Sabotaje Olimpico
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Pepe Carvalho naci? en Yo mat? a Kennedy, en 1970. Desde entonces, V?zquez Montalb?n ha escrito una decena de novelas en las que el peculiar detective es el protagonista. Destacan, por citar s?lo algunos t?tulos, Tatuaje, Las p?jaros de Bangkok, Los mares del Sur o Asesinato en el Comit? Central. Todas ellas siguen una l?nea muy definida, con argumentos s?lidos, adscritas al g?nero negro o policiaco y que el propio V?zquez Montalb?n califica acertadamente de cr?nica de una ciudad y una ?poca. Pues bien, esta l?nea se rompe bruscamente en El laberinto griego, sobre la Barcelona preol?mpica y, sobre todo, en Sabotaje ol?mpico, sobre los Juegos Ol?mpicos, V?zquez Montalb?n da con ellas un giro de 180 grados en la relaci?n fondo / forma y cuenta su historia al margen de las f?rmulas habituales
Sabotaje ol?mpico fue concebida como una anticr?nica de los Juegos Ol?mpicos de Barcelona que se public? en cap?tulos en el suplemento ol?mpico de EL PA?S. Manuel V?zquez Montalb?n (Barcelona, 1939) ha dejado reposar la historia y la ha reelaborado desde la visi?n de una Barcelona y una Espa?a del verano de 1993, cuando todos los fastos y la alegr?a del 92 ya han acabado y la palabra crisis est? en boca de todos: `los dioses se han marchado al olimpo verdadero, pero ni siquiera, de creer a las autoridades econ?micas, han tenido la gentileza de dejarnos el pan y el vino`.
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– Yo estaba en París y me sentía un patriota. Ni siquiera sentí tanto patriotismo cuando España ganó la copa de Europa de fútbol de 1964.
– ¿Tú también, Biscuter?
– Aquí o todos o ninguno, pero si en Europa se ponen patriotas de lo suyo, yo a lo mío, que a mí a serbio no me gana nadie. ¿Fueron bonitos los Juegos, verdad, jefe?
– Nunca existieron. Igual que la guerra del Golfo. Son como paisajes y textos que se han perdido en la computadora. Se manipula con ellos el tiempo necesario. Luego se van a lo más hondo, lo más remoto de la memoria, un lugar del que ya sólo saldrán para meterse un poquito en los diccionarios enciclopédicos.
– Pero quedan huellas. Por ejemplo, la ciudad ha cambiado. A mí me sacan de mis calles y me hago con la picha un lío. Demasiadas oficinas y pocos negocios. Esta ciudad sólo se salva si la nombran capital de algo importante, por ejemplo, de Alemania. Una ruina, jefe. Deberíamos dar la vuelta al mundo en ochenta días.
– En ochenta horas… Te lo tengo dicho. En ochenta días ya no te dejan.
Biscuter miraba de reojo el transistor sobre la mesa de despacho de Carvalho. Quería decir algo y finalmente lo dijo. Señaló el transistor y se le estranguló la voz.
– Es un detalle.
– ¿Qué?
Biscuter dirigió un dedito al transistor aunque apartó de él los ojos llorosos.
– Digo que es un detalle.
– Sí. Es un detalle.