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Nadie Es Inocente

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Nadie Es Inocente
Название: Nadie Es Inocente
Дата добавления: 16 январь 2020
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Nadie Es Inocente - читать бесплатно онлайн , автор Abasolo Jose Javier

Un sacerdote, que en su juventud estuvo relacionado con la organizaci?n terrorista ETA, desaparece en compa??a de una hermosa mujer tras apoderarse de una importante suma de dinero de su congregaci?n. Para evitar el esc?ndalo se encargar? del caso otro religioso que antes de ordenarse hab?a sido polic?a. El pasado de ambos, reflejo del pasado y presente de una Euskadi que se debate entre la violencia y las ansias de paz, condiciona de tal manera la investigaci?n, que finalmente se convierte en un juego muy peligroso, donde lo importante no es la recuperaci?n del dinero, sino el ajuste de cuentas entre los dos contrincantes. Un ajuste de cuentas que parece personal, pero que en realidad contiene la clave de la violencia que ha sufrido el propio Pa?s Vasco.

La trama se complica a?n m?s cuando una mujer es asesinada y otra desaparece inexplicablemente. A partir de ese momento, se inicia una investigaci?n paralela en la que se entremezclan polic?as de todos los pelajes con proxenetas sin escr?pulos y miembros de la Brigada Antiterrorista. Todo conduce a un desenlace soprendente que valida la frase: «Las cosas nunca son lo que parecen».

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El comisario Ansúrez seguía pensando en ello mientras asimilaba la respuesta que acababa de darle el magistrado: la comisión rogatoria era absolutamente inútil.

– ¿Por qué, señoría? -preguntó respetuosamente el comisario.

– Porque su posible testigo, la ciudadana colombiana Noelia Chacón Torres, conocida como Nelly, ha fallecido. Murió en una reyerta. Parece ser, según me informó un magistrado de Bogotá con el que me une una buena amistad, que la reyerta fue provocada por una mafia de origen policial especializada en asuntos turbios. Me ha dicho que si se producen novedades me las comunicará, pero ha añadido que no cree que eso ocurra, así que, señor comisario, sintiéndolo mucho no me queda más remedio que reiterarle la imposibilidad de atender a su petición.

– Entiendo, señoría, y le agradezco de corazón el trabajo que se ha tomado para complacerme. De todos modos, si quiere que le sea sincero, no confiaba mucho en ellas, pero aun así debíamos explorar todas las oportunidades. Muchas gracias y, ya sabe, si necesita algo de mí no dude en pedírmelo.

Antes de que el comisario pudiera informar al inspector Vallejo del magro resultado de sus gestiones su subordinado, con cara de circunstancias, le dio las últimas noticias. Esa misma mañana una de sus enfermeras, al entrar en la consulta, había encontrado, sentado en uno de los sillones que utilizaba para atender a sus pacientes, el cadáver del doctor Iturbe. Aunque no había señales visibles de lucha o de violencia, una somera inspección por parte del médico forense llevó a la conclusión de que había sido asesinado con arma blanca. Así mismo, el ordenador del doctor Iturbe había sido manipulado y los disquetes habían sido robados, desapareciendo de ese modo toda la información que contenían.

– Bueno -dijo flemático el comisario-, menos mal que hicimos una copia en disquete de la información que nos interesaba.

El inspector Vallejo titubeó antes de contestar y, cuando lo hizo, en su cara había aparecido un color rojizo delatador de nerviosismo que su pronunciación entrecortada fue incapaz de disimular.

– Lo siento, señor comisario, pero algún manazas ha estado divirtiéndose con el ordenador de la brigada y toda la informaión que teníamos sobre el caso se ha perdido.

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