Veneno Y Sombra Y Adios
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Con Veneno y sombra y adi?s se cierra el periplo londinense de Jacobo -o Jacques o Jack o Jaime o Iago o Yago- Deza, el profesor que se inventaba etimolog?as en la oxoniense. El primer tomo comienza con el sonido de unos pasos a la espalda de Jacobo Deza y concluye con el autor de esos pasos llamando al timbre del protagonista. En el segundo sabemos que es P?rez Nuix quien llama, y sube al piso, y entretanto nos hemos enterado de c?mo se las gasta Tupra, el jefe de la oficina innominada donde Deza ejerce de agente secreto. Ahora P?rez Nuix explica qu? favor requiere, el inoculador de venenos Tupra esparce sus toxinas y Deza regresa a Madrid para comenzar una trama nueva que deber? cerrar por el bien de su familia, pero que le llevar? a igualarse a ese Tupra o Reresby de quien poco se distingue, en el fondo. Con sus nuevos y cruciales episodios en Londres, Madrid y Oxford, con su desenlace sobrecogedor, se cierra aqu? una historia que es mucho m?s que una historia el tercer y ?ltimo volumen de "Tu rostro ma?ana". El narrador y protagonista, Jacques o Jaime o Jacobo Deza, acaba por conocer aqu? los inesperados rostros de quienes lo rodean y tambi?n el suyo propio, y descubre que, bajo el mundo m?s o menos apaciguado en que vivimos los occidentales, siempre late una necesidad de traici?n y violencia que se nos inocula como un veneno.
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Ahora yo me sentía como él, es decir, de los que no avisaban o no siempre, de los que tomaban resoluciones en la distancia y sin que sus motivos fueran apenas identificables, o sin que los actos establecieran con ellos un vínculo de causa a efecto, y todavía menos las pruebas de la comisión de tales actos. Tampoco yo las necesitaba, en aquella arbitraria o fundamentada vez —quién sabía, y qué importaba— en la que no pensaba mandar la menor advertencia o aviso antes de soltar el sablazo, ni siquiera necesitaba las acciones cumplidas o demostradas, los acontecimientos, los hechos ni la certidumbre para ponerme en marcha y arrancar de la vida de Luisa al hombre con el que se estuviera enturbiando y que la amenazaba, y a mis hijos también por tanto. Primero tenía que averiguar, después iría a encontrarlo. Ella no iba a decirme acerca de él ni una palabra, y menos tras haber yo sospechado inmediatamente de aquel sujeto aún sin nombre ni rostro, como responsable de su cara herida con los mil colores. Así que el siguiente paso, tras las conjeturas de mi padre y su creencia de que mi mujer le daría larga cuerda a quien la ilusionara ahora, o a quien ella enfocara ( cSí, es mi mujer todavía, sensu stricto, pensé. 'No nos hemos divorciado ni al parecer hay prisa, ninguno de los dos lo ha planteado', y eso me reafirmó en mi determinación, o en mi reflexión primera que no admitía segunda), era ir a ver a su hermana o hablar con ella por teléfono; y aunque nunca habíamos congeniado en exceso ni nos habíamos creado un trato propio; aunque llevaba una vida poco familiar e independiente y a los niños y a mí nos veía sólo de tarde en tarde, como una mera adherencia de Luisa, con ella sí solía quedar una o dos veces al mes, Luisa iba a visitarla a su casa sin hijos ycon el marido por lo general ausente, o bien almorzaban juntas en un restaurante y se contaban de sus respectivas vidas, no sabía hasta qué punto pero suponía que casi todo. Si alguien podía estar enterado, si alguien podía conocer a aquel hombre de la mano larga, conocer su rostro y su nombre, esa era ella, su híspida hermana menor Cristina. Y por mucho que se debiera a Luisa y a mí me hubiera considerado un prescindible apéndice, si algo la preocupaba —y aquel individuo era muy preocupante si mis deducciones eran acertadas, y también si no lo eran—, estaba seguro de que me lo diría y de que no recibiría mal una voz afín sobre el asunto.
La llamé al caer la noche, se sorprendió, ni siquiera sabía que estaba en Madrid, tampoco tenía por qué a menos que hubiera hablado con su hermana en el día y ésta se lo hubiera comentado, me preguntó cómo me iba en Londres, me chocó que tuviera presente mi paradero, 'Bien', le contesté sin entrar en detalles, era sólo una pregunta refleja, y en seguida le pedí verla un rato lo antes posible, 'Imposible', dijo, 'mañana salgo de viaje y estoy muy liada con preparativos', 'Cuánto te vas', 'Una semana', 'A la vuelta será un poco tarde, tendría que ser antes, yo sólo estaré aquí quince días, bueno, ya menos, ¿a qué hora sales?', le insistí, 'A la hora de comer, pero antes estoy pillada, ¿no me lo puedes contar por teléfono? ¿Es sobre Luisa?', 'Sí, es sobre Luisa'. Entonces se quedó callada unos segundos y me pareció que tomaba asiento. 'A ver qué me vas a decir, Dime, venga', '¿Ahora?', 'Sí, ahora. Si es lo que me imagino no nos llevará mucho tiempo ni vamos a discutir, me parece, no vamos a estar en desacuerdo. Se trata de Custardoy, ¿verdad?'.
'¿Quién?'
