Malevil
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Pascua de 1977. En las bodegas del antiguo castillo de Malevil, Emanuel embotella su vino mientras sus amigos de infancia discuten con pasi?n sobre las elecciones municipales. ?se es tambi?n el d?a de una guerra at?mica que se abate sobre el mundo por sorpresa y lo destruye. En un instante, alrededor de Malevil, cuya roca milenaria resiste a la hoguera, todo ha quedado aniquilado.
Desde los momentos iniciales, en el planeta carbonizado, los compa?eros de Emanuel se encuentran con sus primeros enemigos: otros hombres, salvados tambi?n por milagro como ellos, pero que codician la fortaleza y sus reservas de vida.
?Escenario retrospectivo de lo que pudieron haber sido los primeros pasos del hombre sobre el planeta? ?Estudio futurol?gico de un n?cleo humano?
M?s singular a?n -m?s cruel tambi?n- es la historia de unos pocos hombres encarnizados en mantener sobre la tierra los ?ltimos vestigios de la especie humana, narraci?n que corta el aliento, en donde abundan la pasi?n, los anhelos, las peripecias de la vida en un medio incre?blemente primitivo, actual, y por eso mismo, infinito.
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– Lo que me asquea -dice Meyssonnier- es pensar que ha tratado de aprovecharse del impedimento de la chica. Se dijo: es muda, no lo va a contar.
– ¡Como para asistir mañana a su misa -agregó levantando la voz- nada más que para verlo soltar todas esas idioteces sobre el pecado sabiendo lo que yo sé! Vamos, me voy a acostar -agrega al darse cuenta de mi impaciencia.
Se va, cabizbajo. Mientras tanto, mi cara es de piedra para que Thomas se calle. No hago un drama del asunto. Primero, Fulbert no es sacerdote. Y por otra parte, que un sacerdote haga el amor, después de todo ¿por qué no? Y que lo haga ocultándose, pobre diablo, es su estigma.
No le culpo a Fulbert el habernos soplado a Miette a lo largo de una noche. Mañana utilizaré sin vergüenza este incidente contra él, pero por otras razones. Porque es, estoy seguro, un hombre sin bondad y sin justicia, que no quiere bien a Malevil, y contra quien reharé la unidad de Malevil. Esa unidad en la que la cuestión religiosa casi consiguió, esta noche, abrir una brecha.
El candelero apagado, me acuesto, pero como me lo esperaba, sin lograr dormirme. Thomas tampoco lo logra. Lo oigo dar vueltas y vueltas en su canapé. Hace una tentativa de hablarme, pero lo rechazo con violencia. A falta de sueño, quiero tener silencio al menos.
