El Pez En El Agua
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El pez en el agua contiene, en cap?tulos alternos, las memorias de dos etapas decisivas de la vida de Mario Vargas Llosa: la comprendida entre fines de 1946, ?poca de su infancia en que se le comunic? que su padre no hab?a muerto, sino que estaba separado de su madre, y le fue presentado, y 1958, a?o en que el joven escritor abandon? el Per? para instalarse en Europa, por su parte, y por otra la campa?a presidencial peruana que, tras la derrota electoral en la segunda vuelta ante Fujimori, concluye el 13 de junio de 1990 con otro viaje a Europa, que debe dar inicio, como anta?o, a otra etapa de la vida del autor en la que la literatura pase nuevamente `a ocupar el lugar central`.
La extrema convicci?n y generosidad del comportamiento personal aqu? descrito y su firme y vehemente convicci?n y energ?a expresiva convierte a El pez en el agua no s?lo en un testimonio apasionante e ineludible sino tambi?n en uno de los principales libros de toda la obra de Mario Vargas Llosa.
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Adelantándome algo, quiero hacer notar que la victoria de Ricardo Belmont a la alcaldía de Lima refuta a quienes, luego del 10 de junio, interpretaron mi derrota en términos exclusivamente raciales. Si fuera verdad, como se ha dicho por múltiples comentaristas -incluido Mark Malloch Brown-, [37] que fue el odio al «blanquito» y una suerte de solidaridad racial lo que llevó a grandes sectores populares a votar por el «chinito», pues percibían -tal como el ingeniero Fujimori se empeñó en insinuarlo en su campaña, durante la segunda vuelta- que el «amarillo» estaba más cerca del indio, del cholo y del negro que del «blanco» (asociado tradicionalmente al privilegiado y explotador), cómo explicar la contundente victoria de ese «gringo» de cabellos pelirrojos y ojos glaucos, el Colorao Belmont, por quien, además, como él mismo predijo, votaron masivamente los sectores C y D, donde se encuentran la inmensa mayoría de los cholos, indios y negros de Lima.
No niego que el factor racial -los oscuros resentimientos y complejos profundos asociados a este tema existen en el Perú, desde luego, y de él son víctimas y responsables todos los grupos étnicos del mosaico nacional- interviniera en la campaña. Efectivamente ocurrió, pese a mis esfuerzos para evitarlo o, cuando ya estuvo allí, desterrarlo. Pero no fue el color de la piel -mío o de Fujimori- el factor decisivo en la elección, sino una suma de razones dentro de las cuales el prejuicio racial era sólo un componente.