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Corazon Congelado

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Corazon Congelado
Название: Corazon Congelado
Автор: Evanovich Janet
Дата добавления: 16 январь 2020
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Corazon Congelado - читать бесплатно онлайн , автор Evanovich Janet

«Durante mi infancia mis aspiraciones eran sencillas: quer?a ser una princesa intergal?ctica.»

La cazarrecompensas Stephanie Plum tiene una misi?n bastante simple: todo lo que tiene que hacer es llevar a los tribunales a un viejecito sordo, casi ciego y con problemas de pr?stata, acusado de contrabando de cigarrillos. ?Es culpa suya si se le escurre continuamente de entre las manos?

Las cosas se complicar?n todav?a m?s despu?s de que dos de sus amigos desaparezcan misteriosamente tras ser atacados por una jubilada enloquecida y de que su perfecta hermana Valerie le pida consejos sobre c?mo hacerse lesbiana.

Quiz? la vida de Stephanie ser?a m?s f?cil ?y menos divertida? si no estuviera tratando de huir de su propia boda, si su abuela no se empe?ara en acompa?arla en una Harley Davidson y, por supuesto, si el incre?blemente sexy Ranger no le ofreciera su ayuda a cambio de una perfecta noche de pasi?n…

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Seis

Aparqué en el descampado de casa y me arrastré hasta el apartamento dejando charcos a mi paso. Benny y Ziggy esperaban en el descansillo.

– Hemos traído mermelada de fresa -dijo Benny-. Y es de la buena. Es Smucker's.

Cogí la mermelada y abrí la puerta.

– ¿Qué pasa?

– Hemos oído que ha pillado a Choochy echando un trago con el padre Carolli.

Los dos sonreían, disfrutando del momento.

– Ese Choochy es un punto -dijo Ziggy-. ¿Es verdad que le pegó un tiro a Jesucristo?

Sonreí con ellos. Ciertamente, Choochy era un punto.

– Las noticias vuelan -dije.

– Estamos lo que se podría decir «conectados» -dijo Ziggy-. Pero queríamos saberlo directamente por usted. ¿Qué tal aspecto tenía Choochy? ¿Estaba bien?, ¿Parecía… en fin, loco?

– Le disparó un par de tiros a El Porreta, pero falló. Carolli me dijo que Choochy estaba muy alterado desde el ataque.

– Y tampoco oye muy bien -dijo Benny.

En ese momento intercambiaron miradas. Sin sonreír.

El agua chorreaba de mis Levi's, formando un estanque en el suelo de la cocina. Ziggy y Benny se mantenían fuera de él.

– ¿Dónde está aquel tiparraco extraño? -preguntó Benny- ¿Ya no va con usted?

– Tenía cosas que hacer.

Me quité la ropa en cuanto se fueron Benny y Ziggy. Rex corría en su rueda, deteniéndose de vez en cuando para mirarme, sin entender el concepto de lluvia. A veces se ponía debajo de su botella de agua y le caían unas gotas en la cabeza, pero su experiencia con el clima era bastante limitada.

Me puse una camiseta nueva y Levi's limpios y me alboroté el pelo con el secador. Al acabar tenía bastante volumen pero muy poca forma, así que, para despistar, me puse una raya azul en el ojo.

Me estaba calzando las botas cuando sonó el teléfono.

– Tu hermana va para allá -dijo mi madre-. Necesita hablar con alguien.

Valerie debía de estar realmente desesperada para que se le ocurriera hablar conmigo. No nos llevábamos mal, pero no éramos muy íntimas. Demasiadas diferencias personales básicas. Y cuando se trasladó a California nos distanciamos todavía más.

Es curioso cómo resultan las cosas. Todos creíamos que el matrimonio de Valerie era perfecto.

El teléfono volvió a sonar y era Morelli.

– Está tarareando -dijo Morelli-. ¿Cuándo vas a venir a por él?

– ¿Tarareando?

– Bob y yo estamos intentando ver el partido y este capullo no para de tararear.

– Puede que esté nervioso.

– Claro, ¿no te jode? Tiene motivos para estar nervioso. Si no deja de tararear le voy a estrangular.

– Prueba a darle algo de comer.

Y colgué.

