Cartas de un asesino insignificante
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Durante su solitaria estancia en el pueblo costero de Roquedal, una traductora, Carmen del Mar Poveda, recibe misteriosas cartas de un desconocido que le declara su intenci?n de matarla. Las cartas son abandonadas en el muro que rodea su casa y el desconocido exige una respuesta. Comienza as? un extra?o intercambio epistolar, un juego de acertijos y falsas soluciones, de identidades y espejos, en el que, inexorablemente, se imbricar?n las oscuras leyendas del pueblo, sus antiqu?simas fiestas populares y algunos de sus m?s enigm?ticos habitantes. Escrita en clave l?dica, siguiendo una estructura argumental que recuerda el juego m?ltiple de las cajas chinas, la novela aborda do manera brillante la idea de la muerte, ese asesino particular que siempre nos acompa?a como interlocutor privilegiado de toda la vida, al tiempo que presenta la escritura como met?fora y espejo del destino humano. Estimada se?orita. Voy a matarla y usted lo sabe, as? que me asombra su silencio. La flor del almendro ya destella de blancura en las ramas, pero no advierto la flor de sus cartas en el muro. Eso no es lo convenido. Yo me tomo en serio mi papel de verdugo: haga lo mismo con el suyo de v?ctima. Le sugiero, por ejemplo, que se vuelva rom?ntica.
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Última carta a mi asesino
Mi inestimable señor. Sus amenazas nunca me asustaron, pero ahora ni siquiera me preocupan. Usted sigue siendo anónimo e insignificante como los malos recuerdos o el naipe de la muerte. Sé que me visitará algún día (la certeza de este hecho es incuestionable, como a usted le gusta decir), pero advierta que yo no lo llamaré. Deberá invitarse a sí mismo cuando le
plazca. Me hallará tranquila, casi feliz, probablemente escribiendo (pero no a usted, se lo aseguro). Su insignificancia es tal, señor mío, que ni siquiera voy a despedirme ahora: bastará un punto final, un leve punto final, el gesto de alzar la pluma en este momento, y usted desaparecerá. Porque el único remedio que encuentro ante su insistencia es ignorarle. Se merece usted algo mucho peor que mi desprecio: se merece, estimado señor, mi aburrimiento. Ya no quiero escribir más sobre usted.