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Posdata: Te Amo

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Posdata: Te Amo
Название: Posdata: Te Amo
Автор: Ahern Cecelia
Дата добавления: 16 январь 2020
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Posdata: Te Amo - читать бесплатно онлайн , автор Ahern Cecelia

Hay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Holly y Gerry. Novios desde el instituto, se sent?an como si siempre hubiesen estado juntos. Pod?an acabar las frases del otro, e incluso cuando discut?an?como sobre qui?n deb?a salir de la cama para apagar la luz cada noche? lo hac?an riendo. Holly no sab?a qu? ser?a de ella sin Gerry. Nadie lo sab?a. Y as? fue como comenz? ` La Lista `? como una broma. En previsi?n de que pudiera sucederle algo malo, Gerry dejar?a a Holly una lista de cosas que hacer para salir adelante d?a tras d?a.

De pronto, la joven pareja se enfrenta a lo inimaginable: Gerry contrae una enfermedad fatal y fallece. Tres meses despu?s de su muerte, Holly sale de su casa para recoger un misterioso paquete que ha recibido su madre para ella. Cuando lo abre se encuentra con que Gerry ha cumplido su palabra. Le ha dejado ` La Lista `, una serie de cartas con instrucciones para cada mes. Todas van firmadas con `PD: Te amo`.

Rodeada de amigas de lengua afilada y con una familia que la ama y la sobreprotege hasta volverla loca, Holly Kennedy es una hero?na de nuestro tiempo: titubea, trastabilla, llora y bromea mientras se abre camino hacia la independencia, hacia una nueva vida de aventura, satisfacci?n profesional, amor y amistad.

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– Muy bien, creo que es un buen comentario con el que dar por concluida la entrevista-dijo el señor Feeney, sonriéndole. Se puso de pie y le tendió la mano-. Le agradezco mucho que haya venido. No tardará en tener noticias nuestras.

Holly le estrechó la mano y le dio las gracias en voz baja, recogió el bolso del suelo y notó que el señor Feeney la miraba mientras se dirigía a la puerta. justo antes de cruzar el umbral se volvió hacia él y dijo:

– Señor Feeney, me aseguraré de que su secretaria le traiga una buena taza de té recién hecho. Le hará mucho bien.

Sonrió y cerró la puerta, amortiguando las carcajadas del señor Feeney. La secretaria simpática enarcó las cejas cuando Holly pasó por delante de ella y los demás aspirantes se preguntaron qué habría dicho aquella señora para que el entrevistador se riera de aquel modo. Holly sonrió al oír que el señor Feeney seguía riendo y salió al aire fresco de la calle.

Holly decidió pasar a ver a Ciara en el trabajo, donde podría almorzar algo. Dobló la esquina, entró en el pub Hogan's y buscó una mesa libre. El pub estaba atestado de gente elegantemente vestida que había acudido a almorzar desde el trabajo e incluso había quien se tomaba unas cervezas a hurtadillas antes de regresar a la oficina. Holly encontró una mesa pequeña en un rincón y se sentó.

– ¡Perdone! -llamó levantando la voz y chasqueando los dedos en alto-. ¿Es posible que alguien me atienda, por favor?

Los ocupantes de las mesas vecinas la miraron con desdén por ser tan grosera con el servicio, pero Holly siguió chasqueando los dedos.

– ¡Eh, aquí! -gritó.

Ciara se volvió con cara de pocos amigos y sonrió al ver a su hermana. Jesús, he estado a punto de darte un bofetón. -Se acercó a la mesa, sonriendo.

– Espero que no les digas esas cosas a todos tus clientes -bromeó Holly.

– A todos no -contestó Ciara muy seria-. ¿Vas a almorzar aquí hoy? Holly asintió con la cabeza.

– Mamá me contó que trabajabas a la hora del almuerzo. Pensaba que estarías en el club de arriba.

Ciara puso los ojos en blanco.

– Ese hombre me hace trabajar de sol a sol, me trata como a una esclava -protestó Ciara.

– ¿He oído mencionar mi nombre? -Daniel apareció riendo detrás de ella.

El rostro de Ciara palideció al darse cuenta de que la había oído.