– Me gustaría saber qué anda buscando todo el mundo -le dije a Rex-. Sé que está relacionado con la desaparición de Dougie.

Se oyeron unos golpes en la puerta y mi hermana irrumpió con un aire jovial a lo Doris Day-Meg Ryan. Probablemente era perfecto para California, pero en Jersey no somos joviales.

– Estás insoportablemente jovial -le dije-. No recuerdo que fueras tan jovial.

– No estoy jovial…, estoy alegre. No pienso volver a llorar, nunca más en mi vida. A nadie le gustan las lloronas. Voy a seguir adelante con mi vida y voy a ser feliz. Voy a ser tan asquerosamente feliz que Mary Sunshine a mi lado va a parecer una fracasada.

Puagh.

– ¿Y sabes por qué puedo ser feliz? Porque estoy bien adaptada.

Valerie había hecho bien en volver a Jersey. Aquí se lo arreglaríamos.

– Así que ¿éste es tu apartamento? -dijo ella mirando alrededor-. Nunca había estado aquí.

Yo también lo miré y no me impresionó lo que vi. Tengo miles de ideas estupendas para el apartamento, pero, no sé por qué, nunca llego a comprar los candelabros de cristal en Illuminations ni el frutero de bronce del Pottery Barn. Mis ventanas tienen persianas y cortinas de batalla. El mobiliario es relativamente nuevo, pero sin imaginación. Vivo en un minúsculo apartamento barato de los setenta exactamente igual que cualquier otro minúsculo apartamento barato de los setenta. Martlia Stewart tendría una vaca en mi apartamento.

– Oye -dije-. Siento mucho lo de Steve, de verdad. No sabía que teníais problemas.

Valerie se derrumbó en el sofá.

– Yo tampoco lo sabía. Me tuvo completamente engañada. Un día volví del gimnasio y descubrí que la ropa de Steve no estaba. Luego encontré una nota en la cocina en la que decía que se sentía atrapado y tenía que marcharse. Y al día siguiente recibí la notificación de embargo de la casa.

– Puf.

– Empiezo a pensar que puede que sea algo bueno. Quiero decir que esto podría abrirme a un montón de nuevas experiencias. Por ejemplo, tengo que buscar trabajo.

– ¿Se te ha ocurrido algo?

– Quiero ser cazarrecompensas.

Me quedé muda. Valerie, cazarrecompensas.

– ¿Se lo has dicho a mamá?

– No. ¿Te parece que debería hacerlo?

– ¡No!

– Lo bueno de ser cazarrecompensas es que tú misma te organizas tus horarios, ¿verdad? O sea que podría estar en casa cuando las niñas lleguen del colegio. Y los cazarrecompensas son bastante duros y eso es lo que quiero que sea la nueva Valerie…, alegre pero dura.

Valerie llevaba una chaqueta de punto rojo de Talbots, vaqueros de marca planchados y mocasines de piel de serpiente. Ser dura le quedaba muy lejos.

– No estoy muy segura de que des el tipo de cazarrecompensas -le dije.

– Claro que doy el tipo de cazarrecompensas -dijo entusiasmada-. Lo único que necesito es ponerme en situación mental.

Se enderezó en el sofá y empezó a cantar la canción de la hormiga del caucho.

– ¡Tiene metas muy altas… metas muy aaaaaltas!

Me alegré de tener la pistola en la cocina, porque sentía la necesidad imperiosa de pegarle un tiro a Valerie. Estaba llevando la jovialidad mucho más allá del límite soportable.

– La abuela me ha dicho que estás trabajando en un caso importante y he pensado que podría ayudarte -dijo Valerie.

– No sé… el tío ese es un asesino.

– Pero muy viejo, ¿no?

– Sí. Es un asesino viejo.

– A mí me parece que es una buena ocasión para empezar -dijo Valerie levantándose del sofá-. Vamos a por él.

– No sé exactamente dónde encontrarle -dije.

– Probablemente les esté echando migas a los patos en el estanque. Eso es lo que hacen los viejos. Por la noche ven la tele y por el día dan de comer a los patos.

– Está lloviendo. No creo que les dé de comer a los patos bajo la lluvia.

Valerie echó una mirada por la ventana.

– Buena observación.

