Posdata: Te Amo
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Hay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Holly y Gerry. Novios desde el instituto, se sent?an como si siempre hubiesen estado juntos. Pod?an acabar las frases del otro, e incluso cuando discut?an?como sobre qui?n deb?a salir de la cama para apagar la luz cada noche? lo hac?an riendo. Holly no sab?a qu? ser?a de ella sin Gerry. Nadie lo sab?a. Y as? fue como comenz? ` La Lista `? como una broma. En previsi?n de que pudiera sucederle algo malo, Gerry dejar?a a Holly una lista de cosas que hacer para salir adelante d?a tras d?a.
De pronto, la joven pareja se enfrenta a lo inimaginable: Gerry contrae una enfermedad fatal y fallece. Tres meses despu?s de su muerte, Holly sale de su casa para recoger un misterioso paquete que ha recibido su madre para ella. Cuando lo abre se encuentra con que Gerry ha cumplido su palabra. Le ha dejado ` La Lista `, una serie de cartas con instrucciones para cada mes. Todas van firmadas con `PD: Te amo`.
Rodeada de amigas de lengua afilada y con una familia que la ama y la sobreprotege hasta volverla loca, Holly Kennedy es una hero?na de nuestro tiempo: titubea, trastabilla, llora y bromea mientras se abre camino hacia la independencia, hacia una nueva vida de aventura, satisfacci?n profesional, amor y amistad.
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– Bueno, creo que ha sido fantástico -anunció Jack, entusiasmado-. Si consiguiéramos que Declan acompañara a las chicas cada vez que salen solas, al menos sabríamos qué travesuras hacen, ¿eh, John? -Guiñó un ojo al marido de Sharon.
– Oye, puedo aseguraros que lo que habéis visto no es una de nuestras salidas típicas -aclaró Abbey.
Los chicos no se lo tragaron.
– ¿Entonces está todo bien? -preguntó Declan a Holly, temeroso de haber ofendido a su hermana.
Holly lo fulminó con la mirada.
– Creí que te gustaría, Hol -dijo Declan, preocupado.
– Quizá me habría gustado si hubiese sabido lo que estabas haciendo -le espetó Holly.
– Pero quería que fuese una sorpresa -explicó Declan con sinceridad.
– Odio las sorpresas -replicó Holly frotándose los ojos irritados.
– Que te sirva de lección, hijo -advirtió Frank a su hijo-. No deberías ir por ahí filmando a la gente sin que sepa lo que estás haciendo. Es ilegal. Apuesto a que el jurado que le dio el premio no lo sabía -intervino Elizabeth.
– No irás a contárselo, ¿verdad, Holly? -preguntó Declan con inquietud.
– No si te portas bien conmigo durante los próximos meses -dijo Holly, enroscándose maliciosamente un mechón de pelo con el dedo. Declan hizo una mueca. Estaba atrapado y lo sabía.
– Por descontado -aseguró éste con retintín.
– Si quieres que te diga la verdad, Holly, tengo que reconocer que me ha parecido muy divertido -dijo Sharon, sonriendo-. Tú y tu Operación Cortina Dorada… -Golpeó en broma a Denise en la pierna.
Denise puso los ojos en blanco y luego sentenció:
– Ah, una cosa sí que os digo, y es que nunca más volveré a beber. Todo el mundo rió y Tom le rodeó los hombros con el brazo. -¿Qué pasa? -dijo inocentemente-. Hablo en serio.
– Por cierto, ¿a alguien le apetece beber algo? -Daniel se levantó de la silla-¿Jack?
– Sí, una Budweiser, gracias.
– ¿Abbey?
– Mmm… vino blanco, por favor -contestó educadamente.
– ¿Frank?
– Una Guinness, gracias, Daniel.
– Para mí lo mismo -dijo Johrn.
– ¿Sharon?
– Sólo una Coca-Cola, por favor. Holly, ¿tú también quieres? -dijo mirando a su amiga. Holly asintió con la cabeza.
– ¿Tom?
– JD y Coca-Cola, por favor.
– Yo también -dijo Declan.
– ¿Denise? -Daniel procuró disimular su sonrisa.
– Yo… tomaré… un gin tonic, por favor.
Una vez más, todos se echaron a reír.
– ¿Qué pasa? -Se encogió de hombros como si no le importara-. Una copa tampoco va a matarme…
Holly estaba en la cocina arremangada hasta los codos fregando los cacharros cuando oyó una voz familiar.
– Hola, cariño.
Levantó la vista y lo vio de pie en el umbral de la puerta del patio.
– Hola. -Le sonrió.
– ¿Me echas de menos?
– Por supuesto.
– ¿Ya has encontrado a ese nuevo marido?
– Pues claro, está arriba durmiendo. -Holly rió secándose las manos. Gerry negó con la cabeza y chasqueó la lengua.
– ¿Subo y lo asfixio por dormir en nuestra cama?
– Hombre, podrías concederle una hora más -bromeó Holly, consultando el reloj de pulsera-. Necesita descansar.
Gerry parecía contento, pensó Holly, con la cara recién lavada y tan guapo como lo recordaba. Llevaba puesta su camiseta azul favorita, una que ella misma le había regalado una Navidad. Sus grandes ojos castaños la contemplaban a través de sus largas pestañas.
– ¿Vas a entrar? -preguntó Holly, sonriendo.
– No, sólo quería asomarme para ver cómo estabas. ¿Va todo bien? Gerry se apoyó contra el umbral con las manos en los bolsillos.
– Así, así -dijo Holly, moviendo las manos en el aire-. Podría ir mejor. -Tengo entendido que ahora eres una estrella de televisión -dijo Gerry, esbozando una amplia sonrisa.
– Muy a mi pesar -respondió Holly.
– Habrá un montón de hombres que caerán rendidos ante tus encantos -le aseguró Gerry.
– Que caigan rendidos está bien -convino Holly-. El problema es que ninguno hace diana -agregó señalándose el corazón. Gerry rió-. Te echo de menos, Gerry.
– No ando muy lejos -susurró.
– ¿Vuelves a dejarme sola?
– Por el momento.
– Hasta pronto -se despidió Holly, sonriendo. Gerry le guiñó el ojo y desapareció.
Holly despertó con una sonrisa en los labios y la sensación de haber dormido varios días seguidos.
– Buenos días, Gerry-dijo, mirando hacia el techo. El teléfono sonó a su lado.
– ¿Diga?
– Oh, Dios mío, Holly. Echa un vistazo a los diarios del fin de semana -dijo Sharon, horrorizada.