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A sus plantas rendido un le?n

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A sus plantas rendido un le?n
Название: A sus plantas rendido un le?n
Автор: Soriano Osvaldo
Дата добавления: 16 январь 2020
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A sus plantas rendido un le?n - читать бесплатно онлайн , автор Soriano Osvaldo

Bongwutsi: un pa?s africano ·que ni siquiera figura en el mapa·. All? vive un argentino usurpando la condici?n de c?nsul de su pa?s, hundido en la pobreza y enardecido de entusiasmo por el reciente estallido de la guerra de las Malvinas, en disputa permanente con el embajador ingl?s, inexplicablemente entrampado en una trama donde se suceden conspiraciones con enviados de las grandes potencias mundiales, una interrumpida relaci?n amorosa, los sue?os de liberaci?n y grandeza del inhallable- y ubicuo- Bongwutsi, la entrada triunfal al pa?s de un ej?rcito de monos…el v?rtigo narrativo no se interrumpe, la invenci?n y la verdad se al?an en el desborde de una fantas?a indeclinable. El ?mpetu narrativo de Osvaldo Soriano llega a su punto m?ximo en este relato fascinante.

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La claridad de la luna recortaba los picos de las montañas e insinuaba los contornos de los bosques. El Boeing volaba a tres mil metros cuando el sultán indicó la proximidad del Kilimanjaro. Quomo lo situó en el radar y giró el timón a la izquierda. Lauri aplastó la cara contra una ventanilla y la cumbre nevada le pareció un gigantesco helado de crema. Un rayo cayó sobre las montañas más bajas. El Katar no se llevaba bien con la computadora, y al caer la noche cerrada habían perdido el curso del Nilo. También él se había quedado absorto con el espectáculo y despertó a Chemir para que no se lo perdiera.

– La otra vez nos estrellamos cerca de ahí -dijo el rengo mientras se despabilaba.

– ¿También vinieron en avión? -preguntó Lauri.

– Con un Cessna chico. Había que bajar por todas partes a cargar combustible. Cuando pasábamos por acá se plantó una turbina y caímos sobre un cafetal. Estuvimos tres meses en la selva.

– Dos -dijo Quomo-; hasta que nos encontró un helicóptero cubano.

– A mí se me hizo más largo -dijo Chemir-. Cuando llegamos, los chinos habían copado la revolución.

– ¿Cómo remontaron eso? -preguntó El Katar.

– Los cubanos nos dieron una mano con la gente que tenían en Angola -dijo Quomo-. En ese tiempo los yanquis apoyaban a los maoístas que nos querían meter la Revolución Cultural a garrotazos. Les leían el Libro Rojo a los campesinos, pero lo que para ellos es una cosa, para nosotros es otra, y había que discutir cada palabra para saber si quería decir lo que parecía que decía. Eso los desacreditó mucho y les dimos una paliza inolvidable en el norte.

– ¿Usted estuvo en China? -preguntó Lauri.

– Seis meses -dijo Quomo.

– Yo fui embajador en Pekín -dijo el sultán-. ¿Qué hacía usted allí?

– Me entrenaba en la Revolución Cultural.

– Acaba de decir que la combatió en Bongwutsi.

– Pero primero aprendí cómo hacerla, en Shangai.

– Usted es desconcertante -dijo el sultán.

– Tal vez. Fíjese si ya retomamos el Nilo.

– No doy pie con bola con la computadora.

– Vea eso usted, Lauri.

El argentino hizo un gesto al sultán para que le hiciera lugar y se agachó frente a la pantalla.

– Si acabamos de pasar el Kilimanjaro tenemos que estar en Tanzania. ¿Cuál es la posición de Bongwutsi respecto de Dar-es-Salaam?

– Unos dos mil trescientos kilómetros al suroeste.

– Acá está la coordenada. No es tan difícil, agregue tres grados y seis minutos.

– Si lo hubiéramos tenido a usted la otra vez, el Cessna no se nos venía abajo, ni los rusos me fusilaban tan fácilmente.

– Al fin me reconoce algo. Olvídese del Nilo. En un rato más vamos a estar sobre el lago Tanganica.

– Ahí ya me ubico -dijo Quomo-. Tengan preparados los morteros y las granadas frente a las puertas de emergencia.

– ¿Seguimos bajando? -preguntó El Katar.

– Hasta doscientos metros. Ajústense los cinturones porque vamos a volar a ras del agua.

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