Amante Despierto
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En las sombras de la noche en Caldwell, Nueva York, se libra una guerra letal entre los vampiros y sus asesinos. Pero tambi?n existe una Hermandad secreta que no se puede comparar a ninguna otra que haya existido -seis guerreros vampiros, protegiendo a su raza. De todos ellos, Zsadist es el miembro m?s atemorizante de la Hermandad de la Daga Negra.
Zsadist, que durante siglos fue un esclavo de sangre, a?n porta las cicatrices de un pasado forjado a base de sufrimiento y humillaciones. C?lebre por su insaciable furia y siniestras haza?as, es un salvaje temido por igual entre humanos y vampiros. La ira es su ?nica compa?era y el terror su ?nica pasi?n… hasta que rescata a una bella arist?crata de la malvada Sociedad de los Lessers.
Bella se siente hechizada de inmediato por el ardiente poder que emana Zsadist. Pero, cuando el mutuo deseo que ambos sienten comienza a consumirlos, la irrefrenable sed de venganza que Zsadist siente por los torturadores de Bella le lleva al l?mite de la locura. Ahora, Bella debe ayudar a su amante a superar las heridas de su atormentado pasado y a encontrar un futuro junto a ella…
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Cuando se marchó, él se sintió mal por ser de la clase que necesitaba ser tranquilizado, pero ahora que el pánico había desaparecido estaba avergonzado de si mismo. Un hombre no actuaba como él había hecho. Un hombre hubiera luchado contra el demonio de pelo pálido en el sueño y hubiera ganado. E incluso si hubiera estado aterrorizado, un hombre no se hubiera agachado y temblado como un chico de 5 años cuando despertó.
Entonces otra vez, John no era un hombre. Al menos no aún. Tohr había dicho que el cambio no sucedería hasta que estuviera más cercano a los veinticinco, y él no podía esperar durante los próximos dos años para pasar. Porque aun cuando ahora entendiera por qué solo era 5 pies, 6 pulgadas de alto y 112 libras, todavía era resistente. Odiaba mirar su huesudo cuerpo todos los días en el espejo. Odiaba vestir ropas de muchacho aun cuando pudiera legalmente conducir, votar y beber. Abatido ante el hecho de que nunca había tenido una erección, ni siquiera cuando despertaba de uno de sus sueños eróticos. Y nunca había besado a una mujer, tampoco.
No, él solo no se sentía del departamento masculino de alrededor. Sobre todo considerando lo que le había pasado hacía casi un año. ¿Dios, el aniversario de aquel ataque había pasado, verdad? Con un estremecimiento trató de no pensar en aquella sucia escalera o en el hombre que había sostenido un cuchillo en su garganta o en aquellos momentos horribles cuando algo irrecuperable había sido tomado de él: su inocencia violada, ida para siempre.
Forzando a su mente fuera de aquella caída en picado, se dijo que al menos ya no estaba desesperado. Algún día, pronto, él cambiaría en un hombre.
Picaba pensar en el futuro, retiró las mantas y fue a su armario. Mientras abría las puertas de dos batientes, no estaba todavía acostumbrado a lo que se mostró. Nunca había poseído tantos pantalones, camisas y jerséis en toda su vida, pero aquí estaban… tan frescos y nuevos, todas las cremalleras funcionaban, no faltaba ningún botón, no estaban deshilachados, ni rotos. Hasta tenía un par de Nike Air Shod.
Él sacó un suéter y se lo puso, luego empujó sus piernas largas y delgadas en un par de pantalones. En el cuarto de baño se lavó las manos y la cara y peinó su pelo negro. Entonces se dirigió a la cocina, andando a través de cuartos que tenían líneas limpias, modernas, pero que estaban decorados con muebles, telas y arte del Renacimiento italiano. Se paró cuando oyó la voz de Wellsie salir del estudio.
– … una especie de pesadilla. Quiero decir, Tohr, estaba aterrorizado… No, él eludió cuando le pregunté lo que era, y no le presioné. Pienso que es hora de que vea a Havers. Sí UAH-Hugh. Debería conocer primero a Wrath. Bien. Te quiero, mi hellren. ¿Qué? Dios, Tohr, me siento de la misma manera. No sé como alguna vez vivimos sin él. Él es una bendición.
John se apoyó contra la pared del pasillo y cerró los ojos. Gracioso, él se sentía de la misma manera sobre ellos.
CAPÍTULO 4
Horas más tarde, o al menos parecían horas, cuando Bella se dio cuenta del sonido de la plancha de red deslizándose atrás. El olor dulce de los lesser había ido a la deriva abajo a ella, dominando el acre, húmedo olor de tierra.
– ¡Hola!, esposa. -Los arneses alrededor de su torso la apretaron cuando él la sacó.
