-->

El Documento R

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу El Documento R, Wallace Irving-- . Жанр: Триллеры. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
El Documento R
Название: El Documento R
Автор: Wallace Irving
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 171
Читать онлайн

El Documento R читать книгу онлайн

El Documento R - читать бесплатно онлайн , автор Wallace Irving

El Documento R, la fant?stica historia de una conspiraci?n que pretende derogar la Ley de Derechos de los Estados Unidos y que est? dirigida entre bastidores por el FBI.

En un trasfondo de creciente violencia, Wallace pone frente a frente dos fuerzas opuestas: por una parte, aquellos que tratan de modificar la Constituci?n para que el gobierno pueda imponer sin miramientos un programa de `ley y orden`, por otra, quienes creen que tras la Enmienda XXXV se oculta un plan de mayor alcance que tiene por fin subvertir el proceso del gobierno constitucional y reemplazarlo por un estado polic?aco.

Los protagonistas de ambas posturas son Vernon T. Tynan, el poderoso director del FBI, y Christopher Collins, el nuevo secretario de Justicia, hombre ambicioso pero lleno de honradez.

Las dudas iniciales de Collins se ven reavivadas en el lecho de muerte de su predecesor, quien le pone en guardia contra el `Documento R`, clave misteriosa del futuro de toda la naci?n.

En su b?squeda de este vital documento, Collins se ve envuelto en una serie de sucias trampas: un intento de chantaje sexual dirigido contra ?l mismo, la puesta a punto de un `programa piloto` en una peque?a poblaci?n cuyos habitantes han sido despose?dos de sus derechos constitucionales, dos brutales asesinatos, la revelaci?n de un esc?ndalo de su esposa, que hace que ?sta desaparezca…

Transcurren d?as angustiosos y se acerca el momento en que, en California, ha de llevarse a cabo la ?ltima y decisiva votaci?n para ratificar o rechazar la Enmienda XXXV. El destino del pa?s depende de Collins, de su lucha a muerte con el FBI de Tynan y de su hallazgo del `Documento R`.

Por su fuerza expresiva, por la inteligente contraposici?n de ficci?n y realidad, y por la profundidad de los problemas que plantea, esta ?ltima novela de Irving Wallace ser? sin duda una de las obras m?s discutidas y elogiadas de estos ?ltimos tiempos.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 30 31 32 33 34 35 36 37 38 ... 89 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Casi lo había olvidado. Le había prometido a su hijo demostrarle que las instalaciones del lago Tule no eran un futuro campo de internamiento. Tenía que encargarse de aquel asunto. Y tenía además que echar un vistazo a aquella cuestión de la manipulación de las estadísticas criminales de California. Y tenía que aclarar también el asunto de los agentes del FBI que habían sometido a investigación a ciertos legisladores de aquel estado. Y, por encima de todo y superando en importancia a los demás asuntos, estaba el Documento R.

Lo primero era lo primero.

Rodeó el mostrador de recepción recordando que las cabinas de teléfono público se hallaban junto a la entrada del Salón Polo. Dio con ellas y descubrió que no estaban ocupadas.

Se encerró en la cabina más próxima y, marcando larga distancia, telefoneó directamente al domicilio de Ed Schrader, el secretario de Justicia adjunto. Sabía que le despertaría -en Virginia serían casi las tres de la madrugada-, pero deseaba conocer los hechos cuanto antes. Al día siguiente estaría demasiado ocupado.

Contestó al teléfono una voz soñolienta.

– ¿Sí? No me diga que se ha equivocado de número…

– No me he equivocado de número, Ed. Soy Chris. Mire, quiero que averigüe unos datos para mañana a primera hora; es decir, para hoy. ¿Tiene un lápiz a mano?

Collins explicó que la Marina poseía un sistema de comunicación con submarinos desde tierra denominado MBF o Proyecto Sanguine. Una de las principales instalaciones del mismo se hallaba en aquellos momentos en avanzada fase de construcción en el norte de California.

– Averigüe todos los datos que pueda a este respecto. No saldré hacia el programa de televisión hasta aproximadamente las doce y cuarto. Por consiguiente, hasta entonces estaré trabajando en mi suite. Llámeme en cuanto disponga de alguna información. Ahora puede darse la vuelta y seguir durmiendo.

Al abandonar la cabina telefónica, se reunió con su guardaespaldas en el vestíbulo, recorrió con él los sinuosos caminos bordeados de follaje que conducían a su bungalow, le dio las buenas noches y entró.

Paseó brevemente por el salón del bungalow quitándose la chaqueta y la corbata; su mente era un hervidero y trató de ordenar los acontecimientos del día, sobre todo su reunión con Keefe, Yurkovich y Tobias. Las acusaciones que éstos habían formulado contra personas desconocidas del FBI, o tal vez contra alguien de más arriba, habían sido muy graves. Trató de determinar la veracidad de los tres legisladores. No podía imaginarse ningún motivo por el cual alguno de ellos tuviera interés en mentir. ¿Con qué propósito se hubieran podido inventar aquellas historias? ¿Con qué objeto? No podía hallar ninguna respuesta. Por consiguiente, debían de haberle dicho la verdad. No obstante, sabía que no podía actuar sobre la base de lo que ellos le habían dicho. Sin una comprobación personal, no podía informar de ello ni al presidente ni a Tynan ni a Adcock. No estaba seguro de por dónde debía empezar. Esperaría al día siguiente, cuando tuviera el cerebro más despejado.

