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La novela de Pepe Ans?rez

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La novela de Pepe Ans?rez
Название: La novela de Pepe Ans?rez
Дата добавления: 16 январь 2020
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La novela de Pepe Ans?rez - читать бесплатно онлайн , автор Ballester Gonzalo Torrente

En una peque?a ciudad de provincias, un infeliz empleado de banca tiene fama de ser el mejor poeta local, lo cual provoca envidias y enconadas rivalidades, y en medio de una tormenta de chismes provincianos la situaci?n del protagonista se complica por las singulares relaciones que mantiene con su novia, que est? muy enamorada de ?l, pero que no es un modelo de fidelidad

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CAPÍTULO XVIII

JUNTO AL MOSTRADOR DEL BAR, dos clientes discutían en voz alta acerca del partido del domingo sin ponerse de acuerdo en si se trataba del domingo anterior o del siguiente, un recuerdo o una profecía. El tabernero los escuchaba alternativamente, inclinada la cabeza hacia el uno o hacia el otro, pero sin detenerla. El camarero se sumaba al corro todas las veces que podía, que eran pocas. En un rincón, una pareja madura había olvidado sus cervezas y se metía mano. Ansúrez le dijo a Elisa:

– Tú has hecho bien, pero la respuesta definitiva déjala en mis manos.

– Me costará trabajo contenerme, si es que lo veo.

– Tú como si nada. Ya te daré instrucciones.

– Lo único que debes hacer es darle un par de bofetadas. ¿Pues qué se habrá creído?

– No hay que precipitarse. ¡A saber cuáles eran sus intenciones!

– Pues estaban bien claras.

Ansúrez llamó al camarero y le pagó los dos vinos blancos que habían tomado. Luego salieron. En la calle lloviznaba. Elisa abrió el paraguas y cogió a Ansúrez del brazo.

– Te llevaré a tu casa para que no te mojes.

– ¿Vas a ir sola a la tuya?

– Sé el camino y nadie se meterá conmigo. ¡Pues aviados estábamos! Te llevaré a tu casa y luego iré a la mía. Ya tengo hambre.

– Puedes quedarte a comer si quieres.

– No. Si han seguido mis órdenes la comida de casa estará buena. Si quieres…

– No, no. Ya sabes cómo es mi madre…

Ansúrez vivía en la parte alta de una calle pina. En el portal, se dieron un beso. Ansúrez subió rápidamente la escalera. Elisa comenzó a bajar la calle, el paraguas contra la lluvia, que apretaba. Junto a la acera, un hilillo de agua corría por la calle inclinada, y al llegar a la esquina, se detuvo formando un charco con otras aguas igualmente claras, igualmente rápidas. Elisa estiró la pierna para pasar el charco, y la falda se le ciñó a las caderas. Un sujeto que venía detrás de ella, gorra calada y gabardina subida, le dijo una grosería. Elisa no le respondió, atravesó la calle y continuó el descenso. El caballero que se había fijado en sus caderas, gorra calada y gabardina subida, torcía hacia la derecha: el segundo piropo se le quedó en los labios; se detuvo un momento, mientras pudo ver a Elisa.

– Que vas a mojarte, hombre. ¿Qué haces ahí parado?

– Fíjate en aquella tía. Sí, aquella que va por allí abajo. ¡Vaya meneo!

– No sé quién aconseja no fijarse en las mujeres que están fuera de tu alcance.

– Eso no es una mujer, no es más que un culo.

– Aun así…

– ¿La conoces?

– No, pero me suena. Así vista por detrás…

Elisa había llegado a la esquina, y su cuerpo desapareció. Uno de los caballeros le dio al otro una palmada en el hombro.

– Así empezó en el veintiuno, tengo oído.

– Sí, pero en el veintiuno aquí no había ni una sola casa y las aguas podían ensancharse. Ahora, ya ves.

Luego se fueron, cada uno por su lado.

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