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Sharon Fields, estrella de cine, es una mujer cuyo ?xito parece irresistible a todo el mundo. Existe un silecioso grupo masculino de fans que est? planeando raptarla. Su meta retorcida, sus aspiraciones, son satisfacer sus m?s oscuros deseos y frustraciones con ella. Sharon, a quien la vida sonre?a, se ve secuestrada, atada, humillada y, lejos de rendirse, planea su propia escapada. Uno por uno engatusa a los secuestradores para salir sana y salva de su prisi?n.
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El Mecánico y yo ya teníamos muy crecidos nuestros disfraces y, con las nuevas frondosidades capilares de nuestros rostros, habíamos conseguido modificar grandemente nuestro aspecto.
Pero, dado que a los otros dos les estaba vedado hacerlo así como consecuencia de las esposas o familiares que pudieran dirigirles preguntas al respecto, consideré necesario que dispusieran también de pelo postizo con el que pudieran sentirse perfectamente a sus anchas.
Debo reconocer que lo comprendieron y se mostraron deseosos de colaborar.
Acordamos también que, en presencia del Objeto e incluso no estando éste presente (para acostumbrarnos y no cometer algún error), jamás nos dirigiríamos el uno al otro utilizando nuestros nombres o apellidos.
Sugerí la conveniencia de no utilizar ningún nombre y, en el caso de que ello resultara difícil en los momentos en que quisiéramos recabar la atención de alguien, que utilizáramos iniciales basadas en las denominaciones que yo utilizo en las presentes notas.
Por consiguiente, el Mecánico sería M., el Agente de Seguros sería A., el Perito Mercantil, P., y el escritor, E.
Acordamos discutirlo ulteriormente.
La segunda reunión, que tuvo lugar hace dos días, estuvo centrada en el informe final acerca de la situación de Más a Tierra.
El Mecánico y el Agente de Seguros, ambos en dos vehículos distintos, y el primero de ellos arrastrando un remolque que había pedido prestado, cargado hasta los topes, efectuaron el viaje sin incidentes utilizando otra autopista.
Llegaron al punto de transbordo en dos horas y veinte minutos.
Procedieron a la descarga de los suministros e hicieron el viaje de ida y vuelta hasta el punto de transbordo utilizando el cacharro de ir por las dunas.
Trasladaron los alimentos y las bebidas al interior del refugio y llenaron por completo la nevera colocando los restantes artículos en las estanterías.
Llevaron también toda clase de artículos, tales como más toallas, jabón, utensilios de cocina, el aparato de televisión portátil del Perito Mercantil, botiquines de medicamentos, sábanas, almohadas y mantas que yo había adquirido para la cama del Objeto en el dormitorio principal.
A esta cama, que es la mejor del refugio y la que le tenemos designada, yo suelo llamarla en mis sueños el Lecho Celestial.
La denominación la he sacado de una biografía de Emma Lyon, que más tarde se convirtió en lady Hamilton y que, en 1798 se convirtió en la amante de lord Horacio Nelson.
En su juventud, lady Hamilton había sido considerada la mujer más hermosa de Inglaterra, tal vez de la misma forma en que la actriz Sharon Fields es considerada actualmente la mujer más hermosa del mundo.
A los dieciocho años, Emma Hamilton fue contratada por una especie de médico curandero llamado James Graham, que alquilaba lo que él calificaba de "lecho celestial" a los hombres que desearan rejuvenecerse.
A cambio de cincuenta libras por noche, el paciente, podía tenderse en esta cama sostenida por veintiocho pilares de cristal y cubierta por un rico dosel al tiempo que Emma Hamilton interpretaba en cueros danzas eróticas alrededor del lecho.
Siempre he pensado que la causa del rejuvenecimiento debía ser Emma y no el lecho.
Sea como fuere, siempre que me imagino la cama de Más a Tierra en la que el Objeto tanto tiempo deseado se tenderá muy pronto, no se me ocurre otra denominación que no sea la de Lecho Celestial.
Jamás he creído en el cielo pero creo que este lecho me convertirá.
No quiero seguir divagando.
Según el informe de nuestros adelantados, éstos dedicaron mucho tiempo y energía a la seguridad del dormitorio principal.
