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El Evangelio segun Jesucristo

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El Evangelio segun Jesucristo
Название: El Evangelio segun Jesucristo
Автор: Saramago Jose
Дата добавления: 16 январь 2020
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El Evangelio segun Jesucristo - читать бесплатно онлайн , автор Saramago Jose

El Evangelio seg?n Jesucristo responde al deseo de un hombre y de un escritor de excavar hasta las ra?ces de la propia civilizaci?n, en el misterio de su tradici?n, para extraer las preguntas esenciales. Es tr?gicamente problem?tico, y ser?a absurdo condenarlo con leyes que no sean sus propias leyes, literarias, po?ticas y filos?ficas. En palabras del propio autor, El Evangelio seg?n Jesucristo "es como una relectura de los evangelios, es como un viaje al origen de una religi?n". Narrada en tercera persona y centrada de modo particular en las etapas y zonas de la vida de Jesucristo acerca de las que procuran menos informaci?n los textos evang?licos, la presente novela ha sido acogida del modo m?s favorable por la cr?tica en virtud de su vigor y pujanza literaria.

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Está sentado en una piedra, al lado, sobre otra piedra, el candil encendido ilumina débilmente las paredes rugosas, la mancha más oscura de los carbones en el sitio de la hoguera, las manos caídas, flojas, el rostro serio, Nací aquí, pensaba, dormí en aquel comedero, en esta piedra en la que ahora estoy sentado se sentaron mi padre y mi madre, aquí estuvimos escondidos mientras los soldados de Herodes andaban matando niños, por más que haga no conseguiré oír el grito de vida que di al nacer, tampoco oigo los gritos de muerte de los niños y de los padres que los veían morir, nada viene a romper el silencio de esta cueva donde se juntaron un principio y un fin, pagan los padres por las culpas que tuvieron, los hijos por las que acabaron teniendo, así me lo explicaron en el Templo, pero si la vida es una sentencia y la muerte una justicia, entonces nunca hubo en el mundo gente más inocente que aquella de Belén, los niños que murieron sin culpa y los padres que esa culpa no tuvieron, ni gente más culpable habrá habido que mui padre, que calló cuando debería haber hablado, y ahora éste que soy, a quien le fue perdonada la vida para que conociese el crimen que le perdonó la vida, aunque no tenga otra culpa, ésta me matará. En la penumbra de la cueva Jesús se levantó, parecía como si quisiera huir pero no dio más de dos pasos inciertos, se le doblaron de pronto las piernas, sus manos acudieron a los ojos para sostener las lágrimas que rompían, pobre muchacho, allí enroscado y revolcándose en el polvo como si sintiese un dolor infinito, he aquí que lo vemos sufriendo el remordimiento de aquello que no hizo, pero de lo que, mientras viva, será, oh incurable contradicción, el primer culpable. Este río de agónicas lágrimas, digámoslo ya, dejará para siempre en los ojos de Jesús una marca de tristeza, un continuo, húmedo y desolado brillo, como si, en cada momento, hubiera acabado de llorar. Pasó el tiempo, fuera fue poniéndose el sol, se hicieron más largas las sombras de la tierra, preanunciando la gran sombra que de lo alto descenderá con la noche, y la mudanza del cielo hasta en el interior de la cueva podía notarse, las tinieblas ya cercan y sofocan la mínima almendra luminosa del candil, cierto es que se le está acabando el aceite, así también será cuando el sol esté apagándose, entonces los hombres se dirán los unos a los otros, Estamos perdiendo la vista, y no saben que los ojos ya no les sirven de nada.

