Amante Eterno
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Dentro de la Hermandad, Rhage es el vampiro m?s voraz, el mejor luchador, actuando siempre a trav?s de sus instintos m?s primarios… y el amante m?s salvaje -porque en su interior arde una feroz maldici?n lanzada por la Virgen Escriba. Pose?do por este lado oscuro, Rhage teme el momento en que el drag?n que lleva dentro sea liberado, convirti?ndole en un peligro para quienes le rodean.
Mary Luce, una mujer que ha conseguido sobrevivir a una vida llena de penurias, es introducida de manera involuntaria al mundo de los vampiros. Ahora, toda su existencia depende de la protecci?n de Rhage. Con una maldici?n que amenaza su propia vida, Mary no est? buscando el amor. Hace mucho tiempo que dej? de creer en los milagros. Pero cuando la intensa atracci?n animal de Rhage se convierte en algo m?s emocional, ?l sabe que debe hacerla suya. Y, mientras los enemigos les pisan los talones, Mary luchar? desesperadamente por conseguir una vida eterna junto al hombre al que ama…
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– ¿Qué ha dicho? – Preguntó Bella, sonriendo abiertamente.
– Vio Matrix cuatro veces el día que se estrenó.
La mujer se rió. -John, siento mucho decirte esto, pero eso es patético.
Él le sonrió a ella, sonrojándose un poco.
– ¿Viste entero "El señor de los anillos" también?- Preguntó ella.
Él negó con la cabeza, habló por señas, y miró impacientemente a Mary.
– Dice que le gustan las artes marciales. – Tradujo ella. -No los elfos.
– No lo puedo culpar. ¿Esa espeluznante cosa de pies? No puede hacerlo.
Una racha de viento llegó, jugando con las hojas caídas en la piscina. Cuando le llegó la corriente, John extendió la mano y cogió una.
– ¿Qué llevas en la muñeca? – preguntó Mary.
John tendió su brazo de manera que ella pudiese examinar el brazalete del cuero. Tenía marcas ordenadas, alguna mezcla de jeroglíficos y caracteres chinos.
– Es magnífico.
Lo hice yo.
– ¿Puedo verlo? Preguntó Bella, inclinándose. Su sonrisa se desintegró y sus ojos se estrecharon en la cara de John. -¿Dónde los has conseguido?
– Dice que lo ha hecho él.
– ¿De dónde dijiste que eras?
John retrajo su brazo, claramente un poco nerviosos por la repentina atención de Bella.
– Él vive aquí. -Dijo Mary.-Nació aquí.
– ¿Dónde están sus padres?
Mary miró a su amiga, preguntándose por qué Bella estaba tan interesada. -No tiene a nadie.
– ¿Nadie?
– Él me ha dicho que creció en el sistema de adopciones, ¿verdad, John?
John asintió y colocó su brazo sobre el estómago, protegiendo el brazalete.
– Esas marcas.- Lo animó Bella. -¿Sabes lo que significan?
El niño negó con la cabeza, luego se sobresaltó y se frotó las sienes. Después de un momento, sus manos hablaron por signos lentamente.
– Dice que no significan nada.-Murmuró Mary. -Sólo sueña con ellas y le gusta como son. Bella, dejémoslo ¿Okay?
La mujer pareció refrenarse. -Lo siento. Yo… ah, realmente lo siento.
Mary volvió a mirar a John y trató de quitar presión. -¿Qué otras películas te gustan?
Bella sacó sus pies y se metió las zapatillas. Sin los calcetines. -¿Me excusáis por un momento? Volveré en seguida.
Antes de que Mary pudiese decir nada, la mujer corrió a través del prado. Cuando ella estuvo fuera del alcance de su oído, John miró a Mary. Él todavía estaba sobresaltado.
Debería irme ahora.
– ¿Te duele la cabeza?
John colocó sus nudillos con fuerza en el entrecejo. Me siento como si hubiese comido un helado muy rápido.
– ¿Cuando cenarás?
Él se encogió de hombros. No lo sé.
El pobre niño debía estar hipoglicémico. Escucha, ¿por qué no entras y comes conmigo? Lo último que tomé fue algo rápido en el almuerzo, y eso fue hace aproximadamente ocho horas.
Su orgullo fue obvio en la firme sacudida de su cabeza. No tengo hambre.
– ¿Entonces te sentarás conmigo mientras tomo una cena tardía? -Tal vez ella le podría seducir para que comiese de ese modo.
John se puso de pie y tendió su mano como para ayudar a que se levantara. Ella tomó su pequeña palma y se apoyó en él lo suficiente de manera que sintiese algo de su peso. Juntos se dirigieron hacia la puerta trasera, los zapatos en la mano, los pies desnudos dejando huellas mojados sobre la losa alrededor de la piscina.
