Brooklyn Follies
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Nathan Glass ha sobrevivido a un c?ncer de pulm?n y a un divorcio despu?s de treinta y tres a?os de matrimonio, y ha vuelto a Brooklyn, el lugar donde naci? y pas? su infancia. Quiere vivir all? lo que le queda de su `rid?cula vida`. Hasta que enferm? era un pr?spero vendedor de seguros, ahora que ya no tiene que ganarse la vida, piensa escribir El libro de las locuras de los hombres. Contar? todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que le ocurre y lo que se le ocurre, y hasta algunas de las historias caprichosas, disparatadas, verdaderas locuras de personas que recuerda. Comienza a frecuentar el bar del barrio, el muy austeriano Cosmic Diner, y est? casi enamorado de la camarera, la casada e inalcanzable Marina. Y va tambi?n a la librer?a de segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto y contradictorio, que no es ni remotamente quien dice ser.
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– Te equivocas, Gordon. Deja que cite algunos nombres, y ya veremos si sé o no sé.
– ¿Nombres?
– Dunkel Freres. Alec Smith. Nathaniel Hawthorne. Ian Metropolis. Myron Trumbell. ¿Qué te parece? ¿Quieres que siga?
– De acuerdo, así que sabes quién soy. Pues mira qué bien.
– Sí, qué bien. Porque, gracias a lo que sé, estoy en condiciones de conseguir lo que quiero.
– Ah. De modo que es eso. Dinero. Quieres sacar tajada.
– Te equivocas otra vez, Gordon. No quiero dinero. Sólo hay una cosa que puedes hacer por mí. Algo muy fácil. No te quitará ni un minuto de tiempo.
– ¿Qué cosa?
– Llama a la empresa de transportes que has contratado para mañana y cancela el servicio. Diles que has cambiado de idea y que ya no necesitas la furgoneta.
– ¿Y por qué iba a hacer eso?
– Porque os ha salido el tiro por la culata, Gordon. Todo el asunto se fue a hacer gárgaras cinco minutos después de que salierais de la librería de Harry.
– ¿Qué quieres decir?
– Harry ha muerto.
– ¿Qué?
– Harry ha muerto. Salió corriendo detrás de vosotros por la Séptima Avenida cuando os marchabais en el taxi. Fue demasiado esfuerzo para él. Le falló el corazón y murió allí mismo, en plena calle.
– No te creo.
– Créetelo, tío. Harry ha muerto, y vosotros lo habéis matado. El muy estúpido, el pobre Harry. Lo único que hizo fue quererte, y tú se lo pagaste tendiéndole una horrorosa trampa para hacerle chantaje. Buen trabajo, muchacho. Ya puedes estar orgulloso.
– No es verdad. Harry está vivo.
– Llama al depósito de cadáveres del Hospital Metodista de Brooklyn. No tienes por qué aceptar mi palabra tal cual. Pregúntaselo a los tíos de la bata blanca.
– Lo haré. Eso es precisamente lo que voy a hacer.
– Bien. Entretanto, no te olvides de llamar a los de la mudanza. Los libros de Harry se quedan donde están. Si te presentas mañana en el Brightman's Attic, te rompo la crisma. Y luego te entrego a la policía. ¿Te enteras, Gordon? Si haces lo que te digo saldrás bien librado. Porque sé lo de la página falsificada del manuscrito, el cheque de diez mil dólares, todo. Sólo que no quiero ver mezclado el nombre de Harry en todo esto. El pobre hombre ha muerto, y no quiero hacer nada que perjudique su memoria. Pero a condición de que tú te portes como un buen chico. Haz lo que te digo, o de lo contrario cambio de idea y no paro hasta acabar contigo. ¿Me oyes? Haré que te echen el guante y te metan en la cárcel. Te voy a joder de tal manera que ya no te quedarán ni ganas de vivir.