Desabrochándose la camisa, penetró en el dormitorio medio a oscuras y pasó al cuarto de baño y encendió la luz. Se desnudó, se lavó, se cepilló los dientes, se examinó las ojeras y extendió la mano hacia la percha de detrás de la puerta en la creencia de que allí se encontraba el pijama. Pero el pijama no estaba allí y entonces pensó que la camarera lo debía de haber extendido sobre la almohada de la cama de matrimonio.

Apagó la luz del cuarto de baño y se dirigió desnudo y a tientas hacia la cama, en la que una franja de luz que se filtraba por la semicerrada puerta del salón iluminaba directamente su pijama. Iba a ponérselo, deseoso de meterse inmediatamente en la cama y echarse a dormir, cuando, en el momento de agacharse, advirtió de pronto que algo cálido y carnoso le rozaba el muslo derecho.

Sobresaltado, emitió un jadeo entrecortado y bajó rápidamente la mano, percibiendo que otra mano estaba ascendiendo por su muslo.

El corazón empezó a latirle con fuerza.

– Pero, ¿qué demonios…? -balbució.

– Ven a la cama, cariño. Te estaba esperando -le dijo una suave voz femenina.

Collins estaba demasiado ocupado buscando desesperadamente el interruptor de la lámpara y no podía apartar la mano de la mujer, que ahora le estaba aprisionando el miembro.

A los pocos instantes la débil luz de la lámpara arrojó sobre la cama un semicírculo amarillo é iluminó a la muchacha. Ésta se estaba acercando al borde de la cama y le miraba sonriente, al tiempo que extendía la mano entre sus piernas y le acariciaba. Collins estaba como petrificado, demasiado desconcertado como para poder hablar o actuar. La muchacha era joven, de poco más de veinte años, con largo cabello rojizo, rojos labios fruncidos, palpitante pecho, vientre plano y un alargado triángulo de vello púbico.

– Hola -le dijo con vocecita de chiquilla-. Me llamo Kitty. Ya pensaba que no ibas a volver nunca.

– ¿Quién demonios es usted? -estalló por fin Collins bajando la mano y asiendo la de la muchacha para obligarla a soltarle el miembro-. Se ha equivocado. No es aquí…

– Éste es el número de bungalow que me han dado. Me han dicho que esperara al señor Collins.

Entonces no se trataba de un error. ¿Cuál de sus amigos de los viejos tiempos habría sido capaz de gastarle aquella clase de broma pesada?

– ¿Quién le ha dicho que viniera aquí? -preguntó.

– Soy un regalo de un amigo suyo.

– ¿De qué amigo?

– No me ha dicho su nombre. Jamás lo hacen. Pero me ha pagado en efectivo. Doscientos dólares. Soy muy cara. -La muchacha esbozó una sonrisa.- Me ha dicho que era una sorpresa, que a usted le iba a gustar. Le prometo que le gustará, señor Collins. Ahora, venga aquí como un buen chico…

– ¿Cómo… cómo ha podido entrar?

– Algunos empleados de aquí ya me conocen. Doy buenas propinas. -La muchacha le examinó.- Menudo encanto es usted. Me gustan los hombres altos. Pero habla demasiado. Ahora venga aquí con Kitty. Le prometo que pasará un buen rato. Me quedaré toda la noche.

– ¡Ni hablar! -dijo Collins casi gritando, agarrándola por la muñeca en el momento en que ella iba a extender de nuevo la mano. Consiguió apartarle el brazo-. Ahora váyase, salga de aquí ahora mismo… No quiero aquí ni a usted ni a nadie. Alguien ha querido gastarme una broma, una broma infantil…

– Pero es que me han pagado…

– ¡Váyase! -Collins la asió por ambos brazos y la obligó a incorporarse.- Vístase y márchese de aquí inmediatamente.

– Nadie me había tratado así.

– Pues lo hago yo -dijo Collins cogiendo el pijama-. Cuando salga del cuarto de baño quiero que ya se haya vestido y marchado.

Furioso, se dirigió al cuarto de baño y se puso los pantalones del pijama y se abrochó la chaqueta.

Cuando salió, la muchacha se acababa de poner la blusa y se estaba poniendo una falda azul marino.

– Dése prisa -le dijo él…

– Su amigo ha dicho que al principio, era posible que usted se comportara así, pero que no me lo tomara muy en serio -dijo la muchacha ladeando la cabeza, sonriendo y acercándose de nuevo a él-. Está bromeando, ¿verdad?

Collins la cogió bruscamente del brazo y la llevó hacia la puerta.

– Vamos, lárguese -le dijo.

– Suélteme, me hace daño

Él aflojó la presión pero siguió empujándola hacia el salón y hacia la puerta de salida.

Una vez junto a la puerta, la soltó y dijo jadeando:

– Lamento que alguien la haya utilizado de esta forma. Ha sido una equivocación y lo siento. Buenas noches.

Ella se irguió procurando marcharse con cierta dignidad.

– No importa dijo. De todos modos, lo más probable es que no se hubiera parado.

Collins abrió la puerta y, mientras la muchacha salía, vio aparecer una figura borrosa desde detrás de un seto que había frente al bungalow. Era un hombre que estaba levantando una cámara fotográfica. Collins se apartó instintivamente de la puerta en el momento justo en que se iluminaba el flash. Se dejó caer sobre la puerta y la cerró apoyándose contra ella; estaba completamente seguro de que el sujeto había fotografiado a Kitty pero no había logrado captarle a él.

1 ... 30 31 32 33 34 35 36 37 38 ... 89 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название