Malevil

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Malevil
Название: Malevil
Автор: Merle Robert
Дата добавления: 16 январь 2020
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Malevil - читать бесплатно онлайн , автор Merle Robert

Pascua de 1977. En las bodegas del antiguo castillo de Malevil, Emanuel embotella su vino mientras sus amigos de infancia discuten con pasi?n sobre las elecciones municipales. ?se es tambi?n el d?a de una guerra at?mica que se abate sobre el mundo por sorpresa y lo destruye. En un instante, alrededor de Malevil, cuya roca milenaria resiste a la hoguera, todo ha quedado aniquilado.

Desde los momentos iniciales, en el planeta carbonizado, los compa?eros de Emanuel se encuentran con sus primeros enemigos: otros hombres, salvados tambi?n por milagro como ellos, pero que codician la fortaleza y sus reservas de vida.

?Escenario retrospectivo de lo que pudieron haber sido los primeros pasos del hombre sobre el planeta? ?Estudio futurol?gico de un n?cleo humano?

M?s singular a?n -m?s cruel tambi?n- es la historia de unos pocos hombres encarnizados en mantener sobre la tierra los ?ltimos vestigios de la especie humana, narraci?n que corta el aliento, en donde abundan la pasi?n, los anhelos, las peripecias de la vida en un medio incre?blemente primitivo, actual, y por eso mismo, infinito.

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– ¡Mi pobre Emanuel, tienes hambre!

– Bastante, sí.

– Lo que pasa es que no te puedo dar nada antes de que los otros vuelvan.

– Pero no te he pedido nada -dije con un orgullo que sonaba a falso, y del que por otra parte ni tomó en cuenta, puesto que de todos modos me dio tres terrones de azúcar, que acepté. Lo mismo le dio a Momo, que se lo metió en su amplia boca de una sola vez. En cuanto a mí, me tomé el trabajo de partir en dos cada terrón para hacerlos durar más. Noté que la Menou no tomaba nada para ella.

– ¿Y bueno, y tú, Menou?

– Oh, yo soy chiquita, no lo necesito tanto como ustedes.

El agua caliente azucarada y cortada con vino gustó a Amaranta, la bebió con avidez y después de eso fue posible hacerle aceptar el afrecho. Sentía un inaudito placer viéndola comer los puñados que uno a uno le tendía. En ese momento, recuerdo, se me ocurrió que a los animales, hasta en el campo, en donde sin embargo se los quiere mucho, no se les hace tampoco demasiado caso como si fuera del todo natural que estuvieran ahí para trasportarnos, para servirnos, para alimentarnos. Miraba a Amaranta y al punto negro de su pupila brillante con todo ese blanco un poco asustadizo al costado y pensaba, no somos demasiado agradecidos, no les agradecemos lo suficiente.

Me puse de pie. Miré el reloj. Hacía tres horas que estábamos allí. Salí del box, me flaqueaban las piernas, pero recordé que me había propuesto enterrar a Germán antes del retorno de los demás. La Menou y Momo vinieron a mi encuentro.

– Anda mejor, creo -dijo la Menou.

Por nada del mundo hubiera dicho que los animales estaban a salvo. Hubiera creído tentar al Señor o al Diablo, cualquiera fuera la fuerza que ahora espiaba las palabras de los hombres pura castigarlos en el momento en que expresaran demasiada esperanza.

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