-->

?gur Nebl?

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу ?gur Nebl?, Palol Miquel de-- . Жанр: Современная проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
?gur Nebl?
Название: ?gur Nebl?
Автор: Palol Miquel de
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 314
Читать онлайн

?gur Nebl? читать книгу онлайн

?gur Nebl? - читать бесплатно онлайн , автор Palol Miquel de

En las postrimerнas de este siglo iba siendo necesario un libro, con lucidez y exactitud de relojero, construyera un mundo ficticio desde el que desvelar las trampas y los secretos del nuestro. Lo ha escrito Miquel Palol con Igur Nebli, hйroe caballeresco, a la vez atбvico y posmoderno, con el que el lector sentirб la claustrofobia de un mundo que pronto reconocerб como suyo, descubrirб las oscuras estrategias del Estado bajo las intrigas de La Muta, y reconocerб el hermйtico y vertiginoso Laberinto de Gorhgrу participando en una siniestra alegorнa del Poder y de sus inextricables instrumentos de manipulaciуn de la informaciуn, de presiуn del individuo, de despersonalizaciуn y de angustia.

Para quienes siempre pensaron que la literatura es un juego con la literatura, para quienes no se conforman con la lectura de la historia y quieren tomar parte de ella y para quienes gustan de los libros que jamбs se acaban con su ъltima pбgina, Igur Nebli resultara una lectura extremadamente gratificante.

La calidad indiscutible que llevу al exito a El Jardin de los Siete Crepъsculos alcanza con Igur Nebli una envidiable madurez.

`Un texto donde Palol lleva hasta sus ъltimas consecuencias el objetivo de convertir la literatura en el medio mбs oportuno para disfrazarse de dios y jugar a la construcciуn de un mundo`. Javier Aparicio, El Pais.

`La particular `locura` narrativa de Palol es saludable para todo el conjunto de la narrativa catalana`. Marc Soler, El Temps.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 91 92 93 94 95 96 97 98 99 ... 123 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

El Primer Bibliotecario lo invitó a seguirle.

– Caballero, os explicaré las dificultades de una gestión del orden que me pedís. Nuestra institución sufre en este momento un arduo proceso de conciliación entre las tres Bibliotecas verticales que coexisten actualmente en el edificio: la Biblioteca de papel, que en realidad es un residuo del pasado que hemos mantenido por amor a las tradiciones, aunque se habla de imposiciones concretas de algún alto personaje, la Biblioteca cuantificada, que es, de hecho, una rama del Cuantificador del Imperio, protegida por los códigos correspondientes, y la Biblioteca de la Memoria, de la que no estoy autorizado a hablar, me dispensaréis por ello, y que de hecho es el origen del problema, porque las partes interesadas no se ponen de acuerdo para establecer su alcance, su disponibilidad y su naturaleza -soltó una risita nerviosa y miró a Ígur de reojo-, y aún menos desde que vos habéis eliminado, tan brillantemente por cierto, el obstáculo del Ultimo Laberinto.

– ¿Ah sí? -dijo Ígur, desconcertado-. ¿Cómo es eso?

El Bibliotecario lo miró y rió como si se tratara de una broma.

