambos, reflejo del pasado y presente de una Euskadi que se debate entre la violencia y las ansias de paz, condiciona de tal manera la investigaci?n, que finalmente se convierte en un juego muy peligroso, donde lo importante no es la recuperaci?n del dinero, sino el ajuste de cuentas entre los dos contrincantes. Un ajuste de cuentas que parece personal, pero que en realidad contiene la clave de la violencia que ha sufrido el propio Pa?s Vasco.
La trama se complica a?n m?s cuando una mujer es asesinada y otra desaparece inexplicablemente. A partir de ese momento, se inicia una investigaci?n paralela en la que se entremezclan polic?as de todos los pelajes con proxenetas sin escr?pulos y miembros de la Brigada Antiterrorista. Todo conduce a un desenlace soprendente que valida la frase: «Las cosas nunca son lo que parecen».
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
No se trataba de que cual Pablo de Tarso camino de Damasco en su caballo viera repentinamente la luz, no. Yo llevaba muchos años haciendo un tipo de vida y un trabajo a los que me había acostumbrado y que, en cierto modo, me satisfacían pero era igualmente cierto que de vez en cuando algunas experiencias me hacían rememorar hechos del pasado que me inquietaban, incluyendo la lucha interior entre los dos destinos que me ofrecía mi padre, la milicia y el sacerdocio.
Los dos se habían truncado por la intervención traidora y ruin de Garrido y a causa de ello había encaminado mis pasos hacia la labor policial, con los resultados conocidos. No todo era culpa de Garrido, eso es cierto, hay muchos policías totalmente honrados y muy pocos que hayan seguido mi camino, pero incluso aceptando esa premisa Garrido seguiría estando en mi punto de mira. Quizá si no hubiera conocido gracias a él la maldad y la traición no las habría tomado como mis más constantes compañeras.
Con la muerte -o el asesinato, las palabras no importan- de Garrido había cerrado impensadamente un ciclo. Conocer a Garrido había cambiado mi vida, parecía lógico que su muerte, producida en gran parte gracias a mi intervención, significara algo en mi existencia. El círculo se había cerrado pero después de los años transcurridos ya no estaba en el mismo punto de partida. A veces había pensado qué habría ocurrido si no hubiera conocido a Garrido pero en seguida me olvidaba de ese pensamiento, recordando lo que solía decirme Julián cuando me entregaba a ese tipo de elucubraciones.
– Si esto, si lo otro y si lo de más allá -parodiaba con un falso tono de irritación mis palabras-. Y si mi abuela tuviera cojones hubiera sido mi abuelo, pero como no los tenía se limitó a parir ocho hijos y a alimentarlos lo mejor que pudo y supo.
La muerte de Garrido, sintiendo mucho las demás que había originado, supuso una auténtica liberación y al liberarme de quien, sin yo percibirlo muchas veces, era el auténtico fantasma de mi pasado pude, por fin, encauzar nuevamente mi vida. Abandoné la policía y al cabo de un tiempo, no inmediatamente sino tras mucho reflexionar, di una satisfacción a mi padre a título postumo y me ordené como sacerdote olvidándome, o al menos eso creía, de todo un pasado de muerte o violencia, en la confianza de que esa parte de mi vida nunca resucitaría.