Una mujer dif?cil
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Nacida para sustituir, en cierto modo, a dos hermanos muertos en un accidente, Ruth Cole vive una infancia muy especial. En el verano de 1958, cuando ella tiene cuatro a?os, Marion, su madre, tras una t?rrida aventura con un jovencito de diecis?is, abandona el hogar. Ruth se queda con su padre, con el que mantiene una relaci?n de amor-odio marcada por la rivalidad. Pero, andando el tiempo, a sus treinta y seis a?os, Ruth se ha convertido en una mujer atractiva y en una escritora de ?xito, y, pese a su personalidad compleja y dif?cil, cuatro a?os despu?s no s?lo se ha casado, sino que tiene un hijo, enviuda y, por si fuera poco, se enamora por primera vez. Lo que no pod?a prever era la reaparici?n de la inquietante Marion…
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El padre del joven, un hombre de semblante severo, no chistó, pero miraba a Ruth con una fijeza tan implacable como la creciente histeria de su esposa
Fue Hannah quien ayudó a Ruth a encontrar sus prendas de vestir, y también tuvo la presencia de ánimo necesaria para abrir la puerta del baño y gritarle a Per que saliera de la ducha
– ¡Dile a tu madre que deje de gritar a mi amiga! -le dijo a voz en cuello, y entonces gritó también a la madre de Per ¡Grítale a tu hijo, no a ella, pendejo de mierda!
Pero la madre de Per no podía dejar de gritarle a Ruth, y Per era demasiado cobarde, o estaba demasiado fácilmente convencido de que Ruth y él habían hecho algo reprobable, para oponerse a su madre
En cuanto a Ruth, era tan incapaz de efectuar un movimiento decisivo como de decir algo coherente. Permaneció muda mientras dejaba que Hannah la vistiera, como si fuese una niña
– Pobrecilla -le dijo Hannah-. Qué desgracia de polvo para ser el primero. Normalmente acaba mejor
– El sexo ha estado bien -musitó Ruth
– ¿Solamente "bien"? -replicó Hannah-. ¿Has oído eso, picha floja? -le gritó a Per-. Dice que sólo has estado "bien". Entonces Hannah observó que el padre de Per seguía mirando fijamente a su amiga, y le gritó:
– ¡Eh, tú, capullo! ¿Te gusta mirar como un bobo o qué?
– ¿Quieren que les pida un taxi para usted y su compañera? -le preguntó el padre de Per en un inglés mejor que el de su hijo
– Si me comprendes -replicó Hannah-, dile a la zorra insultante de tu mujer que deje de gritar a mi amiga, ¡que abronque al pajillero de tu hijo!
– Mire, señorita -le dijo el padre de Per-, desde hace años mis palabras no surten ningún efecto discernible en mi esposa
Ruth recordaría siempre la majestuosa tristeza del caballero sueco mejor de lo que recordaría al cobarde Per. Y mientras la contemplaba desnuda, no fue lujuria lo que Ruth vio en sus ojos, sino la paralizante envidia que le tenía a su afortunado hijo
En el taxi, de regreso a Estocolmo, Hannah le preguntó a Ruth:
– ¿No era sueco el padre de Hamlet? Y también la zorra de su madre… y el tío malvado, supongo, por no mencionar a la chica idiota que se ahoga. ¿No eran todos ellos suecos?
– No, eran daneses -replicó Ruth
Experimentaba una sombría satisfacción porque seguía sangrando, aunque sólo fuese un poco
– Suecos, daneses…, ¿qué más da? -dijo Hannah-. Todos son unos gilipollas
Siguieron hablando en esta vena, y al cabo de un rato Hannah dijo a su amiga:
– Siento que tu revolcón sólo haya estado "bien"… El mío ha sido estupendo. Tenía la minga más grande que he visto hasta ahora -añadió
– ¿Por qué cuanto más grande mejor? -le preguntó Ruth-. No he mirado la de Per -admitió-. ¿Tenía que haberlo hecho?
– Pobre criatura, pero no te preocupes. La próxima vez no te olvides de mirarla. En fin, lo importante es lo que te hace sentir
– Supongo que me ha hecho sentir bien -dijo Ruth-. Sólo que no es lo que había esperado
– ¿Esperabas que fuese mejor o peor?
– Creo que esperaba las dos cosas
– Eso ya te ocurrirá -replicó Hannah-. No te quepa la menor duda. Será peor y mejor
Al menos en ese aspecto, Hannah había tenido razón. Por fin Ruth logró dormirse de nuevo
