Nadie Es Inocente
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Un sacerdote, que en su juventud estuvo relacionado con la organizaci?n terrorista ETA, desaparece en compa??a de una hermosa mujer tras apoderarse de una importante suma de dinero de su congregaci?n. Para evitar el esc?ndalo se encargar? del caso otro religioso que antes de ordenarse hab?a sido polic?a. El pasado de ambos, reflejo del pasado y presente de una Euskadi que se debate entre la violencia y las ansias de paz, condiciona de tal manera la investigaci?n, que finalmente se convierte en un juego muy peligroso, donde lo importante no es la recuperaci?n del dinero, sino el ajuste de cuentas entre los dos contrincantes. Un ajuste de cuentas que parece personal, pero que en realidad contiene la clave de la violencia que ha sufrido el propio Pa?s Vasco.
La trama se complica a?n m?s cuando una mujer es asesinada y otra desaparece inexplicablemente. A partir de ese momento, se inicia una investigaci?n paralela en la que se entremezclan polic?as de todos los pelajes con proxenetas sin escr?pulos y miembros de la Brigada Antiterrorista. Todo conduce a un desenlace soprendente que valida la frase: «Las cosas nunca son lo que parecen».
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Tú te quedas callado, sin saber qué decir. Es cierto que en tus conversaciones con el aitá, poco antes de su muerte, te ha hablado a menudo de Dios, y que te encuentras a gusto cuando ayudas al padre Patxi en la iglesia, pero de eso a tomar los hábitos media un abismo. Es cierto que a veces, al igual que muchos compañeros de catequesis, has coqueteado con la idea, pero nunca en serio. Sin embargo, ahora que te lo plantean tan de sopetón, no te queda más remedio que pensar en ello y piensas, piensas mucho aunque apenas transcurren unos segundos antes de contestar. Presientes que tras de la oferta se esconde el deseo de tu madre de que no sigas los pasos de tu hermano Mikel, estás seguro de eso pero quizá por ello, quizá porque has visto en su rostro más de una vez el sufrimiento y porque tú mismo en tu interior deseas tomar otro camino y comprendes que en tu limitado mundo ése es el único modo seguro de escapar, respondes que sí, que estás dispuesto a ingresar en el seminario, y antes de que digas estas palabras tu madre ya te ha llenado de besos y el padre Patxi ha empezado a entonar un salmo de acción de gracias.