O C?sar o nada
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Tras la aparici?n de sus ensayos literarios, reunidos bajo el t?tulo de La literatura en la construcci?n de la ciudad democr?tica (Cr?tica), simult?neamente, el padre del m?s popular de los detectives espa?oles de ficci?n incide en O C?sar o nada en otra novela de g?nero: la hist?rica. Tiene tambi?n sus reglas y limitaciones y permite suponer en el que la emprende un amplio conocimiento hist?rico del per?odo elegido. No se trata, en este caso, de la Espa?a de la inmediata postguerra (que ser?a tambi?n ya novela hist?rica y que V?zquez Montalb?n utiliz? en otras producciones marginales a la serie de Carvalho). En esta ocasi?n, la empresa hubo de resultarle mucho m?s dif?cil y compleja, porque se trata de narrar las intrigas de una Roma renacentista dominada por la familia valenciana de los Borgia. Los personajes que protagonizan la historia son complejos h?roes que hemos conocido a trav?s de la historia, la literatura y el arte.
Ninguno de los pecados de la ?poca est?n ausentes: la simon?a (la compra del papado por parte de Rodrigo Borja), los cr?menes de estado, las traiciones reales y el incesto atribuido a Lucrecia Borgia («conseguir?a ser a la vez hija, esposa y nuera de su padre, seg?n consta en los libelos de la estatua de Pasquino»). Permanece inc?lume el valor que los Borgia atribuyen a los lazos familiares. V?zquez Montalb?n, en la intimidad, les hace hablar a ratos en valenciano. Reproduce tambi?n poemas en italiano y abundantes citas latinas cl?sicas y b?blicas. La corte se lamenta de la invasi?n de los `catalanes`. Pero bajo el rico anecdotario que imprime inter?s a la narraci?n subyacen conceptos pol?ticos b?sicos: la ciudad-estado frente al Estado, el papel temporal del Papado, la necesidad de una Reforma que culminar?, tras la muerte de C?sar, en uno de sus descendientes, quien seguir? las huellas de San Ignacio de Loyola.
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Finge Alejandro Vi quedar atribulado por la injusticia del reproche, pero considera que Vannozza es una paridora muy bien recompensada. Siempre ha procurado buscarle maridos que dignificaran su vida y la de Rodrigo. Un papa o un rey que no deje bien colocadas a las amantes no merecería ser papa ni rey. Primero fue Doménico, el patricio Della Croce, y ahora Carlo Canale, un amigo de Poliziano, muy respetado en los círculos literarios, ex secretario del cardenal Gonzaga, incluso escribe poemas según dices. Un poeta.
¿Qué más quieres? ¿Hablamos de tu patrimonio? Sus casas, el palacio Magani, el de San Pietro in Vincoli, la residencia con la viña. ¿Y sus derechos al castillo de Bieda?
– Me quejo de mi papel, no de mi pobreza o mi riqueza. Tus hijos y Giulia, Giulia, Giulia repetida en todos los cuadros de Pinturicchio.
– ¿Y tú no?
Le aprisiona Alejandro una mano y casi con dureza la saca de la fiesta y la arrastra por el pasillo hasta llevarla ante el cuadro de " La Anunciación ".
– ¿No eres tú ésa? ¿No te he idolatrado y nos hemos amado como nos pedía el cuerpo y la juventud?
Solloza Vannozza.
– Tengo miedo, Rodrigo. Por mí, por los hijos. Es demasiado alta la apuesta. El pobre Jofre muerto de miedo ante esa mujer tan poderosa, tan desafiante.
– A cada cual su miedo.
– Tengo miedo, Rodrigo.
Súbitamente Vannozza cambia de actitud, suspira profundamente, se seca las lágrimas, sonríe a Rodrigo y acepta su brazo para volver al salón, pero ante la puerta ella retrocede y deja que el papa entre solo en la fiesta, en aquel momento protagonizada por Carlo Canale.
– Amigos, estamos en un momento decisivo del pontificado del gran Alejandro y confío en que su santidad no pensará que trato de aconsejarle, pero el gran Petrarca utilizó la historia de Aníbal para juzgar las victorias desaprovechadas. Cuando hostiguéis a los Orsini o a los Della Rovere, recordad este poema de Petrarca:
"Vinse Hanibal et non seppe usar poi ben la vittoria sua ventura: per signor mio caro, aggiate cura, che similmente non avegna a voi.
L.orsa rabbiosa per gli orsacchi suoi che trovaron di maggio aspra postura rode sé dentro, e i denti et l.unghie endura per vendicar suoi denni sopra noi.
Mentre, il novo dolor dunque l.accora, non riponete l.onorata spada anzi seguite lá dove chiama.
Vostra fortuna dritto per la strada che vi puó dar, dopo la morte anchora mille et mille anni, al mondo honor et fama."
Los ojos de Vannozza han pasado del desconsuelo al ilusionado seguimiento del recitar de su marido, pero fatalmente buscan a Alejandro, empalagoso e infantil ante Giulia, y más allá de las puertas, el jardín, descubren el primer abrazo, el primer beso entre César y Sancha, previos al encarnizamiento de los cuerpos.