Se oyó un golpe seco en la puerta y el ruido de alguien comprobando si estaba abierta. Después otro golpe.

Morelli, pensé. Devolviendo a El Porreta.

Abrí la puerta y Eddíe DeChooch se coló en mi recibidor. Llevaba la pistola en la mano y estaba muy serio.

– ¿Dónde está? -preguntó DeChooch-. Sé que está viviendo contigo. ¿Dónde está ese asqueroso hijo de puta?

– ¿Se refiere a El Porreta?

– Me refiero a ese tío mierda que me está jodiendo la vida. Tiene una cosa que me pertenece y quiero que me la devuelva.

– ¿Cómo sabe que la tiene El Porreta?

DeChooch me empujó y entró en el dormitorio y en el cuarto de baño.

– Su amigo no lo tiene. Yo no lo tengo. El único que queda es ese subnormal de Porreta -DeChooch abría las puertas de los armarios y las cerraba de golpe-. ¿Dónde está? Sé que le

tienes escondido en algún sitio.

Me encogí de hombros.

– Me dijo que tenía que hacer algunos recados y no le he vuelto a ver.

Le puso la pistola en la cabeza a Valerie.

– ¿Quién es esta Miss Elegancia?

– Es mi hermana Valerie.

– A lo mejor debería cargármela.

Valerie miró de reojo el arma.

– ¿Es una pistola de verdad?

DeChooch desplazó la pistola diez centímetros a la derecha y disparó un tiro. La bala no pegó en la televisión por un milimetro y se alojó en la pared.

Valerie se puso blanca y soltó un chillido agudo.

– Caray, parece un ratón -dijo DeChooch.

– ¿Y ahora qué hago yo con esa pared? -le pregunté-. Le ha hecho un agujero enorme con la bala.

– Le puedes enseñar el agujero a tu amigo. Puedes decirle que su cabeza tendrá un agujero igual si no espabila.

– Yo podría ayudarle a recuperar esa cosa si me dice qué es.

DeChooch cruzó la puerta apuntándonos a Valerie y a mí.

– No me sigas -dijo- o te pego un tiro.

A Valerie le flaquearon las piernas y se sentó en el suelo.

Yo esperé un par de segundos antes de asomarme por la puerta y mirar al pasillo. Creía a DeChooch en lo de dispararnos.

Cuando por fin inspeccioné el descansillo DeChooch ya no estaba a la vista. Cerré la puerta con cerrojo y fui corriendo a la ventana. Mi apartamento está en la parte de atrás del edificio y las ventanas dan al aparcamiento. No es que sean muy buenas vistas, pero es útil para ver cómo se escapan los vejetes enloquecidos.

Vi cómo DeChooch salía del edificio y se marchaba en el Cadillac blanco. Le buscaba la policía, le buscaba yo y él iba por ahí en un Cadillac blanco. No era exactamente un fugitivo que se escondiera. ¿Y por qué no éramos capaces de pillarle? Yo sabía la respuesta en lo que a mí se refería. Era una inepta.

Valerie seguía en el suelo, igual de pálida.

– A lo mejor te apetece replantearte lo de ser cazarrecompensas -le sugerí. A lo mejor yo también debería replanteármelo.

Valerie regresó a casa de mis padres para buscar su Valium y yo volví a llamar a Ranger.

– Voy a dejar este caso -le dije a Ranger-. Te lo voy a pasar.

– Normalmente no abandonas -dijo Ranger-. ¿Qué te ha pasado en esta ocasión?

– DeChooch me está dejando como una idiota.

– ¿Y?

– Dougie Kruper ha desaparecido y creo que su desaparición tiene algo que ver con DeChooch. Me preocupa estar poniendo a Dougie en peligro por no dejar de darle el coñazo a DeChooch.

– Probablemente Dougie Kruper ha sido abducido por los alienígenas.

– ¿Quieres quedarte con el caso o no?

– No lo quiero.

– Vale. Vete al infierno -colgué y le saqué la lengua al teléfono. Agarré el bolso y la gabardina, y salí del apartamento y bajé las escaleras como una furia.

La deñora DeGuzman estaba en el vestíbulo. La señora DeGuzman es de las Filipinas y no habla una palabra de inglés.

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