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Los Pajaros De Bangkok

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Los Pajaros De Bangkok
Название: Los Pajaros De Bangkok
Дата добавления: 16 январь 2020
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Los Pajaros De Bangkok - читать бесплатно онлайн , автор Montalban Manuel V?zquez

Carvalho viaja a Tailandia requerido por una antigua amiga aficionada a los amantes y a los asuntos turbios. Confundido por una pista falsa, el detective desciende hasta los escenarios m?s s?rdidos de Bangkok. De todos modos, intuye que la soluci?n del caso, tan dram?tica como impredecible, llegar? con su retorno a Barcelona.

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– ¡Tiene usted suerte de que peina canas!

Decía el camionero desde las alturas al hombre que mantenía la cabeza y un brazo apuñado fuera del coche.

– ¡Ni canas, ni hostias! ¡Conduces como un guarro! ¿Dónde te han enseñado a conducir, en la cárcel?

El camionero ponía por testigos a su compañero de cabina, a los conductores que esperaban el cambio de luz del semáforo.

– Le pegas dos hostias y tienes el lío armado porque es un viejo.

– ¡Un viejo, pero con dos cojones así!

Gritó el señor Marsé sacando los dos puños por la ventanilla, mientras su mujer aprovechaba la aparición del verde para arrancar y poner carretera por medio entre el coche y el camión.

Carvalho se esforzó en llegar antes que los Marsé para poder advertir a los de la agencia de lo que se les venía encima. Ya estaban en el despacho Ernesto, el dueño de la agencia y el que parecía ser el guía de la expedición. El guía era una guía. Una mujer de belleza madura que hablaba con la neutralidad fonética de los políglotas.

– Vienen los padres de la señora Marsé. Le advierto que el señor Marsé es de difícil trato.

Ernesto resopló y cabeceó respaldando lo dicho por Carvalho. La puerta se abrió de par en par y los dos viejos entraron en la habitación. Sorprendentemente el señor Marsé saludó al dueño de la agencia con la cortesía que podría merecerse un banquero y a la guía con malicia sexual. En cambio enarcó una ceja para acoger a su nieto al tiempo que le decía.

– ¿Tú por aquí? Te suponía dando el biberón a tu hijo.

– Todo llegará.

– A veces llega lo que no tiene que llegar.

La mujer le tiraba de la manga de la chaqueta y el viejo optó por dejarse caer en un sofá y apoyar el peso de los brazos en el bastón establecido entre sus dos piernas abiertas. El dueño de la agencia le hizo un resumen de lo que había hablado con Carvalho y Ernesto y cedió la palabra a la guía.

– Poco puedo añadir. Tal vez cuestiones de detalle, aunque, la verdad, en una expedición de más de cien personas no puedes estar pendiente de lo que les ocurre de una en una y a cada momento. Además la señora Marsé se juntó a nuestro grupo en Bangkok porque ella había hecho primero otro recorrido. Exactamente: Singapur, Penang, Sumatra, Java, Bali…

– Es decir, el crucero holandés…

Interrumpió el dueño de la agencia.

– Eso es, el crucero holandés. Ese crucero hace escala en Bangkok de regreso a Europa, y la señora Marsé había concertado con la agencia unirse allí a nuestro grupo, visitar Thailandia según nuestro programa de viaje y volver con nosotros. Todo fue así en Bangkok. Normal, dentro de lo que cabe.

– ¿Qué es lo que no cabe?

Cortó el viejo Marsé. La guía miraba a su jefe como si temiera ser imprudente con lo que iba a decir.

– Hable con toda sinceridad. Es un caso grave y hay que tratarlo como personas maduras que somos.

Dijo el dueño.

– Bien. La señora Marsé en seguida entabló amistad con un nativo. Un chico muy joven que la acompañaba a todas partes. A veces hay historias sentimentales entre individuos de distintos sexos de la misma expedición, historias que suelen terminar con el viaje, y a veces también algunos hombres han buscado compañía femenina en el país al que vamos y dura lo que dura el viaje. Eso suele ser normal. Pero lo de la señora Marsé no era normal, aunque aún entonces no sabíamos a qué se dedicaba aquel muchacho.

– A chulo putas.

Interrumpió el viejo, y sus palabras fueron pisoteadas por la reconvención de su mujer.

– Calla ya, Higini.