'Custardoy, el tipo con el que está saliendo. ¿O es que no lo sabes? Ay Jaime, no me digas que no lo sabías.' Esto último no sonó como si temiera haber metido la pata conmigo, sino como si no diera crédito a mi posible ignorancia. Quizá me había considerado siempre un distraído, o aún peor, un pasmado.
'Acabo de llegar, no sabía el nombre.' Ahora ya lo sabía y sabía de su existencia en la actual vida de Luisa, luego eso ya no eran conjeturas. Sólo me faltaba conocer el rostro y averiguar dónde encontrarlo. Custardoy. Era un apellido infrecuente, extraño, en la ciudad no habría muchos. 'Llevo fuera un montón de tiempo, y en conversaciones telefónicas cuesta enterarse. ¿Quién es? ¿A qué se dedica?'
'Es pintor, o copista, o las dos cosas. Las malas lenguas dicen que también es falsificador de cuadros, en todo caso está metido en el mundo del arte. En realidad me alegra que me hayas llamado, estoy bastante preocupada con eso. Aunque no sé yo si se puede hacer nada, en este tipo de empeños casi nunca se puede hacer nada.'
'¿Preocupada? ¿Por qué? ¿Empeños?'
'Dime tú primero lo que querías decirme. ¿Qué te ha contado Luisa?'
Dudé si fingir que sabía algo más de lo que sabía, pero no me pareció prudente, Cristina era híspida y, si se daba cuenta, podía optar por no soltar ya más palabra. Eso era lo último que deseaba ahora, dependía de ella enteramente, sin querer ya me había dado mucho, sin necesidad de yo sonsacarle.
'La verdad es que muy poco, nada', admití por fin. 'Según Luisa, cuanto ella haga ya no es asunto mío, y tiene razón en principio. Lo que pasa es que la vi anoche un momento, fui a visitar a los niños, ella me evitó y se largó antes de que yo llegara, pero la esperé hasta su vuelta, tardó varias horas, no sé dónde fue, me dejó con la canguro, y creo que me evitó porque me la encontré con la cara hecha un cromo y no querría que se la viera. Dice que se golpeó con la puerta del garaje, pero tiene un ojo morado y para mí que alguien le ha soltado un puñetazo, y eso ya no me preocupa, me alarma, y además sí es asunto mío, cómo no va a serlo. Como si te lo hubieran pegado a ti, o a cualquier amiga. ¿Tú sabes algo de eso?'
'Como si me lo hubieran pegado a mí no, Jaime, que yo bien te traigo sin cuidado.' Mi cuñada tuvo la suficiente aspereza para contestarme eso primero. Luego cambió de tono y dijo como para sí: 'Otra vez entonces, no me digas. Esto no puede ser'.
'¿Otra vez? ¿Ya ha pasado antes?'
Cristina no me respondió en seguida. Hizo una pausa como si se mordiera el labio y calibrara algo. Pero su vacilación fue de un instante.
'Según ella, no, nunca ha pasado nada, ni lo que tú te sospechas ni lo que yo me he sospechado. Mira, te cuento esto porque estoy preocupada, y más aún con lo que me dices, no sabía nada, hace un par de semanas que no la veo y no me ha insistido para que nos encontráramos antes de este viaje mío, confiará en que a mi regreso no le quede ya marca y así no pueda preguntarle. Pero no creo que le haga gracia que hable contigo de esto. Si no me lo ha prohibido expresamente será sólo porque ni se le ha pasado por la cabeza que tú y yo fuéramos a tener contacto. A mí tampoco, la verdad. ¿Sabía ella que venías?'
'No, la avisé una vez en Madrid, ayer mismo. Quería que fuera una sorpresa para los niños.'
'No le ha dado tiempo a prepararse', reflexionó, 'ni a pensar en las filtraciones posibles. Seguramente no querrá que sepas ni que sale con ese hombre.'
'¿Qué es lo que tú te has sospechado?'
'Bueno, según ella, hace un par de meses o así resbaló en la calle y al caer se dio en la cara contra uno de esos pivotes metálicos del Ayuntamiento, lo cual no es extraño en principio dado que la ciudad está llena, creo que los llaman bolardos, hay que andar sorteándolos para no romperse las rodillas. ¿No te lo contó?'
'No, en absoluto. Y hablamos por lo menos una vez a la semana.'
'Pues mira, era como para contarlo. Se había hecho un buen corte. Superficial, pero le iba desde el lateral de la nariz hasta la mitad de la mejilla, una cosa bien visible.' 'Uno sfregio' pensé, me vino en seguida la aprendida palabra, 'un chirlo'. 'Y tenía una raspadura en la barbilla. Por cómo me lo contó no me lo acabé de creer, y aquello tenía más pinta de arañazo, o de zurriagazo, o de guantazo, los conozco porque a una antigua medio amiga mía le cayeron unos cuantos hace años; luego el marido acabó cargándosela, cuando yo ya no la trataba, por suerte, algo fue algo.' Toqué madera instintivamente. 'Así que le pregunté a las claras si Custardoy le había puesto la mano encima, si le había podido soltar un manotazo. Me lo negó y me dijo que estaba loca, que cómo se me ocurría. Pero se ruborizó al decírmelo, y yo sé cuándo mi hermana miente, porque llevo desde pequeña viéndole la cara cuando lo hace. Además he tenido mis noticias luego.'