– No, qué va… Estaba hablando de Mathew -balbuceó-. Me tiene despierta toda la noche, soy como su esclava sexual… -Se interrumpió y se dirigió a la barra en busca de un bloc y un bolígrafo.

– Siento haber preguntado -dijo Daniel, mirando a Ciara un tanto apabullado-. ¿Te importa que me siente? -preguntó a Holly.

– Sí -bromeó Holly, y le ofreció un taburete-. Veamos, ¿qué se puede comer aquí? -preguntó echando un vistazo a la carta mientras Ciara regresaba con el bolígrafo. Ésta movió los labios articulando la palabra «nada» detrás de Daniel, y Holly soltó una risita.

– Tostado especial es mi sándwich favorito -sugirió Daniel, y Ciara negó enérgicamente con la cabeza. Saltaba a la vista que a Ciara no le gustaba mucho el tostado especial-. ¿Qué pretendes, Ciara? -le preguntó Daniel, sorprendiéndola de nuevo infraganti.

– Oh, es que… Holly es alérgica a la cebolla -farfulló Ciara. Aquello fue una novedad para la propia Holly.

– Sí… hace que la cabeza… se me hinche-improvisó Holly, e hinchó los carrillos-. Las cebollas son algo terrible. Fatal, de hecho. Cualquier día me matarán.

Ciara puso los ojos en blanco y fulminó a su hermana con la mirada porque, para variar, sacaba las cosas de quicio.

– Muy bien, pues entonces tómalo sin cebolla -sugirió Daniel, y Holly aceptó.

Ciara se metió los dedos en la boca y fingió que vomitaba mientras se alejaba.

– Vas muy elegante -comentó Daniel, fijándose en su atuendo.

– Sí, bueno, ésa es la impresión que quería dar. Acabo de tener una entrevista de trabajo -dijo Holly, y torció el gesto al recordarlo.

– Ah, claro. -Daniel sonrió e hizo una mueca-. ¿Acaso no ha ido bien? Holly negó con la cabeza.

– Bueno, digamos que tengo que comprarme un traje más elegante. No cuento con que me llamen pronto.

– No te preocupes, mujer-dijo Daniel, sonriendo-. Tendrás un montón de oportunidades. Aún tengo libre el puesto de arriba si te interesa. -Creía que le habías dado ese trabajo a Ciara. ¿Por qué está trabajando aquí abajo ahora? -preguntó Holly.

Daniel hizo una mueca.

– Holly, ya conoces a ta hermana. Tuvimos un problemilla.

– ¡Dios mío! -dijo Holly-. ¿Qué ha hecho esta vez?

– Un tipo le dijo algo en la barra que no le gustó, así que le sirvió la jarra de cerveza y acto seguido se la vació en la cabeza.

– ¡Oh, no! -exclamó Holly con un grito ahogado-. ¡Me sorprende que no la despidieras!

– No podía hacerle algo así a un miembro de la familia Kennedy, ¿no crees? -Sonrió-. Además, ¿cómo iba yo a ser capaz de mirarte otra vez a la cara?

– Exacto -dijo Holly, sonriendo-. Puede que seas mi amigo pero «tienes que respetar a la familia».

Ciara puso ceño a su hermana al llegar con el plato de comida.

– Es la peor imitación del Padrino que he oído en mi vida. Bon appétit -agregó con sarcasmo, dejando el plato en la mesa bruscamente antes de girar en redondo.

– ¡Oye! -la llamó Daniel, y apartó el plato de Holly para examinar el sándwich.

– ¿Qué pasa? -inquirió Holly.

– Lleva cebolla--contestó Daniel, enojado-. Seguro que Ciara ha vuelto a equivocarse de pedido.

– No, no, está bien. -Holly salió en defensa de su hermana y le cogió el plato de las manos-. Sólo soy alérgica a la cebolla roja -improvisó. Daniel torció el gesto.

– Qué raro. No sabía que fuesen tan distintas.

– Oh, ya lo creo. -Holly asintió con la cabeza y fingió ser una experta-. Aunque sean de la misma familia, la cebolla roja contiene… unas toxinas específicas…

– ¿Toxinas? -repitió Daniel incrédulo.