Una mirada a sus pálidos ojos marrones y ella supo que ahora no era el momento de empujar cualquier límite. Él estaba nervioso, su sonrisa le mostraba demasiado excitado. Y desequilibrarle no era bueno con él.
Justo cuando sus pies golpearon el suelo, él tiró de las guarniciones y entonces ella cayó contra él.
– Dije ¡hola!, esposa.
– ¡Hola!, David.
Él cerró los ojos. Le gustaba cuando ella decía su nombre.
– Tengo algo para ti.
Dejó las correas sobre ella y la condujo a la mesa de acero inoxidable en el centro del cuarto. Cuando la esposó a la cosa, ella sabía que debía estar oscuro fuera todavía. Él se relajaba sobre refrenarla durante el día, cuando ella no podía correr.
El lesser salió por la puerta y la dejó abierta de par en par. Ruidos de arrastre y gruñidos le siguieron y entonces volvió arrastrando a un vampiro civil grogui. La cabeza del macho colgaba de sus hombros como si estuviera sobre un gozne flojo, y lo arrastraba por los dedos de los pies. Estaba vestido en lo que había sido unos agradables pantalones negros y un suéter de cashmere, pero ahora las ropas estaban rasgadas y mojadas de sangre.
Con un gemido ahogado en su garganta, Bella retrocedió hasta donde se lo permitió sus ataduras. No podía mirar la tortura, no podía.
El lesser forzó al macho a colocarse sobre la mesa y lo extendió sobre ella. Las cadenas fueron aseguradas con eficiencia alrededor de sus muñecas y tobillos, y los eslabones fueron asegurados con clips metálicos. En cuanto los ojos brumosos del civil se clavaron en la estantería con las herramientas, le invadió el pánico. Tiró de las bandas de acero, haciéndolas repiquetear contra la mesa de metal.
Bella se encontró con los ojos azules del vampiro. Estaba aterrorizado, y quería tranquilizarle, pero sabía que no era inteligente. El lesser miraba su reacción, esperando.
Y luego sacó un cuchillo.
El vampiro sobre la mesa gritaba mientras el asesino se inclinaba sobre él. Pero todo lo que David hizo fue dar un tirón al suéter del macho y cortarlo, exponiendo su pecho y garganta.
Aunque Bella trataba de luchar contra ello, la sed de sangre le revolvía el estómago. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había alimentado, quizás meses, y toda la tensión bajo la que había estado significaba que su cuerpo necesitaba lo que solo beber del sexo opuesto podía darle.
El lesser la cogió del brazo y tiró de ella, las esposas se deslizaron por el carril de la mesa con ella.
– Me figuré que debías de estar sedienta por ahora. -El asesino extendió la mano y frotó su boca con su pulgar-. Así que conseguí esto para ti, para que te alimentes
Sus ojos se abrieron.
– Así es. Él es solamente para ti. Un regalo. Es fresco, joven. Mejor que los dos que tengo en los agujeros ahora. Y podemos mantenerlo mientras te sirva. -El lesser apartó su labio superior de sus dientes-. Maldición… mira esos colmillos alargándose. Hambrientos, ¿verdad, esposa?
Su mano la sujetó fuertemente por la nuca y la besó, lamiéndola con la lengua. De algún modo ella contuvo su reflejo de morderlo hasta que él levantó su cabeza.
– Siempre me he preguntado a qué se parece -dijo él, los ojos vagando por su cara-. ¿Me va a excitar? No estoy seguro de si quiero o no. Creo que me gustas pura. Pero tienes que hacer esto, ¿correcto? O morirás.
Empujó su cabeza abajo hacia la garganta del macho. Cuando ella se resistió, el lesser se rió suavemente y habló en su oído.
– Esta es mi muchacha. Si hubieras ido de buen grado, pienso que le habría golpeado por celos. -Él le acarició el pelo con su mano libre-. Ahora bebe.
Bella miró a los ojos del vampiro. Oh, Dios…
El macho había dejado de luchar y la miraba, sus ojos a punto de salírsele de sus órbitas. Aunque estaba hambrienta, no podía soportar la idea de tomarla de él.
El lesser agarró su cuello con fuerza, y su voz se hizo repugnante.
– Mejor bebes de él. Me metí en muchos problemas de mierda para conseguir esto para ti.
Ella abrió la boca, su lengua parecía papel de lija de la sed.
– No…
El lesser puso un cuchillo a la altura de sus ojos.
– De una manera u otra él va a sangrar en el siguiente minuto y medio. Si voy a trabajar sobre él, no va a durar mucho tiempo. ¿Así que tal vez quieras intentarlo, esposa?
Los ojos se le llenaron de lágrimas ante la violación que cometería.
– Lo siento tanto -susurró ella al macho encadenado.