Jesús duerme ahora, lo rindió el misericordioso cansancio de estos días, la muerte terrible del padre, la herencia de la pesadilla, la confirmación resignada de la madre y, luego, el penoso viaje a Jerusalén, el Templo aterrador, las palabras sin consuelo proferidas por el escriba, el descenso a Belén, el destino, la esclava Zelomi llega desde el fondo del tiempo para traerle el conocimiento final, no es sorprendente que el cuerpo extenuado hubiera hecho que el mísero espíritu cayera con él, ambos parecían reposar, pero ya el espíritu se mueve y en sueños hace que el cuerpo se levante para ir ambos a Belén, y allí, en medio de la plaza, confesar la tremenda culpa, Yo soy, dirá el espíritu con la voz del cuerpo, aquel que trajo la muerte a vuestros hijos, juzgadme, condenad este cuerpo que os traigo, el cuerpo del que soy ánimo y alma, para que lo podáis atormentar y torturar, pues sabido es que sólo por el castigo y por el sacrificio de la carne se podrá alcanzar la absolución y el premio del espíritu. En el sueño están las madres de Belén con los hijos muertos en los brazos, sólo uno de ellos está vivo y la madre es aquella mujer que encontró Jesús con el niño en brazos, es ella quien responde, Si no puedes restituirles la vida, cállate, ante la muerte no hay palabras. El espíritu, humillándose, se recogió en sí mismo como una túnica doblada tres veces, entregando el cuerpo inerme a la justicia de las madres de Belén, pero Jesús no llegará a saber que podría sacar de allí el cuerpo salvo, era lo que la mujer que todavía llevaba en brazos al niño vivo se disponía a anunciarle, Tú no tienes la culpa, vete, cuando lo que a él le pareció un repentino y ofuscante resplandor inundó la cuerva y lo despertó de golpe, Dónde estoy, fue su primer pensamiento, y levantándose con dificultad del suelo, los ojos lagrimosos, vio a un hombre alto, gigantesco, con una cabeza de fuego, pero pronto se dio cuenta de que lo que le pareció cabeza era una antorcha alzada en la mano derecha casi hasta el techo de la cueva, la cabeza verdadera estaba un poco más abajo, por el tamaño podía ser la de Goliat, pero la expresión del rostro no tenía nada de furor guerrero, más bien era la sonrisa complacida de quien, habiendo buscado, halló. Jesús se levantó y retrocedió hasta la pared de la cueva, ahora podía ver mejor la cara del gigante, que al fin no lo era tanto, sólo un palmo más alto que los hombres más altos de Nazaret, las ilusiones ópticas, sin las que no hay prodigios ni milagros, no son un descubrimiento de nuestra época, basta ver que el propio Goliat no acabó jugando al baloncesto sólo porque nació antes de tiempo. Quién eres, preguntó el hombre, pero se notaba que era sólo para iniciar la charla. Colocó la antorcha en una grieta de la roca, dejó contra la pared dos palos que llevaba, uno pulido por el uso, de gruesos nudos, otro que parecía acabado de desgajar del árbol, aún con la corteza, y luego se sentó en la piedra mayor, componiendo sobre los hombros el amplio manto en que se envolvía. Soy Jesús de Nazaret, respondió el muchacho, Y qué has venido a hacer aquí, si eres de Nazaret, Soy de Nazaret pero he nacido en esta cueva, he venido para ver el sitio donde nací, Donde naciste fue en la barriga de tu madre y ahí no podrás volver jamás. Por no oídas antes, así tan crudas, las palabraas hicieron ruborizarse a Jesús que se calló. Te has escapado de casa, preguntó el hombre. El muchacho vaciló como si estuviese reflexionando en su interior si realmente podría llamarse fuga su marcha y acabó por responder, Sí, No te entendías con tus padres, Mi padre ha muerto ya, Ah, dijo el hombre, pero Jesús experimentó una extraña e indefinible sensación, la de que él ya lo sabía, y no sólo esto, sino que sabía también todo lo demás, lo que había sido dicho y lo que aún estaba por decir. No has respondido a mi pregunta, insistió el hombre, A cuál, Si no te entendías con tus padres, Eso es cosa mía, Háblame con respeto, muchacho, o tomo el lugar de tu padre para castigarte, aquí no te oiría ni Dios, Dios es ojo, oreja y lengua, lo ve todo, lo oye todo, y si no lo dice todo es porque no quiere, Qué sabes tú de Dios, chiquillo, Sé lo que he aprendido en la sinagoga, En la sinagoga no habrás oído decir nunca que Dios es un ojo, una oreja y una lengua, La conclusión es mía, si Dios no fuese eso no sería Dios, Y por qué crees tú que Dios es un ojo y una oreja y no dos ojos y dos orejas como tú y como yo, Para que un ojo no pudiera engañar al otro ojo y una oreja a la otra oreja, para la lengua no es necesario, es una sola, La lengua de los hombres también es doble, tanto sirve para la verdad como para la mentira, A Dios no le es permitido mentir, Quién se lo impide, El mismo Dios, o se negaría a sí mismo, Ya lo has visto, A quién, A Dios, Algunos lo han visto y lo anunciaron. El hombre se mantuvo en silencio mirando al muchacho como si buscara en él unos rasgos conocidos, luego dijo, Sí, es cierto, algunos creyeron haberlo visto. Hizo una pausa y prosiguió ahora con una sonrisa de malicia, No has llegado a responderme, Responderte a qué, A si te llevabas bien con tus padres, Salí de casa porque quería conocer mundo, Tu lengua conoce el arte de mentir, muchacho, pero sé bien quién eres, eres hijo de un carpintero de obra basta llamado José y de una cardadora de lana llamada María, Cómo lo sabes, Lo supe un día y no lo he olvidado, Explícate mejor, Soy pastor, hace muchos años que ando por ahí con mis ovejas, mis cabras y el bode y el carnero para cubrirlas, estaba por estos sitios cuando viniste al mundo y seguía aquí cuando vinieron a matar a los niños de Belén, te conozco desde siempre, como ves. Jesús miró al hombre con temor y preguntó, Cómo te llamas, Para mis ovejas no tengo nombre, Yo no soy una oveja tuya, Quién sabe, Dime cómo te llamas, Si te empeñas en darme un nombre, llámame Pastor, con eso basta para que venga, si me llamas, Quieres llevarme contigo de ayudante, Estaba esperando que me lo pidieras, Y qué, Te recibo en mi rebaño. El hombre se levantó, tomó la antorcha y salió al aire libre. Jesús lo siguió. Era noche cerrada, todavía no había salido la luna. Juntas, a la entrada de la cueva, sin más ruido que el leve tintineo de las campanillas de algunas, las ovejas y las cabras, tranquilas, parecían haber estado a la espera de la conclusión de la charla entre su pastor y el ayudante nuevo.

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