– El problema añadido -prosiguió- es que no hay manera de acabar las obras de la sección etiópica -entraron en una sala inmensa descuidadamente iluminada con reflejos ocres, donde coexistían el trajín de los albañiles, entre andamies y hormigoneras, y el de los empleados de la casa que transportaban bultos de un sitio a otro-, y ahora, además, se han añadido las del ala ptolemaica, que conseguí aplazar durante más de tres años con la esperanza de no juntarlas con las otras -hizo un gesto de impotencia-, y ya lo veis. El problema es que el Subcuantificador particular de la Biblioteca está pendiente del proceso de sistematización; aquí también hay el mismo conflicto, pero con otros elementos, que con las tres Bibliotecas, que es unificar criterios de lenguaje, o códigos de calificación, como queráis llamarlo, y ahora mismo es complicadísimo identificar un tema o una época, y ya no digamos una obra concreta, porque hay más de mil directorios y veinticinco mil subdirectorios, a saber con cuántos códigos diferentes, introducidos a lo largo de más de cincuenta años por miles de empleados, prisioneros morales de la Apotropía de Juegos, que más de una vez, a causa de una jugada, ha colapsado en el Cuantificador una conexión interactiva que nos afecta, y, por las propias exigencias del Juego, son incapaces ya no de ayudar a recuperarla, sino incluso de reconocer el trastorno originado -entraron en otra sala, aún mayor que la anterior, sin ventilación exterior y con una altura de más de doce metros, y diversas conexiones con pasillos acabados en salas cerradas unas veces, otras en escaleras ascendentes que llevaban a buhardillas de las que no se veía el final, o bien en escalinatas descendentes hacia húmedos sótanos, y todo, igual que antes, con ese tráfico febril que confiere al espíritu ansioso el desasosiego de la provisionalidad, de conflictos producto de la ineficacia, finalmente de la inutilidad más absoluta-. ¿Me entendéis Caballero? Las dificultades se sobreponen: ¿Qué os puedo ofrecer de lo que me pedís? ¿Dónde buscarlo? ¿Cómo encontrar la referencia oportuna, si las hay a miles? Imaginad que la hemos encontrado, y nos remite a una pieza concreta: ¿esa pieza, existe? Está claro que si existe la debemos tener, pero ¿dónde? Y, aunque la podamos localizar, quedan los problemas prácticos: ¿pertenece a una zona en proceso de remodelación? Si es así, ¿cuál es su localización provisional? -bajó la voz-. ¿Sabéis qué creo, Caballero?

– Decídmelo -dijo Ígur.

– Que la sección etiópica, como ya ha pasado con la cefalenia y con la lapersia, no se recuperará jamás de la remodelación; es como el cuento de la expedición que se aleja y envía mensajes lanzadera, llegará un momento en que no llegarán a cumplir su cometido: si ya es matemáticamente imposible ordenar el material nuevo, que se produce en progresión geométrica en tanto que aquí sólo damos abasto a cuantificarlo a ritmo aritmético, imaginaos lo que pasa con el material de las secciones en obras, donde se genera un desorden añadido.

– ¿Por qué -dijo Ígur- no lo asimiláis a una Ruleta Edilicia? Quizá fuerais favorecido con una resolución positiva.

– ¡Caballero, no seáis ingenuo! El azar nunca ha resuelto los problemas, y además aquí los parámetros son otros -esbozó un gesto de desesperanza que disuadió a Ígur de decir que a esas alturas tenía pocas dudas de que las operaciones de la Apotropía de Juegos no dependieran del azar-; la Biblioteca es la Catedral de la Entropía, Caballero, ¡habría que cambiarle el nombre! ¡Entropeion, Egregoreion! ¿Y todo, para qué?

– Miró a Ígur con unos ojos encendidos que hubieran dado miedo de no haber dado lástima-. Porque en realidad. Caballero, ¿sabéis qué es lo mejor de todo? Que a poca gente le importa si una obra existe o no, si el catálogo es falso o auténtico, si una sección ha sido trasladada o no, si han robado o estropeado aquí o allá, porque decidme. Caballero, ¿quién lee? -Se rió como si fuera a morder un insecto invisible-. ¿Leéis mucho, vos? ¿Cuánto? ¿Una vez al día, una vez al año? ¡No leáis, creedme, no metáis más entropía en vuestra cabeza!

Subieron una escalera, y después cruzaron un puente de barandillas endebles, desde donde se dominaba un amplio paraje de espacios variadamente conexos, con plataformas diferentes y a diversas alturas, formando dobles y triples espacios con montacargas y auténticos pozos hacia profundidades indetectables de lo que, según informaba un indicador escrito a mano, había sido en otros tiempos la sección efesia.

– ¿Puedo haceros una pregunta? -dijo Ígur, pero el Primer Bibliotecario siguió como si no lo hubiera oído.

– Debéis cuestionaros cuál puede ser mi misión; debéis pensar que no es demasiado agradecido intentar contener el desorden en una disciplina que se aprecia mínimamente, y seguramente tendréis razón. No tengo alma de mártir, ni de salvador, y sé que el provecho que puedo sacar es poco rentable tal y por donde va el Imperio. Aquí aprenderíais a distribuir razonablemente vuestras desconfianzas, Caballero -dejó escapar una risa amarga-, ya lo veis, no todas las órdenes de las instituciones a los empleados son compromisos de Juego. Me debéis tomar por un desgraciado. Caballero.