Bella irrumpió en su cocina y se paró, no había tenido ningún plan en particular cuando había salido corriendo. Sólo sabía que tenía que hacer algo.
John era un problema. Un serio problema.
No podía creer que no había reconocido enseguida lo que era. No obstante, aún no había pasado por el cambio. ¿Y cómo era que un vampiro estaba en el patio trasero de la casa de Mary?
Bella casi se rió. Ella estuvo en el patio trasero de Mary. ¿Entonces por que no lo podrían hacer otros?
Poniendo sus brazos en jarras, clavó los ojos en el suelo. ¿Qué diablos iba a hacer? Cuando había registrado la mente de John, no había encontrado nada sobre su raza, su gente, sus tradiciones. El niño no sabía nada, no tenía ni idea que quién era o en lo que iba a convertirse. Y honestamente no sabía lo que querían decir esos símbolos.
Ella sí. Se deletreaba TEHRROR en el Viejo Lenguaje. El nombre de un guerrero.
– ¿Cómo era posible que se perdiera en el mundo humano? ¿Y cuanto tiempo tenía antes de que lo golpeara la transición? Se veía como si estuviera a principio de los veinte, lo cual significaba que tenía un año o dos. Pero si ella estaba equivocada, si él se acercaba más a los veinticinco, podía estar en un peligro inmediato. Si él no tenía a un vampiro hembra para ayudarle a atravesar el cambio, entonces moriría.
Su primer pensamiento fue llamar a su hermano. Rehvenge siempre sabía lo que se tenía que hacer en todo. El problema era, que una vez que se involucraba, asumía el control completamente. Y tendía a asustar infernalmente a todo el mundo.
Havers… podría pedirle ayuda a Havers. Como médico, podría decirle cuanto tiempo le quedaba al niño antes de la transición. Y tal vez John podría quedarse en la clínica hasta que su futuro fuese más claro.
Bien, excepto que él no estaba enfermo. Era un varón en pretransición, así es que estaba físicamente débil, pero ella no había sentido ninguna enfermedad en él. Y Havers tenía instalaciones médicas, no algo como una casa de huéspedes.
Además, ¿Y su nombre? Era como el de los guerreros…
Bingo.
Salió de la cocina y entró en el cuarto de estar, dirigiéndose hacia el libro de direcciones que tenía en su escritorio. En la parte trasera, en la última página, había escrito un número que había estado circulando hacía unos diez años más o menos. El rumor decía, que si llamabas, contactarías con La Hermandad de la Daga Negra. La raza de guerreros.
Querrían saber que existía un niño con uno de sus nombres manteniéndose por sí mismo. Tal vez acogerían a John.
Sus palmas estaban húmedas cuando cogió el teléfono, y ella esperaba a medias que el número no fuera directo o que alguien le contestara que se fuera al infierno. En lugar de eso, todo lo que ella obtuvo fue una voz electrónica repitiendo el número que había marcado y luego un pip.
– Yo… ah, mi nombre es Bella. Estoy buscando a La Hermandad. Necesito… ayuda.- Ella dejó su número y colgó el teléfono, pensando que menos era más. Si había sido mal informada, entonces no quería dejar un mensaje detallado en el contestador automático de algún humano.
Ella se asomó a una ventana, viendo el prado y la luminosidad de la casa de Mary a lo lejos. No tenía ni idea de cuanto tiempo pasaría hasta que alguien la contestara, si lo hacían. Tal vez debería volver y enterarse de dónde vivía el niño. Y cómo había conocido a Mary.
Dios, Mary. Esa horrible enfermedad había vuelto. Bella había sentido su regreso y había estado pensando como manejar lo que sabía de ella cuando Mary había mencionado que iba a ir a su reconocimiento médico trimestral. Eso había sido hacía un par de días, y esta noche Bella había tenido intención de preguntarle cómo habían ido las cosas. Tal vez ella podría ayudar a la mujer en alguna pequeña cosa.
Moviéndose rápidamente, ella regresó hacia las puertas francesas y que daban hacia el prado. Ella encontraría algo más sobre John y…
El teléfono sonó.
¿Tan pronto? No podía ser.
Ella llegó hasta el mueble mostrador y recogió la extensión que tenía en la cocina. -¿Hola?
– ¿Bella? La masculina voz era baja. Ordenando.
– Sí.
– Nos has llamado.
Santo Moisés, había surtido efecto.
Ella se aclaró la voz. Como cualquier civil, ella sabía todo sobre La Hermandad: sus nombres, sus reputaciones, sus triunfos y sus leyendas. Pero nunca se había encontrado con ninguno. Y era un poco difícil de creer que le iba a dirigir la palabra a un guerrero en su cocina.
Así que ve al punto, se dijo a sí misma.