El caldero de oro
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Es esta novela el relato de un tiempo m?tico que re?ne en s? el pasado y el presente, marcado por las invasiones y los olvidos, origen y testigo de las vidas de quienes lo poblaron desde su principio. El caldero de oro ser? el s?mbolo de las estirpes que vivieron junto al r?o milenario, leyenda fundacional, s?mbolo insoslayable de la infancia de un protagonista que, un d?a, regresar? al pueblo de sus antepasados, abandonado y solitario, para encontrase con un destino encerrado en su propia historia. Narrada desde la memoria y la imaginaci?n sustentada en un lenguaje que no olvida nunca su condici?n reveladora, El caldero de oro fue saludada como una de las obras que evidenciaban la renovada vitalidad de la literatura espa?ola.
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Por fin, Juan de Mansilla rompió el silencio: -Piénsalo, primo. Con la del alba partiremos. Decide esta noche.
Viéndole ahora, después de tanto tiempo, encontrabas en sus rasgos, a pesar de la barba, las señales de la infancia lejana, cuando ibais juntos a nidos y a cangrejos y aprendíais entre golpes, con esfuerzo denodado, agarrándoos mutuamente del cinturón, las cabezas apretadas una contra otra y el sudor recorriendo las mejillas pegadas de ambos, la zancadilla y el traspiés, la cadrilada y la bolea, las mañas de los aluches. ¿Quedarán también en tu rostro, detrás de las incisiones, los rasgos de tu cara infantil?
El te palmeaba las espaldas, insistiendo:
– Vente con nosotros. No es porque necesitemos una lengua en esta parte. Qué hace un cristiano aquí. Podrás traerte a los tuyos, si quieres.
Ahora es un niño quien habla entre sueños. La noche empieza a perder su rotunda oscuridad. Una claridad muy tenue señala el lugar en que se separan el cielo y el lago, y las fosforescencias pierden intensidad, bajo el chisporrotear incansable de las estrellas.