– Bueno, al menos para mí son tóxicas, ¿no? -farfulló Holly, e hincó el diente en el sándwich para callarse. Le costó trabajo comerse el sándwich bajo la mirada hostil de Daniel sin sentirse como una cerda, de modo que Finalmente desistió y dejó el resto en el plato.

– ¿No te gusta? -preguntó Daniel, preocupado.

– No, no es eso. Me encanta, pero es que he desayunado mucho -mintió Holly dándose unas palmaditas en el estómago vacío.

– Dime, ¿ha habido suerte en la caza del duende? -bromeó Daniel.

– ¡Bueno, lo cieno es que lo descubrí! -Holly rió secándose las manos grasientas con la servilleta.

– ¿De veras? ¿Quién era?

– ¿Puedes creer que era mi hermano Richard? -Holly volvió a reír. -¡Anda ya! ¿Y por qué no te lo dijo? ¿Quería darte una sorpresa o algo por el estilo?

– Algo por el estilo, supongo.

– Richard es un buen tipo -aseguró Daniel con aire meditabundo.

– ¿Tú crees? -preguntó Holly, sorprendida.

– Sí, es un hombre inofensivo. Buena gente.

Holly asintió con la cabeza mientras intentaba digerir aquella información. Daniel interrumpió sus pensamientos.

– ¿Has hablado con Denise o Sharon últimamente?

– Sólo con Denise -contestó Holly, apartando la vista-. ¿Y tú?

– Tom me tiene hasta la coronilla con tanta cháchara sobre la boda. Quiere que sea su padrino. La verdad es que no esperaba que lo planearan todo para tan pronto.

– Yo tampoco -convino Holly-. ¿Cómo te sientes acerca de eso ahora?

– ¡Bah! -Daniel suspiró-. Me alegro por él… de una manera un tanto egoísta y amarga.

– Sé lo que sientes -dijo Holly, asintiendo con la cabeza-. ¿No has hablado con tu ex últimamente?

– ¿Con quién, con Laura? -dijo Daniel, que no esperaba aquella pregunta-. No quiero volver a ver a esa mujer.

– ¿Es amiga de Tom?

– No tanto como antes, gracias a Dios.

– ¿Entonces no estará invitada a la boda?

– ¿Sabes que ni siquiera se me había ocurrido? -aseguró abriendo los ojos desorbitadamente-. Dios, espero que no. Tom sabe lo que le espera si se atreve a invitarla.

Guardaron silencio mientras Daniel contemplaba aquella posibilidad. -Si te apetece salir, creo que voy a verme con Tom y Denise mañana para comentar los planes de boda -dijo Daniel.

Holly puso los ojos en blanco.

– Muchas gracias, hombre, eso suena de lo más divertido. Daniel se echó a reír. Luego dijo:

– Lo sé, por eso no quiero ir solo. De todas formas llámame si te animas. Holly asintió.

– Bien, aquí tienes la cuenta-dijo Ciara. Dejó un trozo de papel en la mesa y volvió a marcharse como si tal cosa. Daniel la siguió con la mirada y negó con la cabeza.

– No te preocupes, Daniel. No tendrás que aguantarla por mucho más tiempo -aseguró Holly.

– ¿Por qué no? -preguntó sorprendido.

Holly comprendió que Ciara no le había dicho que se mudaba.

– Por nada -murmuró, revolviendo el bolso en busca del monedero.

– No, en serio, ¿qué quieres decir? -insistió Daniel.

– Quiero decir que su turno debe de estar a punto de terminar -dijo Holly, sacando el monedero del bolso y mirando la hora.

– Oye… no te preocupes por la cuenta, ¿vale?

– No, no pienso permitirlo -dijo Holly, rebuscando entre los recibos y demás papeles del bolso-. Lo cual me recuerda que te debo veinte. -Dejó el dinero encima de la mesa.

– Olvídalo. -Daniel hizo un ademán como para restarle importancia. -¿Vas a permitir que pague algo? -bromeó Holly-. Pienso dejarlo en la mesa de todos modos, así que tendrás que cogerlo.

Ciara regresó a la mesa y tendió la mano para cobrar. -Cárgalo a mi cuenta, Ciara -ordenó Daniel.

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