Quitaron la cerradura de la puerta y la sustituyeron por otra, cubrieron las dos ventanas con tableros de madera por la parte interior y los protegieron con barrotes de hierro por fuera.
Abandonaron el refugio de Más a Tierra a media tarde tras haberlo revisado todo a fondo y tras haberse asegurado de que todo estaba en orden para la gran llegada.
Llenaron el depósito de gasolina del cacharro de ir por las dunas y éste lo dejaron aparcado detrás de unos arbustos de denso follaje.
Después, utilizando sendos vehículos, regresaron a Los Ángeles.
El Mecánico efectuó el viaje de vuelta en dos horas y treinta y cinco minutos.
El Agente de Seguros, sin el engorro del remolque, invirtió dos horas y diez minutos.
Estoy intentando recordar todo lo que se comentó en el transcurso de la reunión de hace dos días.
Ah, sí, una cosa que aún no se había resuelto.
Con bastante renuencia, el Perito Mercantil nos mostró tres postales panorámicas -vistas de la Casa Blanca, del Capitolio y del Instituto Smithsoniano-en las que había escrito sus mensajes de añoranza a su esposa tras pegarles unos sellos de franqueo aéreo.
Las entregó tímidamente a la custodia del Mecánico junto con dos billetes de veinte dólares y uno de diez al objeto de que todo ello se enviara a la tía de Baltimore, que a su vez se encargaría de echarlas al correo desde la capital al objeto de que la esposa del Perito Mercantil las recibiera espaciadas entre el 23 de junio y el 30 de junio.
Por mi parte, comuniqué los resultados de mi tercera semana consecutiva de vigilancia desde el puesto de observación.
Mi informe no presentó variación alguna en relación con los informes de las dos semanas anteriores y con los de mis previas vigilancias irregulares.
Efectuó su paseo matinal a la hora acostumbrada.
Los jardineros se presentaron según tenían por costumbre.
El coche patrulla llegó a las mismas horas.
Tomé nota de un visitante que previamente había pasado por alto.
El cartero.
Llegó todas las mañanas no antes de las once y un día hasta llegó a las doce menos diez.
Habló por el interfono y se abrió automáticamente la verja.
Entró con su camioneta de reparto parecida a un jeep, se acercó hasta el edificio principal, y se encaminó hacia la puerta donde una mujer de mediana edad (el ama de llaves probablemente) se hizo cargo del montón de correspondencia.
En el transcurso de esta semana, entraron en la propiedad cinco camionetas de reparto -todas después de las nueve de la mañana-, lo cual se les antojó a los restantes miembros del club una señal favorable, dado que significaba que las camionetas de reparto no eran infrecuentes.
Una de ellas pertenecía al agua Puritas, otra a un establecimiento de artículos alimenticios de Beverly Hills, otra a una empresa de fontanería, otra al Servicio de Transportes Flecha Roja y otra al American Express.
Al término de la reunión, los demás se emocionaron mucho escuchándome leer un breve reportaje publicado en la primera plana del "Daily Variety" de aquel mismo día.
En dicho reportaje se señalaba que "La prostituta real" se había estrenado en seis importantes ciudades de la nación, superando todos los récords de taquilla.
Finalizaba confirmando la noticia según la cual la estrella Sharon Fields se disponía a abandonar Los Ángeles y -tal como decía "Variety"-"volaría a Londres para promocionar su más reciente éxito".
Ayer, puesto que tenía la tarde libre -había trabajado en el supermercado en el turno de noche-y me sentía demasiado emocionado para poder concentrarme en escribir, salí a adquirir los disfraces del Perito Mercantil y del Agente de Seguros.
Por no sé qué extraño motivo visité en primer lugar varios bazares y tiendas de juguetes, recordando tal vez la época de mi niñez en que solía acudir a tales lugares en compañía de mi madre, en vísperas de Todos los Santos o de alguna fiesta de disfraces.
Las pelucas y bigotes que vendían eran muy baratos y de muy mala calidad, totalmente increíbles y fabricados de tal forma que confirieran un aspecto muy cómico al interesado.
Entonces decidí cambiar de sistema.
Busqué en las páginas amarillas algunos establecimientos que pudieran resultar más adecuados, tales como la Tienda Mágica Houdini de Hollywood, la Compañía de Disfraces del Oeste y el Salón de Alta Peluquería de Beverly Hills.