– Bien, no era exactamente eso, pero… por ahí iba. En fin. Durante las visitas programadas por Bangkok, la señora Marsé siguió los recorridos a medias. Ya tenía su guía particular, pensé, y no hay nada que objetar. Luego me vino con la petición de conseguir otra plaza para el muchacho en el vuelo y la estancia que teníamos programada en Chiang Mai. Yo le dije que en lo del vuelo no tenía ningún inconveniente, pero que de cara al resto de la expedición le rogaba que aceptara que les buscase habitación en otro hotel.

El dueño de la agencia asintió respaldando la prudente decisión de su guía.

– Vinieron a Chiang Mai. Por la noche asistieron al tradicional festival folclórico mheo y al día siguiente teníamos programada la excursión hacia el poblado mheo para ver sus costumbres, en los límites de la zona del opio. Ellos no se presentaron a la hora de subir al autocar y no me preocupé. Pero al día siguiente tampoco se presentaron en el aeropuerto en el momento de volver a Bangkok y entonces me alarmé. Yo no podía abandonar a la expedición en aquel momento, pero dejé a uno de los intérpretes nativos para que fuera a ver qué había pasado.

Nuevo voto de confianza del patrón.

– Al día siguiente el guía voló a Bangkok y me dijo que no estaban en su hotel, que lo habían abandonado precipitadamente, que no habían pagado la factura de extras y que además se habían presentado tres o cuatro tipos preguntando por ellos con caras de pocos amigos. Dejé pasar unas horas, de hecho el tiempo que faltaba para el próximo vuelo regular desde Chiang Mai. Yo estaba entre la espada y la pared, porque debía acompañar a los viajeros a la excursión a Pattaya y al mismo tiempo quería resolver el asunto. Así es que me puse en contacto con la embajada española y les dije lo que había ocurrido. Me tranquilizaron y me dijeron que ellos estarían al tanto de la probable reaparición de la pareja y que yo me fuera tranquilamente a Pattaya. Cuando volví la cara del secretario de embajada era un poema. No sólo no habían aparecido sino que cuando, alarmado, se puso en contacto con la policía le dijeron a qué se dedicaba el chico y que en los bajos fondos habían detectado un rumor sobre una pareja a la que estaba buscando un gang de Bangkok. El chico trabajaba en uno de los establecimientos esos donde las chicas hacen lo de la pelota de ping pong y lo del cigarrillo… ya me entienden.

– Yo no entiendo nada.

Cortó el viejo Marsé adelantando la cabeza hasta estrellarla contra el barrote de su propio bastón.

– En fin. Es como el living sex europeo, pero a la manera de allí. El chico trabajaba en esos establecimientos por si había una emergencia. Al lado hay un gran caserón donde se pueden encontrar chicas casi blancas del norte para los turistas, son chicas de una raza especial, muy cotizadas, o sus padres las venden muy jovencitas o provienen de auténtica trata de mujeres. Pero a veces se pide un hombre y no una mujer, y Archit estaba allí para eso. Archit es el nombre del chico.

– Es decir, que mi hija lo contrató para tirárselo.

– No necesariamente. Lo más probable es que se conocieran en una de las salidas nocturnas del grupo para ver el espectáculo de ping pong y que establecieran una relación, pero no diría yo que económica. No sé si me explico. Parecían enamorados.

– ¡Enamorados!

Explotó el viejo Marsé golpeándose las rodillas con los puños.

– Siga, por favor.

– Bien. Yo misma, entonces, con el secretario de embajada, fuimos al Ministerio del Interior a ver qué se sabía del asunto, y allí topamos con Asia. Sonrisas, insinuaciones, súbitas indignaciones, vaguedades y finalmente nada de nada. Algo de tráfico de no sé qué hay por medio, y eso es como un túnel que no sabes dónde empieza y dónde acaba, porque allí, bajo el aparente desorden, todo está controlado y se sabe lo que se puede y no se puede traficar, cuándo, dónde, quién, y se sabe qué personaje concreto del poder se beneficia de cada tráfico, sea prostitución, droga, diamantes. fueron pasando los días y no sacábamos nada en limpio. Fue por entonces cuando ella, la señora Marsé, le envió a usted el telegrama del que me ha hablado el señor Tobías y a continuación la llamada… Tuvimos que volver y dejé toda clase de recomendaciones a la embajada. Harán lo que puedan. Sobre todo para impedir que vaya a parar a la cárcel, porque en Thailandia la cárcel es horrorosa, como sólo puede serlo en un país subdesarrollado. No quiero preocuparles, pero más de un español metido en asuntos de droga se ha suicidado en una cárcel de Thailandia.

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