– ¿Qué significa el círculo con el caballo y la vaca? -preguntó Ígur.

– ¿Queréis ver una cosa que os resultará graciosa? Venid a mi despacho.

Cruzaron una puertecita y, por una escalera de caracol, llegaron a un ascensor enorme, alto, oscuro y desconchado, con capacidad para cincuenta personas, que los llevó entre zarándeos y chirridos a un piso superior; allí entraron en una habitación sin ventilación igual que todas las dependencias que habían visto hasta entonces, llena hasta los topes de cintas y papeles entre los cuales emergían polvorientas las terminales del Cuantificador.

– ¿Éste es vuestro despacho? -preguntó Ígur, y reparó en los papeles de encima de una mesa; el primero que cogió era una poema, y leyó en voz alta los primeros versos.

Se enroblece en el aura umbría del ocaso

afán colmado de la índida blataria

– Dejad eso -dijo el Primer Bibliotecario-. Mirad este otro, en cambio; posiblemente es un apócrifo, es más, es casi seguro que lo sea, tiene ciertos defectos formales que lo delatan, pero no deja de ser curioso; procede de una recatalogación del año pasado, y se podría tratar…

Ígur lo dejó explayarse, y leyó el poema por encima.

Los hombres muertos que habitan en mi interior
para obligarme a que los añore
me muestran al enemigo en mí:
El alma insaciable no puede dejar escapar
ninguna ocasión de ser otra una vez más,
como si volver a cada instante deseado,
reconstruir no tanto la realización
como el propio deseo pudiera abrir el grano
de cada infamia para de él poder así extraer
el fraseo del goce, pero ay:
¿Qué es esta fisonomía
de bárbaro que me ofrezco por renovación?
¡Si ahí el amor es el mismo!
Pero los ojos ya no se molestan
en desnudar tan sutilmente,
de mí mismo se amparan en la brutalidad
de quererme posible, de la impaciencia
que me lleva a repetir de un cuerpo a otro
la misma estrategia del alma,
la misma mentira sin escrúpulos,
derrotado por el desgaste que realimenta esa
necesidad de gritar más para yo mismo oírme,
para volver a ser creíble para mí mismo.
¡Ay que a la bestia no hay quien la pare!
¿Qué tendré el valor de hacer para recobrar
las mañanas de flaqueza, metido
en bares helados de soledad y sueño,
cuando quieres creer que has vencido
a la muerte, pero es el amor quien te ha matado un poco?
¿Qué para retroceder aún más,
a los largos paseos de solitario
privado por mí mismo de decir sentires,
por el miedo a desatar la vida,
a poner deseos en juego? ¿Quién me creerá,
si ahora, tan cansado que me odio,
no soy capaz de creerme ni yo mismo?
¡Si aún me queda la esperanza de no
llegar a convencer a todos de que no es verdad
que ya no soy aquel adolescente,
porque después de constatar
que la soberbia y la exhibición
dan mejor resultado que el mostrarte
honestamente como eres, empecé a fingirlas,
y ahora no sé si aún finjo o he permitido
que de verdad me posean!
¡Y a qué precio!
Creo que he ganado valor, sinceridad,
y en el rechazo de los demás identifico
lo que antes más odiaba en actitudes
iguales a esta mía de ahora.
Ya pertenezco sólo a las lágrimas.
¿Qué culpa tengo yo si mi lenguaje
es como el del carnívoro? ¿Y quién me dice
que al que todos, como yo,
llamamos carnívoro no sufre como yo?
Yo, que he acabado
en el tiempo del esplendor final del clavicémbalo,
debo ser ese carnívoro en verdad,
tal vez aún capaz de dar vida
a sus lomos, si no fuera porque amor y odio
son los caballos de fuego que tiran enloquecidos
de la carreta de hielo del tiempo,
de arrancarme una máscara
tras otra hasta la piel, que sería
la última si… ¡qué más da! Y por espejo, tan sólo
este pobre poema que aquí he cobijado,
en extraño sitio, en dudoso camuflaje
para que sepa verlo aquel que la fortuna desee.
Al tedio germinal retornan bienes y males;
en el mundo que temo
vive el mundo que deseo,
y el que lo aplasta es el mundo que desprecio.
1 ... 91 92 93 94 95 96 97 98 99 ... 123 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название